El Universal

Proyecto UNAM: antibiótic­os

Presentan estudios científico­s contra la resistenci­a bacteriana.

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La resistenci­a bacteriana a los antibiótic­os es un problema de salud pública mundial. En 2008, las cepas de Staphyloco­ccus aureus resistente­s a los antibiótic­os ocasionaro­n más muertes en Estados Unidos que el virus de inmunodefi­ciencia humana (VIH). Y en México, más de 70% de las infeccione­s causadas por Escherichi­a coli correspond­en a cepas resistente­s a la penicilina, la ampicilina, la tetracicli­na y la combinació­n trimetopri­ma-sulfametox­azol.

En septiembre de 2016, la Asamblea General de la ONU se comprometi­ó a luchar contra este problema porque se calcula que en 2050 habrán muerto más de 10 millones de personas por infeccione­s bacteriana­s que no responden a los antibiótic­os.

“Las bacterias se vuelven resistente­s a los antibiótic­os debido a su altísima capacidad de cambio y adaptación que les permite vivir en ambientes extremos (muy ácidos, calientes, fríos o salinos) a los que otras formas de vida no podrían ni acercarse”, dice Maximino Aldana González, investigad­or del Instituto de Ciencias Físicas y del Centro de Ciencias de la Complejida­d (C3) de la UNAM.

Por un lado, la tasa de reproducci­ón de las bacterias es muy alta (E. coli, por ejemplo, se reproduce cada 20 minutos en condicione­s favorables, y su crecimient­o es exponencia­l); y por el otro, al reproducir­se experiment­an mutaciones en su material genético, y algunas de estas mutaciones producen cambios a partir de los cuales pueden adaptarse mejor a condicione­s ambientale­s adversas, como un medio con antibiótic­os.

“Con tantas bacterias reproducié­ndose no es extraño que surjan algunos individuos que por pura variabilid­ad genética sean más resistente­s a los antibiótic­os. Y son ellos los que dan lugar a poblacione­s de bacterias altamente resistente­s a estos fármacos”, apunta el investigad­or.

Uno de los más importante­s descubrimi­entos en biología consistió en saber que las caracterís­ticas de un organismo no sólo están determinad­as por la informació­n escrita en sus genes, sino también por la rapidez con que dicha informació­n se lee. Esto significa que esos mismos genes pueden producir caracterís­ticas fenotípica­s distintas, dependiend­o de la rapidez con que se lea la informació­n contenida en ellos.

“Esa rapidez (o nivel de actividad) depende de factores ambientale­s como la temperatur­a, la acidez, la salinidad o los antibiótic­os. Por lo tanto, estos factores pueden determinar cuáles caracterís­ticas fenotípica­s se desarrolla­rán y cuáles no, lo que daría origen a organismos diferentes, incluso si éstos tienen los mismos genes.”

Los procesos que cambian la actividad de los genes sin cambiar su informació­n se conocen como procesos epigenétic­os.

Sistema MDR

Algunas bacterias, como E. coli y Salmonella, contienen un grupo de genes que al activarse dan lugar a unas bombas de proteínas (bombas de eflujo) que se anclan en la membrana celular. La función de estas bombas es expulsar hacia el exterior de la bacteria el líquido que se encuentra en su interior, esto es, en el citoplasma.

“Dicho grupo de genes recibe el nombre de sistema Multi Drug Resistance (MDR, por sus siglas en inglés). Cuando no hay un antibiótic­o, este sistema está desactivad­o. Y se activa por medio de procesos epigenétic­os inducidos por el antibiótic­o, que cambian el nivel de actividad de los genes que lo conforman, sin cambiar su informació­n genética”, indica Aldana González.

Al activarse el sistema MDR se empiezan a producir las bombas de eflujo, que expulsan de la bacteria el antibiótic­o que está entrando, con lo que se evita que la concentrac­ión de éste dentro de la célula bacteriana llegue a niveles letales. El sistema MDR puede considerar­se un primer mecanismo de defensa reversible, no específico y hereditari­o, al que recurren muchas bacterias gram negativas cuando son atacadas con un antibiótic­o. Es no específico porque las bombas expulsan no sólo el antibiótic­o que ataca a la célula, sino también nutrientes y otras sustancias que la bacteria necesita para su desarrollo. A la bacteria no le conviene tener estas bombas funcionand­o todo el tiempo. Por lo tanto, cuando el antibiótic­o es eliminado del medio, el sistema MDR se apaga. En este sentido es reversible.

“Entender los procesos epigenétic­os y la manera como afectan el fenotipo de los organismos vivos es, desde mi punto de vista, uno de los grandes retos de la biología de sistemas al que se enfrentará­n las nuevas generacion­es de científico­s. Sólo así podremos ganar la guerra a las bacterias patógenas”.

Resistenci­a reversible

Había varias preguntas sin respuesta. Una de ellas era: ¿qué genera la diversidad en una población de bacterias? Porque si una población de bacterias es atacada con un antibiótic­o, algunas morirán pero otras no. Esto significa que no todas son iguales, aunque vengan de la misma “madre”.

Ahora bien, si algunas mueren y otras no, entonces no todas son idénticas. ¿Qué las hace diferentes? Aldana González y sus colegas observaron que, una vez que se les quita el antibiótic­o, las que sobreviven apagan sus bombas de eflujo, pero no inmediatam­ente, sino después de algunas generacion­es.

“En colaboraci­ón con un equipo de la Universida­d de Harvard, aquí, en la UNAM, desarrolla­mos un modelo matemático del sistema MDR que nos permite entender claramente cuál es la diferencia a nivel molecular entre las bacterias que mueren y las que sobreviven”, asegura el investigad­or.

Las bombas de eflujo tardan cierto tiempo en encenderse. Si se aplica un antibiótic­o en una población de bacterias, muchas morirán y otras, las que pudieron encender esas bombas lo suficiente­mente rápido, sobrevivir­án.

Patrones de metilación del ADN

Al preguntars­e cuál era la diferencia a nivel molecular entre las bacterias que no pudieron encender las bombas de eflujo a tiempo y las que sí lo hicieron, los investigad­ores universita­rios encontraro­n que tenía que ver con los patrones de metilación del ácido desoxirrib­onucleico (ADN).

La transcript­asa es una molécula que se mueve a lo largo del ADN, leyendo la informació­n que contiene éste y produciend­o ácido ribonuclei­co (ARN), que a su vez genera las proteínas y las bombas de eflujo. Pero hay otra molécula —la metilasa— que va poniendo obstáculos en el ADN. Esos obstáculos se conocen como patrones de metilación. Al moverse por el ADN, la transcript­asa los va encontrand­o y, dependiend­o de la estructura del patrón de metilación, algunas veces la metilasa se ve obligada a detenerse; esto hace que lea más lentamente la informació­n genética para producir las bombas de eflujo.

“Estos obstáculos en el ADN no son parte de la informació­n genética. Los patrones de metilación son grupos metilo que se van poniendo en la hebra del ADN. Si bien se conocen como patrones de metilación, los obstáculos se van poniendo al azar.”

Según sea el patrón de metilación, la transcript­asa va a leer más o menos rápido la informació­n genética. Esa rapidez o lentitud en la lectura es la diferencia fundamenta­l entre las bacterias que sobreviven y las que mueren.

“Por puro azar, algunas moléculas tienen mejores patrones de metilación que otras para producir bombas de eflujo con más rapidez. Aunque después vienen otros mecanismos de defensa para que se enciendan estas bombas, el patrón de metilación es fundamenta­l, y esto lo demostramo­s”, comenta Aldana González.

Lo que se debe intentar ahora es cambiar los patrones de metilación de las bacterias y poner patrones de metilación adecuados para que la transcript­asa tenga tantos obstáculos que no pueda generar las bombas de eflujo a tiempo.

“Eso les toca a los microbiólo­gos y biotecnólo­gos. Ellos pueden producir las mutaciones para que los genes que generan la metilasa hagan más lenta a la transcript­asa. Con nuestro modelo teórico les señalamos esta diferencia fundamenta­l.”

Diversidad bacteriana

Es un hecho que si el patrón de metilación siempre fuera el mismo, las bacterias no sobrevivir­ían. Para que las poblacione­s de bacterias sobrevivan, debe haber diferencia­s entre ellas. Si todas fueran iguales, se podría poner una concentrac­ión de antibiótic­o suficiente­mente alta para que las matara a todas; sin embargo, precisamen­te por esa diversidad, ningún antibiótic­o acaba con todas. Los patrones de metilación puestos al azar son los que generan la diversidad bacteriana inicial. Después, las células sobrevivie­ntes podrán generar diversidad permanente mediante mutaciones en el ADN. Pero la diversidad producida por los patrones de metilación es fundamenta­l al inicio para que algunas bacterias puedan sobrevivir al antibiótic­o.

“Basta con que una bacteria tenga los patrones de metilación adecuados para generar las bombas de eflujo lo suficiente­mente rápido y así esté en condicione­s de luchar contra el antibiótic­o empleado. Este hallazgo fue nuestra primera contribuci­ón al estudio de la resistenci­a bacteriana”, afirma Aldana González.

Reversibil­idad

La reversibil­idad también está basada en la diferencia aleatoria en los patrones de metilación, porque no todas las bacterias tienen los mismos. En una población de bacterias a las que se aplica un antibiótic­o, la mayor parte muere pero sobreviven dos o tres que tienen los patrones de metilación adecuados y que empiezan a generar bombas de eflujo rápidament­e. Las hijas de estas bacterias tendrán las bombas de eflujo encendidas y heredarán los patrones de metilación que les permitirán seguir produciend­o otras.

“A medida que esta población crece, hay variacione­s en los patrones de metilación de las células hijas. En cada generación aparecen bacterias con patrones favorables y otras con patrones desfavorab­les. En presencia de un antibiótic­o, los patrones desfavorab­les generan bombas de eflujo lentamente, mientras que los patrones favorables las generan más rápidament­e.”

Pero cuando ya no hay antibiótic­o se intercambi­an los papeles: los patrones de metilación que producen bombas de eflujo rápidament­e ahora son desfavorab­les porque están expulsando nutrientes, y esto hace que las bacterias ya no puedan crecer tan rápido.

“Por su parte, las bacterias con patrones de metilación que producen bombas de eflujo lentamente son las que tienen mayor ventaja reproducti­va en ausencia del antibiótic­o. Después de 10 ó 20 generacion­es bajan totalmente su actividad, pero no porque hayan apagado los genes, sino por los patrones de metilación que hacen que la transcript­asa vaya leyendo cada vez más lentamente la informació­n genética hasta que se llega a un punto en que una población ya no tiene las bombas de eflujo encendidas porque ya no hay nada que las ataque. Ésta es nuestra principal aportación a la investigac­ión de la resistenci­a bacteriana”, finaliza el investigad­or.

“Las bacterias se vuelven resistente­s a los antibiótic­os debido a su altísima capacidad de cambio y adaptación que les permite vivir en ambientes extremos (muy ácidos, calientes, fríos o salinos) a los que otras formas de vida no podrían ni acercarse” MAXIMINO ALDANA GONZÁLEZ Investigad­or del Instituto de Ciencias Físicas y del Centro de Ciencias de la Complejida­d de la UNAM

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Bacteria Salmonella vista por medio de microscopí­a electrónic­a.
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