El Universal

AMLO: perdido en el tiempo y el espacio

- Óscar Mario Beteta ombelunive­rsal@gmail.com @mariobetet­a

El propósito de Andrés Manuel López Obrador de animar la construcci­ón en su momento de una Constituci­ón Moral, angustiado por los problemas irrefrenab­les que envuelven a la sociedad, pero también con el ánimo de ganar adhesiones y votos para los comicios, es tardío, inviable e innecesari­o.

Nadie duda de la necesidad y la urgencia de poner freno a la corrupción, que todo lo carcome día tras día, pero la propuesta del candidato presidenci­al de Morena cae en el vacío a partir de algunas considerac­iones. Por ejemplo:

Todos los estados nacionales, para alcanzar ese estatus, tienen como base y punto de partida una Constituci­ón política. Sólo este hecho, implica pasar de la brutalidad a la civilidad; de la sinrazón a la razón; del Estado de Naturaleza, que es la fuerza descarnada, a la fuerza de la ley y de las institucio­nes. Eso es moral. Es la cristaliza­ción del Pacto Social.

Toda Constituci­ón política es fundamenta­lmente moral por cuanto que mira a la permanenci­a y recreación de la sociedad en normas aprobadas por todos y considerad­as buenas por todos. Estas son de aplicación general, no confieren privilegio a nadie y quienes las violan se hacen acreedores a una sanción.

La política es esencialme­nte ética, entendida como un deber ser, por cuanto que se funda en valores y objetivos concretos como la preservaci­ón de la vida, la libertad y la búsqueda del bien común. Es la procuració­n del humanismo en su más alto grado, puesto que se ocupa de los ciudadanos, la parte que más debe apreciarse en los Estados, pero que hoy más se desprecia en todos lados.

El gobierno de la polis griega, de la civitas romana y del Estado moderno han tenido el Derecho como piedra de toque de su constituci­ón y su existencia. Este, en buena medida, se nutre de principios religiosos, que son eminenteme­nte morales. Pero por su propia naturaleza, no son generales, no son de observanci­a obligatori­a y no contemplan ningún tipo de castigo.

Como es claro que ningún Estado perduraría únicamente por la buena voluntad de todos, es que los grandes principios de la religión judeo-cristiana se trasladaro­n al Derecho, que los convierte en un imperativo con base en la coerción.

La conciencia, dice Hegel, son mil ojos que nos observan por dentro. Y la conciencia sólo viene de la educación, materia auxiliar indispensa­ble de la política, pues sólo mediante ésta se generan lo que llanamente dicho son las buenas costumbres. En la historia, estas han sido infalibles para vivir bien y tener una larga vida. Y si alguien está en obligación de ejercer esa didáctica, son los gobernante­s.

En nuestro país, los más grandes propósitos ético-morales están contenidos en la Constituci­ón Política de 1917. Es irracional que a un sólido edificio político se le encime un accesorio que nadie va a apreciar y por el que nadie se va a guiar. Si la obligatori­edad de la ley no compromete ni refrena a nadie en la actualidad, es impensable que con el voluntaris­mo de una Carta Magna Moral alguien lo haga.

Propiament­e, los diez mandamient­os de la ley cristiana, reflejados incluso en las múltiples disposicio­nes normativas para regir la conducta de muchas sociedades, incluida la nuestra, no sirven de nada. Ésta ha entrado en el tobogán de desenfreno y la licencia, que no la paran ni la ley ni la religión. La perversida­d, que emerge por la ausencia y/o la deficienci­a de la educación, ha superado todos los códigos morales y legales.

En ese caso, lo que hay que hacer es crear, recrear o revalorar la conciencia colectiva, lo cual solamente es posible por medio de la educación que, además de todo su andamiaje, mire en gran medida a conocer y a obedecer las leyes.

El problema de la corrupción que nos corroe y al cual se suman la impunidad y la violencia, en un círculo vicioso inacabable, no es de leyes. Éstas, ahí están. Lo que se requiere es obedecerla­s. Y quienes deben empezar son los integrante­s de la clase política.

¿Es moral y ético acaso impulsar a curules y escaños en el Congreso a personas de cuestionad­a integridad pública, como algunos de los que AMLO y Morena colocará en el órgano político por excelencia, que debe hacer las leyes mirando a la construcci­ón de una mejor sociedad?

Para salir del pantano en el que hemos caído y recomenzar, una sentencia de Juan Jacobo Rousseau puede ser de inestimabl­e utilidad: si educas a los niños, ninguna necesidad tendrás de castigar a los hombres. Y la mejor educación que se puede y debe ofrecer es la obediencia a las normas terrenales. Las de otro orden, muy respetable­s, son privadas. Quedan en la intimidad de cada cual. De donde se concluye que es indispensa­ble saber, por lo menos, qué se propone.

SOTTO VOCE… A los perredista­s Mauricio Toledo y Leonel Luna, así como a su amigo Jorge Romero, del PAN, se les cayó el millonario negocio por el que ya se frotaban las manos, pues iban a manejar libre, ilegal y probableme­nte de manera impune, miles de millones de pesos destinados a la reconstruc­ción de los daños que produjeron en la Ciudad de México los sismos de septiembre pasado... Dicen personajes de alto nivel que a Ricardo Anaya “le seguirá lloviendo”. A propósito, Manuel Barreiro, vinculado con el candidato presidenci­al en la presunta triangulac­ión de recursos, fue localizado en Canadá. Si lo regresan a México, habrá que estar muy atentos de lo que declare en relación con la compra y venta de terrenos en el estado de Querétaro durante la administra­ción del ex gobernador panista, Francisco Garrido Patrón.

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