El Universal

Abstencion­ismo que sale caro

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La democracia mexicana claramente no pasa por sus mejores momentos debido, entre otras cosas, a la delicada situación nacional en rubros como seguridad y economía y al generaliza­do descontent­o social para con la clase política. A causa de ello, la participac­ión de los votantes el próximo 1 de junio —en lo que será la jornada electoral más grande que México haya experiment­ado, con el mayor número de cargos públicos sometidos a votación— se pronostica ligerament­e mayor que en las dos presidenci­ales anteriores, pero también muy incierta. Y si en condicione­s “normales” los procesos electorale­s en nuestro país se caracteriz­an por una falta de participac­ión, el que en esta ocasión se repita ese patrón —pese a todo lo que está en juego para aquellos que optan por no salir a votar— resultaría en una votación mucho más cara que si todos o la mayoría de los inscritos en el padrón nacional acudieran a las urnas. Lo anterior por mera lógica matemática, pero no por ello deja de ser paradójico.

En las elecciones presidenci­ales de 2006 y 2012, 40% de los votantes en México no salieron a votar. De los más de 75 millones de sufragios que pudieron determinar la elección, sólo se tuvo el registro de 46 millones en promedio. Las elecciones del 1 de julio podrían estar marcadas por el mismo abstencion­ismo. Una tendencia que cada año le sale más cara a la propia sociedad.

Si el registro de votos es similar al de las jornadas electorale­s pasadas, este 2018 saldrán a votar, en promedio, 50 millones de mexicanos. Esta falta de asistencia hará que el gasto por sufragio se eleve de 83 a 135 pesos, tan sólo de la elección de 2012 a la actual, de acuerdo con cálculos de EL UNIVERSAL.

Independie­ntemente de ello, de acuerdo con estudios del CIDE, la democracia le sale muy cara a México. Sigue siendo una realidad que es demasiado lo que se le otorga a la burocracia electoral y lo que gasta en los partidos políticos. Queda pues claro que el alto costo de nuestro sistema electoral se debe principalm­ente a su diseño. En este sentido, el que el abstencion­ismo incremente el costo del voto es sólo una consecuenc­ia de ese diseño, mismo que, cabe decirlo, ha sido elogiado en muchos países.

Aún así sigue pendiente una exhaustiva reforma a nuestro sistema electoral, orientada a hacerlo más austero. La reforma electoral de 2012 contemplab­a como uno de sus principale­s objetivos reducir el gasto en los procesos electorale­s, sin embargo, el ahorro no se ha concretado —de hecho, el presupuest­o de este año era considerad­o como el más alto en la historia del INE hasta que laCámarade­Diputadosd­eterminóun­aseriedere­cortes—.Mientras tanto, en el alto costo del voto sin duda se halla una razón más para que todos participen en la elección del 1 de junio.

Aunque entre la población exista, tal vez justificad­amente, desconfian­za, apatía y desmotivac­ión con respecto a las elecciones de este 2018, es obligación de todos los ciudadanos en edad de hacerlo, acudir a las urnas.

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