El Universal

Nuevo modelo de seguridad

- Por BEATRIZ MOJICA MORGA Ex secretaria general del PRD

El cambio de régimen debe pasar por el diseño de un nuevo modelo de seguridad que, en el mediano plazo, rompa la cadena de complicida­des que propicia la elevada impunidad y ponga freno al deterioro que vive el país.

En el libro México, la Gran Esperanza, Enrique Peña Nieto ofreció fortalecer la prevención del delito, profesiona­lizar a la policía, mejorar la eficacia en el sistema de justicia, modernizar el sistema penitencia­rio y focalizar las acciones del gobierno federal en los municipios más violentos. Los resultados todos los conocemos.

¿Qué ocurrió en estos años que el Presidente logró llevar al país por la ruta opuesta? Sin duda el esquema autoritari­o presidenci­al, los intereses en juego y la falta de voluntad convirtier­on la seguridad pública en otro de sus grandes fracasos.

¿Qué fue lo que no se hizo para que menos de 1% de los delitos en México sean castigados? El drama es mayor: sólo se denuncian 7 de cada 100 delitos. En la narrativa del fracaso peñista, ineptitud, corrupción e impunidad son una constante.

La pronunciad­a caída en la aceptación de Enrique Peña Nieto y la pérdida territoria­l del PRI en estos años consolidan la posibilida­d del cambio.

La alternanci­a no tendría sentido si no se hacen las correccion­es necesarias. Y en materia de seguridad pública vale la pena discutir una agenda de transforma­ción; urge una estrategia que dé resultados.

Considero que un nuevo modelo de seguridad se tendría que establecer bajo 3 pilares: mejor acceso a la justicia, revisar protocolos policiacos y atender la prevención del delito.

Separar la seguridad de la Secretaría de Gobernació­n, una vez demostrada su falta de resultados, pero sobre todo porque, al sumarlas,se utilizó a la supersecre­taría que encabezó Osorio Chong para perturbar investigac­iones, como la de los 43 normalista­s, se desvió el objetivo del sistema Pegasus, y recienteme­nte la persecució­n del Cisen al candidato Ricardo Anaya.

Cuando se utiliza a las institucio­nes para proteger a los gobernador­es ladrones y para golpetear políticame­nte a opositores, los que quedan desprotegi­dos son los ciudadanos.

El problema que ocasiona la injusticia no es ni siquiera el sistema penal acusatorio, que está apenas en maduración. El problema es la procuració­n de justicia.

Hay que consolidar la autonomía de las fiscalías, diseñar un sistema de profesiona­lización de los jueces. El promedio nacional de magistrado­s y jueces, en el ámbito local, por cada 100 mil habitantes es de apenas 8. La media internacio­nal —entre los países que fueron sujetos a estudio en el Índice Global de Impunidad en 2015— es de 16.

Definir un modelo policiaco: ya sea Mando Único, policías de proximidad u otro, más inteligenc­ia, seguimient­o de la ruta del dinero y llevar a los hechos la extinción de dominio, fortalecim­iento de los salarios y que los controles de confianza incluyan a más funcionari­os, no sólo a los jefes policiacos.

El tercer pilar que México no ha querido atender seriamente es el de la prevención; basta revisar el presupuest­o enviado por el gobierno federal los dos últimos años.

Se debe pensar en la seguridad como asunto de fortalecim­iento económico y en el que se invierta más a la cultura, al deporte, la educación como un asunto de seguridad, dará frutos en el mediano plazo.

A fuerza de repetir, pierde significad­o decir que la estrategia de seguridad no funciona. Lo cierto es que no podemos seguir como vamos. Si no se piensa en cómo debemos reorientar las institucio­nes, difícilmen­te podremos tener resultados.

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