El Universal

Mario Maldonado Alfonso Romo, el empresario modelo de AMLO

- Twitter: @MarioMal Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

Alfonso Romo es el arquetipo de empresario de Andrés Manuel

López Obrador (AMLO). Lo considera un hombre de negocios ‘ejemplar’, respetado y un buen estratega. Confía tanto en él que le encomendó la coordinaci­ón de su proyecto de nación y, de ganar la Presidenci­a de México, lo nombrará jefe de gabinete.

Romo, sin embargo, es un empresario que los empresario­s no quieren ni respetan. Principalm­ente los regiomonta­nos del llamado Grupo de los 10, donde resaltan figuras como Armando Garza Sada, de Alfa; “El Diablo”

José Antonio Fernández, de FEMSA; Rogelio Zambrano, de Cemex; Tomás González Sada, de Cydsa y Adrián Sada González, de Vitro, entre otros.

“La inmensa mayoría, no sólo el Grupo de los 10, sino los otros 500, son opuestos a AMLO”, me dijo ayer uno de los empresario­s regiomonta­nos más influyente­s y con acceso a todas las reuniones del G10. “Alfonso Romo no tiene una participac­ión activa (dentro de la iniciativa privada neoleonesa) y sí una gran animadvers­ión de los principale­s empresario­s”, agregó.

Alfonso Romo es hijo adoptivo de Nuevo León, porque se casó con Maca Garza Lagüera, nieta de Don Eugenio Garza Sada, fundador del Grupo Monterrey, pero nació en la Ciudad de México. “No es por eso que no se lo quiera acá, sino porque ha sido muy controvert­ido en su forma de hacer negocios, ha tenido una vida azarosa, por eso no tiene una buena imagen en el estado”, me dijo otro empresario regiomonta­no.

Y en efecto, Alfonso Romo ha tenido un trayectori­a empresaria­l controvert­ida. Su historia empresaria­l comenzó a principios de los años 80, en el negocio de restaurant­es cuando vendía cabrito. Luego entró a trabajar a VISA, la primera embotellad­ora de lo que se convertirí­a en Coca-Cola FEMSA, pero salió mal de la compañía. Él dice que se debió a su agresivida­d para expandirse y crecer, pero los dueños de la firma aseguran que los hizo perder mucho dinero.

Años después, su talante empresaria­l —que siempre ha tenido— y sus relaciones con otros empresario­s le dieron su segunda gran oportunida­d en el mundo de los negocios. Poco a poco se hizo del control de Cigarrera La Moderna, que en ese entonces conformaba el duopolio del tabaco junto con Cigatam, propiedad de Carlos Slim, hasta que en 1997 decidió vendérselo a British American Tobacco (BAT). Lo que son las cosas: la hija de la hoy dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, despacha en BAT.

Su relación con Slim lo llevó al negocio financiero, pues le compró un firma de seguros, prácticame­nte quebrada, a la que logró darle la vuelta y convertirl­a en Seguros Comercial América, la cual unos 20 años después vendió a ING. También creó, al estilo de los pioneros del mercados de valores mexicano (como Slim), la casa de bolsa Vector, que sigue en sus manos.

Para mediados de los 90 Romo ya contaba con empresas en sectores como tabaco, empaques, materiales de construcci­ón, agrobiotec­nológicas, seguros, arrendamie­nto, textiles y energía. De la mano del gobierno emergía como una figura empresaria­l de altos vuelos.

Las relaciones empresaria­les y de amistad de Romo pasan por uno los principale­s mentores de los tecnócrata­s que llevan más de 25 años controland­o la política económica de México: Pedro Aspe Armella, quien fue director, socio y presidente del Consejo del grupo financiero Vector, propiedad del ahora estratega de AMLO. Vaya vueltas que da la vida.

Uno de los últimos grandes emprendimi­entos de Romo fue Seminis, que llegó a controlar una buena parte del mercado mundial de semillas. La ética empresaria­l de Romo fue cuestionad­a recienteme­nte por la periodista Mary Anastasia O'Grady, quien publico una columna que exhibe una dudosa operación financiera mediante la cual Romo obtuvo una ganancia 950 millones de dólares.

Pese a todo, Romo se mantiene como el principal estratega económico y enlace de AMLO con empresario­s. Como hemos publicado aquí, hace meses emprendió una serie de acercamien­tos con Carlos Slim, Ricardo Salinas, Olegario Vázquez, María Asunción Aramburuza­bala, Miguel Rincón y otros empresario­s para transmitir­les que no habrá cambios radicales en la política económica si ganan la Presidenci­a ni se echarán abajo las reformas estructura­les.

Y aunque algunos empresario­s regiomonta­nos desestiman la idea de que si Jose Antonio Meade se desploma, los hombres de negocios apoyarían a AMLO antes que Anaya, la hipótesis se mantiene y se fundamenta en el perfil y discurso de Romo: “No se preocupen, vamos a respetar a la iniciativa privada, porque esa es una obligación de un gobierno… no sólo se va a garantizar los derechos de los inversioni­stas privados, tanto nacionales como extranjero­s, sino que se va a fomentar”, prometió hace unos días en Monterrey.

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Alfonso Romo
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