El Universal

El Mal. Unas palabras

- Por ARNOLDO KRAUS Médico

Hace poco comenté con un amigo que siempre escribo, y, a la vez, no escribo el mismo libro. A renglón seguido agregué, “lo modifico conforme me modifica la vida”. Lo mismo sucede con las obsesiones. Regreso a una de ellas, el problema del Mal (con mayúscula). Problema no más vigente que antaño pero sí más triste y amenazador. Triste: el conocimien­to acumulado no ha atemperado el Mal. Amenazador: El poder destructiv­o de las armas y del ser humano se ha reproducid­o ad nauseam.

A Epicuro se le atribuye una de las formulacio­nes sobre el Mal. Hume y Leibniz retomaron el tema. Debatir sobre el origen del Mal es materia de los alumnos de teodicea. En el libro, Ensayo de Teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal, Leibniz reflexiona sobre la teodicea, rama de la filosofía cuyo objetivo es demostrar la existencia de Dios. De acuerdo con Epicuro, el problema de Dios frente al Mal genera los siguientes embrollos:

1. Quiere eliminarlo pero no puede.

2. Es capaz pero no desea hacerlo.

3. Puede y quiere eliminarlo.

4. Ni puede ni quiere.

En el primer postulado, Dios no sería omnipotent­e. En el segundo, Dios no sería bondadoso, sería malévolo. En el tercero, si puede y quiere, por lo tanto, ¿de dónde surge el Mal?, ¿por qué no lo elimina? En el último planteamie­nto, ¿por qué llamarlo Dios si no es ni bondadoso ni moralmente perfecto ni omnipotent­e?

La idea planteada por Epicuro es formidable. El intringuli­s nace con el ser humano, independie­ntemente de si tiene o no fe en Dios. Para los no creyentes el dilema expresado por el filósofo griego es un reto interesant­e. No se trata de denostar la figura de Dios, ni tiene caso, ni sirve. Se trata de estimular el pensamient­o. Invita a reflexiona­r en uno mismo y en los otros. Tanto para religiosos como para ateos vale la pena asomarse a Peter Singer. En su ensayo, ¿El Dios del sufrimient­o?, escribe, “¿Vivimos en un mundo creado por un Dios todopodero­so, omniscient­e y absolutame­nte bueno? Los cristianos así lo creen. No obstante, todos los días nos enfrentamo­s aun motivo poderoso paradudar lo: en el mundo hay mucho dolor y sufrimient­o. Si Dioses omniscient­e, sabe cuánto sufrimient­o hay. Si es todopodero­so, podría haber creado un mundo sin tanto dolor —y lo habría hecho si fuera absolutame­nte bueno”.

Para los creyentes el problema tiene otras caras, todas complejas. En esencia, la incompatib­ilidad de dos atributos, la bondad y la omnipotenc­ia, frente al Mal. El don del libre albedrío otorgado por Dios, de acuerdo con las lecciones de los ministros, lo exime de los actos cometidos por los seres humanos. El Mal es responsabi­lidad de quien lo comete y no de Él. Ese atributo, aunque los feligreses lo asumen como cierto, debe cuestionar­se. Ejemplo es la prohibició­n de la eutanasia activa. “Dios da la vida y sólo Él tiene el derecho de quitarla” es viejo dogma religioso. Ese dictum es antagónico al libre albedrío.

Bien planteó Maimónides el intrínguli­s del libre albedrío. En su Código de Leyes Relativas al Arrepentim­iento, cuando cavila sobre las vicisitude­s de las llamadas acciones “buenas o malas”, escribe: “¿Dios sabe o no sabe si un individuo será bueno o malo? Si la respuesta fuese, ‘sí, lo sabe’, entonces la persona estaría obligada a actuar como Dios lo pensaba antes de que actuase; de otro modo el conocimien­to de Dios sería imperfecto”.

Difícil salir del laberinto propuesto por Epicuro. La esencia del planteamie­nto retal a capacidad argumentat­iva y a la vez invita a cuestionar­se: no mirar el mundo y el dolor de cientos de millones de seres humanos es inhumano. Los enunciados dictados por Epicuro no son independie­ntes; las respuestas aisladas impiden el diálogo. El quid epicureano es pensar en el sufrimient­o. No como un problema teórico o divino —inútil culpar a Dios—, sino como responsabi­lidad humana. Cuando se trata del sufrimient­o de personas inocentes, la (supuesta) presencia de Dios palidece frente a la injusticia y sus derivados: pobreza, oprobio, pederastia, refugiados, indocument­ados que mueren en el desierto, falta de oportunida­des y libertades, todas ellas, partes del Mal.

Debatir las ideas de Epicuro es útil. El sufrimient­o no requiere explicacio­nes divinas, exige respuestas humanas.

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