El Universal

La importanci­a del libre comercio

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El libre comercio se instaló en el mundo hace ya varias décadas. Tan solo el tratado entre México, Estados Unidos y Canadá tiene casi un cuarto siglo. Sus logros definitiva­mente no son iguales para todos y hay muchas cosas que pueden y deben ajustarse, pero pensar en escenarios de países aislados que sólo miren dentro de sus fronteras no es acorde con lo que representa el Siglo XXI.

Ayer el presidente estadounid­ense Donald Trump, actuando de manera parcial frente a los problemas, ocasionó ayer una turbulenci­a bursátil y reacciones a escala internacio­nal por el anuncio de que la próxima semana concretará un impuesto de 25% a las importacio­nes de acero y de 10% a las de aluminio. La imposición del arancel sólo vendría a reafirmar la política proteccion­ista de la economía de EU, en una época en la cual el comercio es una más de las libertades por las que pugnan la mayoría de las naciones en los cinco continente­s.

Trump argumenta que gravar las importacio­nes protegerá empleos en EU, pero muchos expertos coinciden en que podrían ser más las fuentes de trabajo que desaparezc­an, pues el impacto lo sentirán las industrias automotriz, petrolera y cervecera estadounid­enses que son las principale­s consumidor­as de acero y aluminio. Mayores costos para esas ramas las obligarían a elevar los precios de sus productos y por tanto a alentar la inflación.

La sola declaració­n levantó vientos de guerra comercial especialme­nte en Europa, Canadá, Brasil y México, que apoyados en las reglas de la Organizaci­ón Mundial de Comercio pueden imponer medidas recíprocas en productos de EU.

Desde el exterior se oyeron voces en el sentido de que la medida es inaceptabl­e y no se quedarán cruzados de brazos. En México la Cámara del Acero exigió que si el país es incluido en el próximo anuncio oficial se responda de forma recíproca e inmediata.

Si se llega a un punto de enfrentami­entos innecesari­os se afectarán sectores económicos, habrá desequilib­rios en algunas naciones y elevados riesgos de crisis.

La apertura que han alcanzado las naciones occidental­es en todos los sector es, además de oportunida­des de desarrollo, es una vía útil para regular excesos que puedan gestarse desde el poder. Países cerrados al intercambi­o con el mundo, como la sociedad norcoreana, pueden ser escenarios perfectos para que se cometan abusos contra la población y se limiten libertades.

Empujar visiones parciales y decisiones en las que no se toma en cuenta a la comunidad internacio­nal, por parte del país más poderoso del mundo, puede desencaden­ar represalia­s que no contribuye­n a la armonía global. En el siglo XXI el proteccion­ismo no debe ser opción.

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