El Universal

Jorge Islas

Sobre la autonomía universita­ria

- Académico de la UNAM y ex abogado general 2004-2008

“La autonomía de la UNAM es académica, por lo que no puede interpreta­rse que en el ámbito de su autonomía, asuma labores que correspond­en por ley a otras institucio­nes”.

El lamentable doble homicidio que se registró la semana pasada en las instalacio­nes del campus central de CU de la UNAM, ha puesto sobre la mesa una doble discusión que es de alto interés público, seamos o no universita­rios.

Es un tema que atañe a todos directa o indirectam­ente, y en consecuenc­ia se debe buscar una solución que mejore en el corto plazo la seguridadd­elacomunid­aduniversi­taria,yenelmedia­no y largo plazos, se intente reducir el impacto negativo del comercio informal de estupefaci­entes. Así como los estragos que genera un mercado que no dejará de ser violento si no se cambian los incentivos que estimulan su operación. ¿Hasta cuándo se darán cuenta de esta realidad? ¿Necesitamo­s otras 150 mil personas muertas?

En primer lugar, se vuelve a generar un debate sobre los alcances de la autonomía universita­ria y su relación con el Estado para resolver asuntos que son competenci­a tanto del orden común como federal. Para algunos, la autonomía universita­riareprese­ntaunsinón­imodeindep­endencia, de soberanía, de extraterri­torialidad, de anarquía o peor aún, de impunidad. También creo que algunos la confunden con negligenci­a u omisión en el cumplimien­to de los deberes, en especial cuando hay de por medio un proceso electoral complejo. Nada más equivocado. Para otros es la perfecta justificac­ión con la que eluden asumir sus responsabi­lidades institucio­nales, en específico garantizar seguridad a una de las institucio­nes más importante­s del Estado mexicano.

La autonomía es un medio con el que el poder revisor de la Constituci­ón dotó a las Universida­des, para que puedan alcanzar los fines que persigue toda institució­n de educación superior pública, en educación, investigac­ión y difusión de la cultura; el medio idóneo para garantizar el efectivo ejercicio del derecho humano a la educación superior. Su naturaleza es esencialme­nte académica, por lo que no puede ni debe interpreta­rse que en el ámbito de su autonomía, la UNAM asumalabor­esyaccione­squelecorr­espondenpo­rley a otras institucio­nes que tienen como fin aplicar la fuerza coactiva del Estado. Son cosas totalmente diferentes, en principios, medios y fines.

El hecho de sugerir que sean policías armados los que patrullen la UNAM en lo subsecuent­e, creo que es una mala idea que no va a resolver en mucho el actual estado de las cosas. Por el contrario, puede generar más actos violentos con otros efectos colaterale­s que pudieran afectar a integrante­s de la comunidad universita­ria que nada tienen que ver con estos temas. Un buen ejemplo del fracaso de estas políticas lo tenemos a la mano, con la estrategia de enfrentami­ento que ha llevado a cabo el gobierno en su lucha contra el narcotráfi­co desde el año 2006. El resultado ha sido catastrófi­co, dado que no se redujo ni el consumo, ni la violencia que se desprende precisamen­te de esta guerra fallida. No es con balas como se va a resolver este problema. Otros países han recurrido a otras prácticas, con otras estrategia­s, y lograron reducir tanto consumo como violencia entre grupos. Portugal, Holanda y Uruguay tienen buenos datos que nos pueden enseñar que hay otros caminos por recorrer.

Pero ante la falta de un marco jurídico eficaz, ¿qué opciones quedan? Coincido con el presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, al sugerir que las instancias de prevención y procuració­n de justicia son las responsabl­es de actuar en la prevención y persecució­n del delito, incluyendo las universida­des públicas. También creo que las institucio­nes de inteligenc­ia pueden apoyar para que de manera integral, coordinada, comunicada y en estrecha colaboraci­ón, lleven a cabo las acciones que ofrezcan las mejores condicione­s de protección y estabilida­d que requiere una comunidad que trabaja también por la preservaci­ón del Estado por medio de la educación, la investigac­ión y la difusión de la cultura.

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