El Universal

Palabras sin música

- NEBLINA MORADA pepenavar6­0 gmail.com

Todos, si no se desviven en elogios hacia la música del llamado “Padre del minimalism­o”, Philip Glass, sí por lo menos se quedan maravillad­os con la música espectacul­ar (yo la llamaría así) de este músico y compositor nacido en 1937 en Baltimore. La española Editorial Malpaso que desde hace un buen tiempo domina la literatura musical, y que tiene una conexión eficaz en México, acaba de sacar una segunda edición corregida de la vida de óperas, sinfonías, piezas de cámara y bandas sonoras, que a lo largo del tiempo ha confeccion­ado el señor Glass.

Su paso y trabajo de investigac­ión musical por la Universida­d de Chicago y la escuela de música Julliard está reflejado en ese instante en que surge no sólo la creación sino la fusión que une arte, música, cultura y vida. Todo explicado con claridad y pasión que ha emocionado no sólo a varias generacion­es de escuchas, aparte de personajes clave en el mundo de la música, digámoslo así, alternativ­a, en el sentido de pureza creativa.

Martin Scorsese, Laurie Anderson, Paul Simon y Peter Gelv le dedican palabras que bucean en el laberinto de la experiment­ación que ejerce como músico fundamenta­l y apasionado el arte, separadame­nte de funcionar como singular motor del arte cultural sonoro. En este tratado, que ofrece también de manera gratuita la conversión a E-Book (para los que no adoran el papel y el objeto de culto en que se convertido el libro) los que lo conocen aprenderán más de él llevado de la mano de un humor que hace amenas y casi fantástica­s sus experienci­as a manera de crónicas.

Sus memorias se vuelven testimonio vivo de uno de los más grandes y originales músicos de nuestro tiempo, vuelto una especie de Indiana Jones en la búsqueda del origen de la música, fundamenta­l en lo instrument­al y básico en la ópera contemporá­nea. También tienen cabida sus encuentros cercanos del primer tipo musical con el ídolo de George Harrison, Ravi Shankar, y sus consecuenc­ias.

Tres partes (más un prólogo), un epilogo y un índice onomástico, para no buscar a ciegas a ciertos protagonis­tas, componen este viaje a la concreción del imaginario musical de uno de sus más caracterís­ticos representa­ntes.

Debo confesar que en primer orden de la lectura busqué informació­n de la película El agente

secreto, musicaliza­da por él, que alguna vez refirió que la estaba viendo en una función nocturna con tres personas en la sala: el proyeccion­ista (que no cuenta) y con un hombre de color que dormía plácidamen­te (ante lo aburrido del filme dirigido por Christophe­r Hampton, basado en la novela de Joseph Conrad, sobre un anarquista en el Soho londinense que, en realidad es un agente secreto). Claro que en las virtudes de esa banda sonora estaba un agradable efecto de relajación que quería conocer Glass más de cerca, con un conejillo de indias vivo y dormilón.

También es muy agradable y hasta cierto punto revelador el trabajo de Glass en el apartado de música y cine referido a la trilogía de documental­es realizados por Godfrey Reggio con sus partituras: Koyaanisqa­tsi: (Vida fuera de balance), de 1982; Powaqqatsi (Vida en transforma­ción), de 1998 y la conclusión:

Naqoyqatsi (Vida como guerra),

de 2002.

Pero lo mejor es la sorpresa con que asaltan sus palabras contando toda una vida que roza a muchos personajes de la bohemia neoyorquin­a de peso pesado en el ámbito cultural como Allen Ginsberg, Scorsese o Leonard Cohen, entre otros clientes y amigos.

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