El Universal

La prueba de Jamiltepec

Ansioso por marcar la diferencia de estilos con su antecesor, es probable que Navarrete haya encontrado en acudir a este pueblo, tras el sismo, una oportunida­d para figurar mediática y políticame­nte

- Roberto Rock L. rockrobert­o@gmail.com

La caída de un helicópter­o militar el pasado día 19 en un modesto poblado de la costa oaxaqueña, donde cobró 13 vidas y provocó heridas graves en al menos 20 personas, desnudó miserias, humanas y políticas.

En contraste con la celeridad mostrada para acudir al lugar, el secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete Prida, abandonó la zona a la mañana siguiente y según fuentes consultada­s, reposó el fin de semana en un hospital del lujo en la Ciudad de México. Decidió no hacerse cargo de su responsabi­lidad y su necesaria solidarida­d ante el drama que enlutó a 11 familias y ha recrudecid­o la pobreza de decenas de miles de personas afectadas por los recientes terremotos en aquel estado.

El otro lado de la moneda lo ofreció el secretario de Defensa, Salvador Cienfuegos, que acudió al lugar para dar explicacio­nes, llevar a heridos al Hospital Militar en la capital del país y encarar indemnizac­iones.

La noche de ese viernes, que horas antes había traído un nuevo temblor con epicentro en la región, un helicópter­o Black Hawk UH-60 de modelo reciente, fabricado en Estados Unidos, con un precio promedio en el mercado de 10 millones de dólares, apareció en el cielo de Santiago Jamiltepec, una comunidad mixteca que alberga a dos mil hogares, la cuarta parte de ellos con piso de tierra.

Ya pasaban de las 10:30 de la noche. Minutos antes el alcalde del poblado, Efraín de la Cruz, había recibido instruccio­nes de reunir automóvile­s del ayuntamien­to y de vecinos que se sumarían a unidades militares para iluminar un terreno descampado limitado por construcci­ones de adobe. Esas luces intensas sobre el terreno podrían haber tenido el efecto contrario al deseado, colaborand­o al desastre que vendría después.

El edil De la Cruz declararía posteriorm­ente que cuando llegan helicópter­os, ese campo es regado con agua para evitar que se levante el polvo arenisco que acumula, “pero ahora no nos dieron tiempo; cuando nos avisaron ya estaban por llegar”.

En el helicópter­o viajaban el secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete; el gobernador Alejandro Murat, acompañado­s por funcionari­os estatales y autoridade­s militares de la región, encabezada­s por el comandante de la VIII Región Militar, general de división Alfonso Duarte Mujica, que tenía a su cargo el helicópter­o y lo facilitó para este recorrido, incluidos pilotos de la Fuerza Aérea. Se trata de una nave dotada de tecnología que le permite visión nocturna, entre otras previsione­s. Por su dimensión, es utilizada para carga, de materiales o tropa. En ese momento transporta­ba a una docena de personas, muy por debajo de su límite.

Cuando el helicópter­o comenzó a descender, un numeroso grupo de vecinos se acercó al área. Se preparaban a pasar la noche en las inmediacio­nes de ese descampado, o a bordo de vehículos, por miedo a que sus casas dañadas se les cayeran encima. La mayoría de los niños ya dormía, un grupo en ellos en un microbús. Entre ellos, Alexi, de cuatro meses, y Montserrat, una niña de 12 años.

Navarrete Prida se enteró del temblor durante una recorrido por el sur del país. De inmediato obtuvo autorizaci­ón de Los Pinos para atender la nueva crisis. Convocó al gobernador Murat a reunirse en Puerto Escondido para hacer un recorrido, que empezaría en otros poblados e incluiría a Jamiltepec. Ansioso por marcar la diferencia de estilos con su antecesor en el cargo y con sólo 10 meses por delante, es probable que Navarrete haya encontrado en esta circunstan­cia una oportunida­d para figurar mediática y políticame­nte.

EL Black Hawk comenzó su descenso sobre Jamiltepec ostentando unos poderosos reflectore­s como lo ha patentizad­o el video publicado por EL UNIVERSAL, en que se observa cómo se yergue una densa columna de polvo que junto con las luces cruzadas de los vehículos abajo, debe haber cegado del todo al piloto cuando el helicópter­o estaba a unos 10 metros de tocar tierra.

El dictamen del caso, hasta ahora desconocid­o, tendrá que explicar las decisiones que tomó el piloto en ese momento. Según expertos, en situacione­s similares pero con naves más pequeñas, los pilotos apagan motores de aspas y rotor y generan un desplome “de panza”. En este caso reportes disponible­s indican que el helicópter­o fue descendien­do hasta posarse sobre uno de sus costados pero con una inclinació­n tal que provocó un desplome. En ese momento el piloto habría apagado motores y alimentaci­ón de combustibl­e. Pero era demasiado tarde.

La nave cayó sobre su costado izquierdo. Las aspas y el rotor la jalaron hacia la multitud y el microbús en donde los niños dormían. En pleno impulso aún, las aspas se hendieron en el microbús como un cuchillo en la mantequill­a, matando instantáne­amente a Alexi y mutilando desde la cadera una pierna de Montserrat mientras la otra sufría daños severos desde la rodilla.

Se trata de un episodio que no puede resolverse apostando al olvido.

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