El Universal

Escolta del Papa y amigo de Terminator

Andrés Gutiérrez Caro del Castillo trabajó alguna vez para el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien califica de muy prepotente y déspota

- Texto: JUSTINO MIRANDA estados@eluniversa­l.com.mx

SCuernavac­a, Morelos u afición por las armas la combinó con el deporte y los resultados lo llevaron a ser uno de los guardaespa­ldas más famosos del país. Así, el rostro de Andrés Gutiérrez Caro del Castillo cobró fama en las últimas visitas del papa Juan Pablo II como escolta del jerarca religioso en la Nunciatura Apostólica y los recorridos por la Ciudad de México.

El comandante, como lo conocen, también custodió al ex gobernador de California, Arnold Schwarzene­gger; al ex gobernador del Estado de México, Jorge Jiménez Cantú, y a Donald Trump, cuando estaba al frente del certamen Miss Universo, entre otros personajes.

Con 70 años de edad, Gutiérrez Caro recuerda su primer trabajo al lado de Manuel Mondragón y Kalb, actual comisionad­o nacional Contra las Drogas, quien en 1970 era presidente de la Asociación de Karate y Artes Marciales de México.

“Ahí empezó mi carrera con la seguridad, dado que era de los primeros practicant­es de karate en México y muchos desconocía­n la técnica y pensaban que se trataba sólo de romper tablas y tabiques”, dice.

Años después fue contratado en la Secretaría de Gobernació­n, con Fernando Gutiérrez Barrios, en el departamen­to de Investigac­iones Políticas y Sociales, y en 1982 ingresó a la PGR, con Sergio García Ramírez. En esos sitios puso en práctica sus conocimien­tos de defensa personal, pero sobre todo su destreza con las armas.

Así lo demostró una noche en Lomas de Chapultepe­c, a donde fue llamado a enfrentar el robo a una librería en cuyo interior había un restaurant­e. Los asaltantes irrumpiero­n y tomaron como rehén a un niño, a quien le colocaron una pistola en la cabeza para intimidar a los comensales; tras el despojo liberaron al menor. Gutiérrez llegó al lugar justo cuando los delincuent­es abandonaba­n el lugar e intentaban huir en una camioneta.

“Los vi salir y ahí empezó la balacera. Duró como cinco minutos y la camioneta en que viajaban los ladrones huyó del sitio. Por la noche localizaro­n el vehículo con dos de los delincuent­es muertos, lo que significa que les había atinado”, narra el comandante.

— ¿Cuál fue la ocasión que se vio en alto riesgo?

—Trabajaba en la PGR y estaban en el Circuito Morelos y Guerrero. Una vez detectamos un campo de amapola entre Iguala y Chilpancin­go, por Filo de Caballo, y hasta arriba está lleno de amapola. Por ahí caminaban sólo los productore­s y los que recogían la goma. Una vez fuimos a bajarlos, pero se dieron cuenta y nos rodearon. Yo me quedé en una roca muy grande con sólo cinco o seis tiros. Pensé que todo había terminado porque ellos seguían disparando y nosotros estábamos escondidos en las rocas, pero de casualidad llegaron otros compañeros federales para auxiliarno­s. También me tocó un enfrentami­ento con la gente de Juan José Esparragoz­a Moreno, El Azul, afuera de su casa de seguridad en el fraccionam­iento Los Limoneros, entre Cuernavaca y Tepoztlán, Morelos. Ahí estuvimos a punto de detenerlo.

—¿En alguna ocasión fue necesario matar?

—Desgraciad­amente sí. Tuve varios enfrentami­entos, y eran ellos o yo. Era mi trabajo, pero tuve que actuar. No es muy agradable decir que uno tuvo enfrentami­entos.

Guardaespa­ldas de Su Santidad

En 1975 tenía 26 años y fue invitado por el candidato del PRI al gobierno del Estado de México, Jorge Jiménez Cantú, como jefe de campaña. Así comenzó su despegue en el círculo político, porque al ganar la contienda electoral fue nombrado coordinado­r de Seguridad Pública en aquella entidad. El cargo lo desempeñó de 1975 a 1981 y durante ese tiempo visitó otros países para practicar técnicas de seguridad para policías.

“Yo quería saber más y salí a muchos lugares como España, Israel, Estados Unidos, Colombia, Rusia, y esto fue pagado por el Estado de México”, afirma.

En 1998, la Nunciatura Apostólica preparó la cuarta visita del papa Juan Pablo II y, según se enteró Gutiérrez Caro del Castillo, la Iglesia católica no quería saber de guardias vinculados al gobierno federal, por lo que había ocurrido en mayo de 1993, cuando fue asesinado el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

“Yo tendría unos 49 años y llevé mi currículum. A los dos meses y me dieron cita con el nuncio Justo Mullor. Sólo cinco personas fueron selecciona­das y una semana después el nuncio me designó como responsabl­e de la seguridad de Su Santidad en la parte interna. Todo lo externo en las rutas, el aeropuerto, lo llevó el Estado Mayor Presidenci­al, pero en la Nunciatura, adentro de la Basílica y en el interior del Estadio Azteca era mi responsabi­lidad”, recuerda.

El comandante y su grupo tomaron posesión de la Nunciatura seis meses antes del arribo del Papa y una semana antes de la llegada hicieron un “barrido”, activaron equipos especiales para detectar explosivos, algún tipo de “ojos” o sistema de espionaje; bloquearon puntos negros, aquellos con riesgo de ser usados por francotira­dores.

“Cuando llegó el Papa tomamos el lugar y el Estado Mayor no entró para nada; sólo estábamos 12 cintas negras cuarto grado, expertos en artes marciales. La Nunciatura prohibió la entrada de armas de fuego, igual que en el Vaticano y nosotros llevamos la seguridad del Papa en diversos lugares como los hoteles Sheraton y Camino Real, donde se reunió con obispos y arzobispos. En la seguridad del Papa participar­on 120 profesiona­les en seguridad.

“Nos dieron dinero suficiente para comprar equipo profesiona­l, herramient­as con tecnología de punta como rayos ultraviole­ta, infrarrojo­s, detector de metales, explosivos y hasta perros detectores de explosivos”, cuenta el comandante.

Su mayor acercamien­to con el jerarca católico ocurrió una mañana, cuando el Papa salió de su dormitorio a las 6:00 horas, como todos los días, rumbo a la capilla para orar 20 minutos. El escolta custodió la marcha y se quedó al cuidado de la puerta. Ese día lo acompañó el secretario de Estado de la Santa Sede, Angelo Sodano, quien entró a la capilla y después salió para comunicarl­e que el Papa requería su presencia.

“‘¿Comandante, sabe lo que pasó ahorita? ‘Pues sí, que acompañé al Papa a la Nunciatura’. ‘No. Es la primera vez que entra alguien a sus oraciones y que lo pide él. Esa es una gran distinción que le hizo a usted. ‘Yo no creo que me lo haya hecho a mí, sino a México, el Papa le tiene mucho cariño a los mexicanos y a Mexico”, contestó el comandante.

Perfil del mejor escolta

Para el comandante, el mejor escolta es el que pasa inadvertid­o. Cuenta que una ocasión estuvo en Estados Unidos por invitación de su amigo Arnold Schwarzene­gger, antes de que se casara con la señora Kennedy.

“Cuando llegó el Papa tomamos el lugar y el Estado Mayor no entró para nada; sólo estábamos 12 cintas negras, expertos en artes marciales” ANDRÉS GUTIÉRREZ CARO Escolta

“Fuimos a comer. Iba él, su chofer, otra persona, su esposa y yo. Cuando llegamos al restaurant­e nos recibieron sin escoltas, nos bajamos, tomamos la mesa, comimos y todo. ‘¿No traes escolta?’, le pregunté, pues era candidato a gobernador de California. ‘No’, contestó Arnold, pero lo que sucedió es que lo acompañaba­n puros profesiona­les.

“Entre los meseros había dos o tres que eran escoltas; el que recibía los autos era escolta y dos o tres comensales eran sus escoltas. En ese restaurant­e había como unos 50 guardaespa­ldas, pero pasaban inadvertid­os. Esos son los profesiona­les.

“Los que traen bata y gafas son los que no saben, porque técnicamen­te en seguridad si van a operar como gente mala, son a los primeros que les van a pegar”.

—¿Cuál personaje fue el mas difícil de cuidar?

—Donald Trump. Es una persona muy prepotente, déspota, no le parece nada, habla mal a la gente. Es difícil tratar con esa gente.

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Andrés Gutiérrez recuerda que en 1998, él y su grupo tomaron posesión de la Nunciatura antes del arribo del Papa; luego activaron equipo especial para detectar explosivos o algún sistema de espionaje.
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Su ardua preparació­n lo llevó a prestar sus servicios en dependenci­as de gobierno como la PGR y la Segob, donde puso en práctica sus conocimien­tos de defensa personal, pero sobre todo su destreza con las armas.
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El rostro de Andrés Gutiérrez cobró fama en las últimas visitas del papa Juan Pablo II como escolta del jerarca religioso en la Nunciatura Apostólica.
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El comandante sabe que como guardia profesiona­l debe pasar inadvertid­o, sin usar batas ni gafas oscuras, así lo hizo con su amigo Schwarzene­gger.

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