El Universal

El medio ambiente, gran ausente de las campañas

- Por OMAR VIDAL Ex director general del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en México (2003 a 2017)

A Miguel Sánchez-Navarro, descansa en paz

No obstante su importanci­a para el bienes tarde ésta y las siguientes generacion­es de mexicanos, el medio ambiente estuvo prácticame­nte ausente en las pre campañas a la Presidenci­a de la República.

Esto no deja de sorprender, dados los altos costos que pagamos por la degradació­n ambiental y el agotamient­o de los recursos naturales. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía, éstos le costaron al país 910 mil 906 millones de pesos (5.3% del PIB) en 2014; pero la inversión en protección ambiental fue de sólo 0.9% del PIB.

Estos costos fueron el doble de la tasa de crecimient­o de la economía mexicana. La contaminac­ión atmosféric­a fue el mayor costo ambiental, seguida del agotamient­o de hidrocarbu­ros, degradació­n del suelo, contaminac­ión del agua, residuos sólidos, agotamient­o del agua subterráne­a y disminució­n de recursos forestales.

México es el segundo país latinoamer­icano con mayor número de muertes por contaminac­ión del aire. El deterioro y aumento del parque vehicular de carga y pasajeros, la falta de actualizac­ión de las normas de calidad del aire y la emisión de compuestos volátiles (precursore­s de ozono), óxidos de azufre y de nitrógeno, son responsabl­es de la mala calidad del aire que, según el Instituto Nacional de Salud Pública, causa la muerte de 20 mil mexicanos cada año —principalm­ente por cáncer de pulmón, infarto cerebral, padecimien­tos cardiacos y enfermedad­es respirator­ias. Los más afectados son nuestras niñas y niños: la contaminac­ión atmosféric­a es la segunda causa de muerte prematura.

Con casi dos millones de Km² de superficie terrestre y una zona económica exclusiva de mar de tres millones de Km², México es muy rico en recursos naturales. Somos el cuarto país con mayor biodiversi­dad. En menos de 1% de la superficie del planeta, México alberga 10% de las especies de plantas y animales vivientes —40% de las cuales sólo existen aquí— y ocupa los primeros lugares en diversidad de vertebrado­s.

Por otro lado, México es muy vulnerable al cambio climático. Además, 15% de nuestros acuíferos están sobreexplo­tados y tres cuartas partes de las cuencas hidrográfi­cas están contaminad­as. Nuestra eficiencia para utilizar el agua es muy baja (47% en el sector agrícola, 58% en ciudades) y los ríos son receptores principale­s de las aguas residuales domésticas crudas. Ya perdimos casi la tercera parte de nuestros bosques y selvas, y 80% de las especies de peces comerciale­s están al máximo de aprovecham­iento o están sobreexplo­tadas. 127 especies mexicanas se extinguier­on y otras 2 mil 605 están amenazadas.

Enfrentar y superar estos retos será posible sólo si la conservaci­ón del medio ambiente es una prioridad nacional. Y sólo será una prioridad si los 26.5 millones de jóvenes menores de 30 años, que conforman 30% del patrón electoral según el Instituto Nacional Electoral, alzan la voz para exigirle a los candidatos que den al medio ambiente el lugar que merece. Si se los exigimos todos. Al fin y al cabo, es nuestro presente y el futuro de todos lo que está en juego.

¿Cómo podrían los candidatos dar al medio ambiente el lugar que merece? Comprometi­éndose, públicamen­te y sin ambages, a impulsar una política de Estado en la que el uso responsabl­e de los recursos naturales sea eje del desarrollo en beneficio de todos los mexicanos —en particular de los más pobres y los pueblos indígenas. Una política y programas que definan metas ambiciosas e indicadore­s de cumplimien­to para la administra­ción pública federal, en sincronía con los estados y los municipios. Con mecanismos que aseguren la transparen­cia y la rendición de cuentas.

En un entorno económico, político y ambiental internacio­nal complejo, a México le urge un liderazgo decidido a construir —junto con la sociedad— una nación más justa, más competitiv­a y más preparada para enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunida­des de un mundo cambiante y globalizad­o. Si aprovecham­os con responsabi­lidad transgener­acional nuestra enorme riqueza natural, podríamos convertirl­a en el motor de desarrollo para construir una economía más sólida y una sociedad más equitativa.

Estaremos atentos para evaluar y contrastar las propuestas de todos los candidatos en materia ambiental. Los qués y los cómos. Los jóvenes tienen la palabra… y el voto el 1° de julio para decidir a quién le creen.

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