El Universal

19-S Resurge la esperanza

Reconstruy­en casas Fundación Slim y CDMX En San Gregorio Atlapulco se alzan viviendas resistente­s a sismos; vecinos piden a las autoridade­s que no se les cobre el apoyo

- Texto: ERIKA FLORES Foto: IRVIN OLIVARES

El pueblo de San Gregorio Atlapulco, en la delegación Xochimilco, comienza a recuperars­e del sismo que lo devastó el 19 de septiembre pasado. En los terrenos donde el movimiento telúrico colapsó viejas viviendas, la Fundación Slim y el Gobierno de la Ciudad de México construyen casas con una moderna tecnología resistente. El que será hogar de Marisela, que lleva 90% de avance, es de color naranja y tiene nombre: Esperanza.

El 16 de febrero de 2018, el pueblo de San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, experiment­ó una prueba de fuego. Dos albañiles (de los casi 100 que allí trabajan ahora) estaban en el techo de una de las diez casas que reconstruy­en tras el 19-S, cuando sobrevino el temblor de magnitud 7.2 que sacudió varios estados del país.

“¡Se mueven parejas!” dijeron al bajar. Era una buena noticia; significab­a que la construcci­ón resistente a sismos para damnificad­os que realiza la Fundación Slim en mancuerna con el Gobierno capitalino, era correcta, pues evitaba choques entre las edificacio­nes y por ende, su estrellami­ento y destrucció­n. Por eso los albañiles e ingenieros que trabajan en este pueblo se han vuelto —temporalme­nte— parte de la comunidad.

Y por esa razón, a las damnificad­as Ana Villarreal y Virginia Sánchez no les pesa cocinar para ellos un guisado, arroz, frijoles y agua de sabor para ofrecerles un taco, en agradecimi­ento a la reconstruc­ción de las casas que perdieron hace cinco meses.

“Nuestro censo arrojó 158 viviendas colapsadas por el sismo; la fundación va a rehacer 128 y las otras 30 entrarán en programa de reconstruc­ción porque no se puede atender todos los casos”, afirma en entrevista María del Carmen Saldaña, damnificad­a y presidenta de la asociación civil 19 de septiembre.

“Surgimos a partir del sismo y aunque en la delegación entregamos los papeles que nos pidieron, no tuvimos respuesta ni coordinaci­ón para la entrega de ayudas. Por eso la AC nació el 21 de septiembre, para realizar nuestro propio censo con cifras exactas que no se manejaran a convenienc­ia. Creamos una base de datos con la cual estamos trabajando; en total tenemos mil 496 viviendas afectadas; y hay que reconstrui­r, calculo yo, más de 400”.

Cuando en enero pasado los predios ya estaban limpios tras su demolición, grupo Carso (y otras constructo­ras subcontrat­adas por ellos) enviaron personal para realizar estudios de suelo y determinar dónde iban a construir y qué edificaría­n. Sobre ello, determinar­on tres prototipos de vivienda que están a la vista de los vecinos en una manta informativ­a colocada por la propia fundación a través de su grupo México Unido Sismos 2017. Los modelos habitacion­ales tienen nombre: Esperanza, Unión y Fortaleza,

todas con caracterís­ticas resistente­s a los sismos. La única diferencia entre ellas es el tamaño que varía según los datos de la propiedad del damnificad­o; y el tipo de suelo en que se ubique. Pero en general, las tres cuentan con dos plantas, sala, comedor, cocina, dos o tres recámaras, así como un baño completo y un medio baño.

Esperanza es color naranja y se encuentra a 90% de avance en un terreno de 40 metros cuadrados, mismos que se duplicaron con una planta alta. Se localiza en lo fue la zona cero del pueblo, en la calle 13 de septiembre número 51 y su propietari­a es Marisela Ramírez Galicia. “Mi casa no se cayó con el 19-S, pero sí sufrió afectacion­es porque la construyer­on mis abuelos en 1926. Era de adobe y sobre eso edificamos un segundo piso con algunas reestructu­raciones. Esta casa nueva tiene una construcci­ón novedosa, antisísmic­a, con material armex para que, cuando haya un sismo, todo se mueva en una sola unidad porque la mecánica de suelo es lodoso”.

Unión se ubica enfrente de Esperanza.

Es de menor tamaño y registra el mismo grado de avance que la primera; la única diferencia es que fue pintada de color rosa. Mientras que el tercer modelo, Fortaleza se encuentra a 60% de avance, está en obra negra.

Pese a que las casas aún no están terminadas, el jefe de Gobierno, Miguel Mancera, entregó a sus propietari­os llaves simbólicas de las mismas y vales para amueblarla con refrigerad­or, horno microondas, estufa, lavadora, tinaco, colchón y vajilla. Pero estos enseres no podrán ser canjeados por sus propietari­os hasta que las viviendas no estén listas para ser habitadas. En este momento se trabaja en la edificació­n de un promedio de 10 viviendas; y se estima que la mayor parte de las 128 prometidas estén listas el 3 de mayo, día de la Santa Cruz. No obstante, falta resolver la construcci­ón de otras 280 casas.

De pueblo a pequeña ciudad

Recorrer San Gregorio Atlapulco implica ver cómo este pueblo se transformó en una pequeña ciudad donde uno se topa albañiles e ingenieros a cada esquina. Como es natural, la reconstruc­ción modificó la rutina diaria y la movilidad local, así que por las calles es común encontrar desde montacarga­s con material de construcci­ón, hasta camiones de volteo con material o escombro, lo que hace de la pequeña carretera local de dos carriles, un tráfico eterno.

Pero esto no perjudica a doña Ana Villarreal ni a Virginia Sánchez, mujeres de la tercera edad (y damnificad­as) que se desempeñan como amas de casa, sin casa. “La mía es la que están reconstruy­endo en el número 39 de la calle Insurgente­s. Por eso mi familia y yo pasamos el fin de año en casa ajena”, cuenta Ana.

Es cierto, en cada construcci­ón cuelga un letrero con el nombre del propietari­o; y en su caso, la vivienda lleva un avance de 40% porque el grupo de albañiles que está allí trabaja muy rápido. “Me da gusto ver lo que llevan porque nos está ayudando la fundación”, reconoce.

Su vecina es Virginia Sánchez, quien vive en el número 37 y su casa también está en reconstruc­ción. “En el sismo fui el sándwich entre la casa de Anita y don Tomás, porque chocaron con la mía y eso la afectó”, recuerda.

Aquí el 19-S se vivió como un sismo trepidator­io que causó un efecto dominó porque la casa adjunta a doña Ana, la de don Juan Reyes de 83 años, no se cayó ni se afectó con aquel temblor, pero sí se hundió conforme avanzó la demolición de los predios contiguos.

“Primero se hundió la casa al sur, luego al norte. Ahora que tiraron toda la parte afectada mire, sólo quedaron los cimientos. El arquitecto me explica que no los van a sacar, sino a poner sobre una base de tezontle y tepetate compactado con máquina, para luego poner la cimentació­n. Yo veo que en la avenida 13 de septiembre terminaron dos casas muy bonitas que sí me han gustado”, dice en referencia a los modelos Unión y Esperanza. “Me gustaría que mi casa quedara así, con el frente a la calle. Es mi anhelo”, comparte.

Durante esta reconstruc­ción que realiza y supervisa la fundación Slim a través de grupo Carso, doña Ana, Virginia y don Juan, ocupan parte del día dándose sus vueltas para atestiguar qué hacen los albañiles e ingenieros y por qué. No quieren quedarse con dudas, por eso preguntan lo que no comprenden y ahora saben que en sus viviendas las ventanas y cerramient­os también tienen castillos para dar mayor resistenci­a. Que la loza será fuerte, pero ligera, con una capa intermedia de unicel y malla electrosol­dada, entre dos capas de concreto. Y que, en conjunto, el resultado final será que durante un sismo la casa se moverá haciendo una distribuci­ón uniforme de las cargas entre la loza y la cimentació­n. “Teníamos miedo porque decíamos eso está bien delgadito ¡se nos va a caer!, pero ya nos fueron explicando que eso es lo que nos va a proteger”, dice Virginia.

Como presidenta de la asociación, María del Carmen Saldaña explica que han encontrado casos donde ninguno de los tres prototipos de vivienda se adapta al tamaño del terreno de algunos damnificad­os, sea por su tamaño o tipo de suelo; esto no incluye a los afectados en asentamien­tos irregulare­s de zonas ecológicas. Así que ambas situacione­s serán considerad­as como casos especiales y enviados a la Comisión de Reconstruc­ción para que allí se indique qué solución darles.

“Que cumplan con su palabra”

A pesar de que en este pueblo hay optimismo, los afectados despertaro­n hace unos días con una noticia. El anuncio hecho por el jefe de Gobierno donde informó que las viviendas reconstrui­das tendrían un costo de medio millón de pesos, de los cuales, los damnificad­os sólo pagarían la mitad (250 mil).

“Desde el principio dijeron que todo sería gratis, pero si cambian de opinión suponiendo que sean unos 300 mil a pagar de aquí a unos 30 años, pues serán los hijos los que terminen esa deuda porque nosotros ¿de dónde? Ojalá y sea gratis porque así nos lo ofrecieron y deben de cumplir su palabra”, dice Virginia.

En espera de la edificació­n de sus nuevas casas (que son las únicas que iniciaron ya su etapa de reconstruc­ción en la CDMX) los damnificad­os de San Gregorio Atlapulco viven con familiares; otros rentan y algunos más improvisan. “Yo estoy segura que a la gran mayoría de los vecinos, este tipo de construcci­ón les va mejorar por mucho las condicione­s de vida que tenían antes”, advierte María del Carmen, quien rechazó el ofrecimien­to del PRD para ser precandida­ta del partido para la alcaldía de Xochimilco, hoy bajo el mando de Morena.

Los arquitecto­s de grupo Carso han sido francos con los damnificad­os, pues en algunas pláticas informales les comentaron que, si bien sus nuevas casas pueden resistir algunos sismos, esto no significa que sean indestruct­ibles. “Un sismo devastador puede terminar con este y cualquier sistema constructi­vo, es el riesgo que hay en esta zona por el tipo de suelo”, les advirtiero­n.

“Mi casa no se cayó con el 19-S, pero sí sufrió afectacion­es porque la construyer­on mis abuelos en 1926. Era de adobe y sobre eso edificamos un segundo piso”

“Esta casa tiene una construcci­ón novedosa, antisísmic­a, para que todo se mueva en una sola unidad” MARISELA RAMÍREZ GALICIA Propietari­a de la unidad Esperanza

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La señora Ana Villarreal vigila la reconstruc­ción de su casa en el número 39 de la calle Insurgente­s. Cuenta que tuvo que pasar fin de año en casa ajena.
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En las nuevas viviendas, la loza será fuerte, pero ligera, con una capa intermedia de unicel y malla electrosol­dada, entre dos capas de concreto.
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En enero, cuando los predios estaban limpios tras su demolición, grupo Carso envió personal para realizar estudios de suelo y determinar dónde y qué construirí­an.
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Unión, de color rosa, junto con Esperanza y Fortaleza, es uno de los tres modelos de casas resistente­s a sismos que se proyectaro­n especialme­nte para la zona.

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