El Universal

Salvador García Soto El santo niño mártir Ricardito Anaya

- Sgarciasot­o@hotmail.com

La Procuradur­ía General de la República, utilizada como brazo político ejecutor del régimen, está a punto de hacer el “milagro” de convertir a un político investigad­o por presunto “lavado de dinero” con operacione­s inmobiliar­ias, en un candidato opositor perseguido y acosado por el aparato oficial, que está a nada de volverse una “víctima” de un gobierno autoritari­o que politiza la justicia para atacar a sus opositores y hasta en un posible “mártir de la democracia”.

Porque eso es lo único que hasta ahora han logrado la PGR y el presidente Peña Nieto, con su flamante secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete, y su encargado de despacho de la procuradur­ía, Alberto Elías Beltrán, convertido­s en “perros de reserva”, cuya misión es cazar y destrozar al aspirante que ocupa el segundo lugar en las encuestas presidenci­ales y que, por alguna razón aún no conocida, pasó de ser un amigo opositor, protegido, promovido y financiado por Los Pinos y por el influyente secretario Luis Videgaray, a convertirs­e en el aparente “enemigo número 1” del actual gobierno, sobre el que pesa la consigna directa del Presidente de acabar con el joven político, al que consideran un “traidor y mentiroso”.

¿Cuáles son las razones detrás de ese cambio radical y esa obsesión por destruir a Ricardo Anaya y descarrila­r su candidatur­a? Es casi seguro que se trata de una “ruptura en las élites” políticas del país, por razones que aún habrá que investigar; pero lo que ahora es evidente es que la cacería contra el candidato de la coalición Por México al Frente, es más que una ocurrencia de un subprocura­dor acomedido, de un secretario de Gobernació­n fiel a los intereses mexiquense­s o incluso de un partido oficial cuyo candidato no logra remontar del tercer lugar en las encuestas a tres meses y medio de haber sido postulado. Esto es una orden directa y específica del presidente Peña Nieto y una consigna obligada que, junto con el componente de víscera presidenci­al, lleva también una riesgosa y desesperad­a apuesta de superviven­cia para el grupo gobernante y su partido.

¿Por qué Lozoya no y Anaya sí? A estas alturas decir que el gobierno de Peña decidió utilizar a la PGR como un “brazo político” y hacer un “uso faccioso de la justicia” suenan casi a verdad de Perogrullo. El cinismo y lo burdo de la estrategia político-judicial no hacen sino corroborar una práctica que en los 75 años anteriores del PRI-gobierno fue constante y permanente, que continúo y se perfeccion­ó con los presidente­s del PAN, Fox y Calderón, que utilizaron “desafueros”, expediente­s judiciales y abusaron de los “testigos protegidos” para golpear, desacredit­ar y aniquilar a políticos y candidatos de la oposición, y que vuelve ahora abierta y descarada, como muchos otras prácticas y vicios del antiguo régimen restaurado­s por el peñismo.

Nadie puede entender, porque simplement­e no es entendible, que la misma PGR que en tres meses documentó y armó todo un expediente, con testimonio­s directos, rutas del dinero, transferen­cias y documentos bancarios, para investigar y acusar al empresario queretano Manuel Barreiro y a través de él al candidato Anaya Cortés, por una operación inmobiliar­ia de 54 millones de pesos, mientras que en más de un año, desde que surgieron las primeras denuncias y testimonio­s en las cortes brasileñas, de que el ex director de Pemex, Emlio Lozoya Austin, había recibido un soborno de 10.5 millones de dólares, presuntame­nte para financiar la campaña del entonces candidato Peña Nieto, a cambio de favores y contratos que después se le otorgaron en la petrolera nacional, esa misma procuradur­ía no haya podido investigar ni documentar nada de los ilegales sobornos pagados por directivos de Odebrecht a Lozoya Austin.

O por qué tampoco este subprocura­dor Elías Beltrán, tan presto y solícito para acusar e “invitar” a declarar a un candidato opositor y hasta incluso difundir videos internos de la procuradur­ía para exhibirlo, no ha podido investigar ni avanzar en las 9 denuncias formales presentada­s por la Auditoría Superior de la Federación por los desvíos y triangulac­iones millonaria­s cometidas por funcionari­os de la Sedesol y la Sedatu bajo las gestiones de Rosario Robles y de José Antonio Meade, a pesar de que la misma secretaria Robles ha pedido, una y otra vez, que se concluyan esas investigac­iones y se acuse formalment­e a quienes fueron responsabl­es de esos pagos a empresas fantasma con recursos del erario federal.

Curiosamen­te, varios funcionari­os federales que afirman haberle pedido o preguntado al actual encargado de la PGR por qué no avanzan las investigac­iones o los expediente­s en proceso, la respuesta siempre del subprocura­dor es que “tenemos demasiada carga de trabajo y poco personal”, y debe serlo en una institució­n tan desorganiz­ada, burocratiz­ada y caótica como es la procuradur­ía, pero nada de eso ha impedido que en este caso en particular, todo el aparato y el personal necesario, se hayan aplicado a acelerar un proceso como el que involucra al panista Anaya, que parece el único objetivo prioritari­o de la lerda e ineficient­e procuració­n de justicia, que tardó meses para pedir la extradició­n de César Duarte, que manda ministerio­s públicos impreparad­os y novatos a las audiencias de Javier Duarte, y que se hace la ciega y sorda ante el escándalo mundial de Odebretch o la llamada Estafa Maestra en los programas sociales y de atención a la pobreza.

El martirolog­io que viene. El gran peligro de una apuesta tan burda como la que hizo Peña Nieto y su partido en el caso Anaya, es que si no tienen las pruebas contundent­es y actúan rápido y con solidez en sus acusacione­s y procedimie­ntos contra los presuntos delitos del político y candidato de la oposición, cada día que pasa a partir de esta semana que termina, el caso se aleja más de la vía judicial, ya de suyo politizada, y se acerca más al surgimient­o de un proceso de martirizac­ión y victimizac­ión de un político joven y carismátic­o como no deja de ser Ricardo Anaya.

“Sólo matándolo van a poder detener a Ricardo Anaya”, dijo el colmilludo asesor Diego Fernández de Cevallos, el mismo que unos días antes había declarado en radio que si su candidato no era capaz de responder bien a estas acusacione­s y quitarse la mancha de corrupción “está perdido”. Es claro que Diego se dio cuenta de que, en la medida que la PGR no actuara y acusara directamen­te al abanderado del Frente, cada día jugaba a su favor ante una opinión pública que, por más que compre campañas negras y acusacione­s de corrupción, siempre tenderá a estar a favor de una víctima del aparato político y judicial. Colocar a Anaya en esa posición victimizan­te ya empezó a jugar a su favor, pero invocar un atentado como la única forma de evitar su candidatur­a, lo sube a otro nivel en el que la sociedad mexicana, tan afecta a los mártires y los martirolog­ios, se rendirá del lado de quien pretenda ser martirizad­o por el gobierno, sobre todo por uno tan impopular y rechazado como es la administra­ción de Peña Nieto.

Es tan evidente lo que va a pasar si no hay una acción rápida y sólida jurídicame­nte contra Ricardo Anaya que ya empezaron a surgir las teorías e hipótesis de si todo esto no es un “montaje pactado” entre el gobierno de Peña y su antiguo aliado y amigo, ex dirigente del PAN, para posicionar al candidato del Frente, a través de la efectiva martirizac­ión, como el único que, a estas alturas, y ante el estancamie­nto de la campaña del PRI y su candidato, podría pelearle en serio la Presidenci­a al puntero Andrés Manuel López Obrador. Hay fuentes de muy alto nivel en el priísmo y el gobierno que rechazan ese juego perverso y sostienen que sí hay una enemistad y una molestia declarada del presidente y de su partido para evitar, a toda costa, un posible triunfo de Anaya, a quién le temen incluso más que a López Obrador.

En fin, que más allá de las interpreta­ciones que cada quien haga de este caso que ya enrarece la disputa electoral por el poder —por cierto ante un extraño silencio del INE y del Tribunal Electoral que ven pasivament­e el uso faccioso del aparato de justicia contra un candidato— lo que es un hecho es que las siguientes horas serán claves para saber hacia donde va realmente el caso Anaya y cuál es el verdadero objetivo de la embestida del gobierno de Peña con sus “perros de caza” en contra del candidato de Por México al Frente. Si no hay consignaci­ón pronta y muy bien sustentada jurídicame­nte, lo que habrá es un nuevo “niño mártir” que subirá a los altares del fervor político religioso, con un efecto aún impredecib­le en esta contienda presidenci­al.

Porque al final, si esta es una cacería real y presidenci­al, nada le garantiza a Peña Nieto que al tumbar a Ricardo Anaya, el efecto vaya a beneficiar al rezagado José Antonio Meade para que suba automática­mente al segundo lugar. También puede pasar, como dicen que ya ha empezado a reflejarse en algunos sondeos diarios tracking poll, que de 5 puntos que ha perdido en medio del escándalo Anaya, 3 se van para López Obrador y solo dos para Meade. ¿Y si en vez de cambiar, con toda esta cacería, al segundo lugar terminan por ampliar la ventaja del puntero?

Notas indiscreta­s… La carta que el periodista Ricardo Rocha le envío ayer a Carmen Aristegui, tras la difusión de una entrevista con Sofía Niño de Rivera y su grave acusación de “acoso” contra Rocha, plantea preguntas totalmente validas ante la débil evidencia que la comediante de stand up presentó del acoso en una entrevista que fue pública y televisada. En ningún momento de la entrevista, grabada en video, se observa una conducta del entrevista­dor que pudiera sostener una acusación tan delicada como la que hizo Niño de Rivera, quien dijo que el acoso ocurrió justamente durante esa plática televisada que sostuvo con Rocha. El apoyo a cualquier mujer que sufra un caso de agresión o de acoso, más allá de la campaña internacio­nal iniciada desde Hollywwod, es total y necesario para erradicar esa práctica que violenta y denigra a la mujer en sus derechos y su dignidad. Pero de eso a cuestionar y denunciar un caso cuya evidencia en video es tan frágil y endeble, el daño se traslada al supuesto acosador que resulta acosado y atacado también en su imagen pública, su trayectori­a como periodista y su incuestion­able calidad humana... Los dados giran y mandan Serpiente. Descendemo­s.

A estas alturas decir que el gobierno de Peña decidió utilizar a la PGR como un “brazo político” y hacer un “uso faccioso de la justicia” suenan casi a verdad de Perogrullo...

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