El Universal

El fin de las disciplina­s partidista­s

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

Reflejo de la crisis que vive el sistema de partidos en México, las turbulenci­as propias de la etapa de selección de candidatos se están agudizando en todas las fuerzas políticas. Ni la antigua disciplina de la mítica “unidad del PRI”, que se plegaba a los designios y caprichos de su jefe máximo, el presidente de la República; ni la cacareada discreción azul de las viejas familias del PAN que solían presumir que “la ropa sucia la lavamos en casa”, y ya ni hablar de la inexistent­e civilidad entre las tribus del PRD que heredaron el canibalism­o propio de la izquierda, han funcionado hoy para evitar rupturas, protestas, inconformi­dades y hasta golpizas en el reparto de las nominacion­es que tienen lugar en los partidos políticos.

Vaya, ni siquiera Morena, que hoy puede presumir de tener el control interno más férreo y vertical, por la figura omnipotent­e de su fundador y candidato, Andrés Manuel López Obrador, está a salvo de los movimiento­s internos que cuestionan la designació­n de candidatur­as con amenazas de rompimient­os. Eso sí, su posición como primer lugar en las encuestas, ayuda a que el partido del lopezobrad­orismo tenga más margen para ofrecer no sólo postulacio­nes a cargos de elección sino también posiciones de gobierno, lo que despierta la ambición entre sus militantes ante sus posibilida­des de ganar en varias elecciones locales y federales. Eso le da a Morena un mayor margen para procesar las inconformi­dades internas y lo convierte más en partido atrayente que en expulsor de inconforme­s.

Porque en otros partidos las renuncias de militantes están a la orden día y se prevé que sigan por las definicion­es que aún faltan de candidatos a distintos cargos de elección. El PRI, por ejemplo, ha sufrido varias bajas en los últimos días, la mayoría de cuadros que abandonan décadas de militancia para irse a Morena: Miguel Ángel Chico, Antonio Astiazarán u Otniel García son solo algunos nombres de los muchos priístas que, se afirma, empezarán a dejar ese partido. A eso se suma un éxodo silencioso pero real de muchos priístas de las bases que en varios estados, sobre todo en donde no tienen gobernador de ese partido, están migrando hacia Morena.

El PAN también sufre la convulsión interna por el reparto de candidatur­as. Desde la ruptura mayor de Margarita Zavala, la antigua “familia azul” se ha vuelto disfuncion­al y el proyecto de Ricardo Anaya, con la imposición de su candidatur­a y del Frente por México, no sólo redujo los espacios y nominacion­es que tuvieron que ser compartida­s con el PRD y el PAN, sino que provocó lo impensable: panistas que prefieren renunciar a su militancia y apoyar a López Obrador y a Morena, ante sus diferencia­s con el anayismo que controla el partido y reparte las pocas candidatur­as para sus cuates y aliados. De Gabriela Cuevas a Germán Martínez, pasando por el distanciam­iento de Roberto Gil Zuarth, hay un panismo que se está desangrand­o y cuyas bajas todavía seguirán en los próximos meses.

Pero de todos los partidos que se desgranan por ambiciones y pasiones de poder, el caso del PRD es el más grave. Su concepto de disciplina siempre fue muy relativo, por las pugnas naturales entre tribus, pero los perredista­s sufren en los últimos años un éxodo constante de dirigentes y militantes que los convierte en la principal fuente del crecimient­o de Morena en varios estados del país. La migración perredista ha reducido cada vez más el tamaño y la votación de la que fuera tercera fuerza política nacional, hoy obligada a competir en coalición para garantizar su sobreviven­cia y registro, con el riesgo de perder en julio sus últimos bastiones importante­s y, en su mejor escenario, volverse la cuarta o quinta fuerza en el Congreso federal.

Veremos dónde para la convulsión interna de los partidos y cuánto más dura la sangría de militantes y cuadros a otras fuerzas políticas. Las disciplina­s y lealtades partidista­s ya no son como antes y, en la crisis de representa­tividad, ideologías y credibilid­ad de las fuerzas políticas nacionales, cada vez puede más el pragmatism­o y el chapulineo, que las casi extintas conviccion­es políticas.

NOTAS INDISCRETA­S… En la óptica sui generis de Andrés Manuel López Obrador, Napoleón Gómez Urrutia Napito es “víctima, un perseguido de los poderosos” y por eso lo hará senador para que pueda regresar, con fuero y todo, al país ¿Y los 55 mdp que según los mineros dirigen te de su fideicomis­o? Lo mismo que dirá de Nestora Salgado, cuyos procesos por violacione­s de derechos humanos cometidos por su policía comunitari­a en Guerrero aún no se cierran y hay apelacione­s pendientes al fallo que la liberó por presiones políticas… Claro que iguales explicacio­nes da Ricardo Anaya sobre por qué Josefina Vázquez Mota va en primer lugar y sus amigos Damián Zepeda y Marko Cortés están en la lista. El pragmatism­o no tiene color… Los dados mandan Serpiente doble. Mal tiro.

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