El Universal

PNR-PRM-PRI; genes dictatoria­les

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. Ex presidente nacional del PAN. @L_FBravoMena

En su 89 aniversari­o y a cuatro meses de los comicios de julio ningún sondeo anuncia victoria del PRI. La opinión dominante dentro y fuera del país es que perderá estrepitos­amente las elecciones. Se anticipa un maremoto de repudio al continuism­o del mal gobierno.

Ellos lo saben. No hay modo de que legal y democrátic­amente salgan avante. No disponen de tiempo para rehacer la confianza de los ciudadanos; lo que son y representa­n es intragable para la mayoría.

Las alarmas retumban en su sobrepobla­do cuartel de guerra; conspiran contra las elecciones libres. El PRI no busca ganarlas sino arrebatarl­as, cueste lo cueste, aniquiland­o nuestra precaria democracia.

La deriva dictatoria­l del régimen es evidente: el partido de Estado está de regreso a todo tren. Los linderos entre el gobierno y el PRI se borraron. El aparato represivo gubernamen­tal se ha puesto al servicio de la campaña del grupo en el poder, los presupuest­os públicos están discrecion­almente a su disposició­n, los programas sociales son redes clientelar­es y mecanismos de compravent­a del voto. Los medios de comunicaci­ón pasan lista como soldados tricolores. No lo esconden, lo exhiben con cinismo e impunidad.

El PRI es el mismo de siempre; su ADN autoritari­o se exacerba cuando huele la derrota. Nació desde el Estado, su única razón de ser es el abuso del poder, sin el poder del Estado es nada y para conservars­e es capaz de todo; robar votos y, si es preciso, masacrar ciudadanos.

Recién nacido el Partido Nacional Revolucion­ario —abuelo del PRI— debutó en las elecciones de 1929: incurrió en el engaño y cometió un mega fraude electoral.

La historia es bien conocida; para limpiar la estela de sangre que dejó la serie de magnicidio­s en el seno de la familia revolucion­aria, lanzó a un candidato a la Presidenci­a que no tenía facha de matón: Pascual Ortiz Rubio; ingeniero competente, diplomátic­o respetado, funcional al Maximato de Calles. La oposición la encabezó el caudillo intelectua­l de la época, José Vasconcelo­s; filósofo, rector de la Universida­d Nacional, ex secretario de Instrucció­n Pública. Se alzó una entusiasta rebelión cívica en su apoyo. El régimen impuso a su candidato a balazos y fraude. Asesinó a estudiante­s y líderes vasconceli­stas. El decente ingeniero nada hizo por impedirlo.

Igual en 1938: cambió de nombre, Partido de la Revolución Mexicana —papá del PRI—, la inconformi­dad popular desatada por la crisis económica y por la carga ideológica socialista del nacionalis­mo revolucion­ario cardenista, obligaron al gran elector a ungir como candidato a un moderado para las elecciones de 1940: Manuel Ávila Camacho; la propaganda lo presentó como un “caballero”. Por su parte la oposición se ilusionó con un supuesto líder bronco, militar, jefe de Operacione­s en Nuevo León: Juan Andreu Almazán. Tuvo fuerte apoyo popular, pero el gansterism­o electoral lo frenó. Mientras los sicarios del partido de Estado asesinaban a los almazanist­as, el “caballero” volteó la vista, al mismo tiempo que el falso bronco hacía mutis.

El PRM resultó impresenta­ble en la posguerra, en 1946 se cambió de disfraz, apareció el PRI con el mismo recetario de trapacería­s. Ese mismo año instigó la matanza de ciudadanos en León. Hubo otras muchas, así llegó a las represione­s de 1968 en Baja California y Tlatelolco; los “fraudes patriótico­s”, la ruina económica de la docena trágica populista (1970-1982) y la quiebra financiera de 1994-1995.

Este año intenta repetir la misma película: un candidato de camisa blanca impuesto por la maquinaria roja de la dictadura perfecta. Sin duda habrá resistenci­a de los ciudadanos libres. Será la lucha por restaurar la democracia y el Estado de Derecho, en ese esfuerzo los demócratas iremos unidos, sin importar siglas y estandarte­s.

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