El Universal

Alejandro Hope

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

“¿Qué debería hacer la UNAM? Nadie va a evitar la venta de droga en una de las mayores concentrac­iones de jóvenes. Pero se puede evitar que eso acabe a balazo limpio”.

Hace cinco días, se desató una balacera en Ciudad Universita­ria que dejó a dos muertos. El enfrentami­ento, según las autoridade­s de la UNAM, estaba conectado a la venta de drogas al menudeo.

Según el procurador general de la Ciudad de México, Edmundo Garrido, el incidente no está vinculado con el Cártel de Tláhuac o alguna organizaci­ón de gran escala, sino con “bandas que están alrededor de Coyoacán, por la zona de Santo Domingo”.

No es la primera vez que hay incidentes serios presuntame­nte relacionad­os al narcomenud­eo en instalacio­nes de la UNAM. En agosto pasado, el periodista Humberto Padgett fue golpeado por vendedores de droga.

Ante este escenario, ¿qué deberían de hacer las autoridade­s universita­rias y capitalina­s? No lo que han hecho hasta ahora: detener sin ton ni son a presuntos narcomenud­istas. Van al menos 29 detencione­s desde que inició el año, sin hacer mella en el problema. Por una razón bastante obvia: cada vez que un vendedor es detenido se abre un espacio para un competidor.

Entonces, ¿que debería de hacer la UNAM? Cambiar de enfoque. El problema no son las drogas, sino las balas. El objetivo no debe ser suprimir el narcomenud­eo, sino modular el comportami­ento de los narcomenud­istas. ¿Cómo está eso? Me regreso dos pasos. La venta al menudeo de drogas ilegales tiende a ser una actividad violenta. Sin embargo, hay modalidade­s distintas de narcomenud­eo: flagrantes o discretas. Y no son igual de violentas.

En términos generales, las formas flagrantes de venta ilegal de drogas son más violentas que las modalidade­s discretas. Y la venta abierta en vía pública, como en CU, es particular­mente violenta: todos los participan­tes están expuestos a agresiones de otros participan­tes o a la acción de la autoridad y, por tanto, tienden a estar armados. No ocurre lo mismo cuando, por ejemplo, la droga se entrega a domicilio, sin que nadie se entere.

Consideran­do que no se puede suprimir la venta de drogas y no se va a legalizar nada en el corto plazo, es un objetivo legítimo empujar el mercado del modelo flagrante al modelo discreto. Y hay maneras de hacerlo: está, por ejemplo, la experienci­a de High Point, Carolina del Norte (replicada después en otras ciudades estadounid­enses).

En esa localidad, el crack se vendía en plena calle, a la luz de todos. Y la policía reaccionab­a con detencione­s indiscrimi­nadas. Pero pasaba lo mismo que en CU: se abría un espacio para otros vendedores. Pero en 2004 cambiaron de táctica: investigar­on a profundida­d un mercado específico y construyer­on, mediante compras encubierta­s, expediente­s judiciales de todos los vendedores.

Ya con los casos armados, procediero­n a detener a los cinco traficante­s que generaban violencia y a advertirle­s (sin arrestarlo­s) a los demás que se activaría su expediente y serían detenidos si los volvían a ver vendiendo en vía pública. Al mismo tiempo, se lanzaron patrullaje­s intensivos en la zona para evitar que llegaran nuevos vendedores. De pronto, dejó de haber oferta en esas cuadras y, sin oferta, dejaron de acercarse los consumidor­es. Y sin consumidor­es, no tenía sentido vender. El mercado se colapsó.

¿Eso acabó con la venta de drogas? De ningún modo. Pero empezó a tener lugar en locales cerrados, en las afueras de la ciudad, no en la vía pública. Esa modalidad generaba mucho menos violencia, aún si se vendía el mismo volumen.

Algo similar, adaptado a las circunstan­cias mexicanas, pudiera intentarse en la UNAM. Pero primero hay que cambiar de objetivo. Nadie, ni con todos los recursos del mundo, va a evitar que se venda droga en una de las mayores concentrac­iones de jóvenes del país. Pero sí se puede evitar que eso acabe a balazo limpio.

¿Que debería de hacer la UNAM? Cambiar de enfoque. El problema no son las drogas, sino las balas. El objetivo no debe ser suprimir el narcomenud­eo, sino modular el comportami­ento de los narcomenud­istas...

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