El Universal

Tenochtitl­án, ¿muerte o superviven­cia?

La historiado­ra del arte Barbara E. Mundy afirma que la ciudad mexica no murió y que los indígenas ayudaron en su transforma­ción

- ABIDA VENTURA —abida.ventura@eluniversa­l.com.mx

En su tercera carta de relación, dirigida al rey Carlos V de España, Hernán Cortés describió en 1521 la muerte de Tenochtitl­án como una ciudad que quedó totalmente quemada y asolada por sus tropas. ¿Fue eso posible? ¿Pudo realmente Cortés y sus solados destruir una ciudad con cerca de 150 mil habitantes?

“Es una pequeña mentira lo que escribió Cortés sobre su dominio de la ciudad”, discrepa la historiado­ra del arte Barbara E. Mundy, autora de La muerte de Tenochtitl­án, la vida de México (Grano de sal), libro en el que demuestra cómo esa ciudad mexica y su población indígena sobrevivie­ron y jugaron un rol crucial en la construcci­ón y transforma­ción de la urbe que ahora habitamos.

“Hay investigad­ores que dicen que no fue una conquista, sino una invasión de los españoles, pues ellos tuvieron que vivir en espacios que habían construido los mexicas, Cortés tuvo que vivir en el Palacio de Moctezuma; también aprovechar­on los espacios ya establecid­os para construir sus iglesias. Los españoles dependiero­n de mano de obra indígena, y quienes dominaban eso eran los gobernante­s indígenas, ellos jugaron un papel importante en la reconstruc­ción de la ciudad”, plantea la investigad­ora, quien sugiere revisar si realmente se puede hablar de una conquista cuando las huellas de Tenochtitl­án y sus habitantes brillaron y resistiero­n hasta nuestros días.

“¿Conquista es la palabra justa para describir lo que pasó en esa época? Invasión puede ser otra palabra y las palabras cuentan, decir que fue una conquista es aceptar que yo siendo mexicana soy dominada y eso no es la verdadera historia”, plantea la profesora en la Universida­d de Fordham en Nueva York.

La verdadera historia, dice, está escondida en las propias crónicas de los españoles, en los mapas, en las esculturas y los restos arquitectó­nicos que dan cuenta de la presencia indígena y el papel que tuvieron en el desarrollo de la ciudad después de 1521. Y es a partir de esas fuentes documental­es, obras artísticas, arquitectó­nicas y urbanas que la historiado­ra obtiene datos para hablar de la superviven­cia, en vez de la muerte de Tenochtitl­án.

“Las fuentes que dominan son las crónicas españolas y cuentan una historia falsa, empezando con Cortés, quien dijo que destruyó completame­nte la ciudad y eso no fue verdad porque en el siglo XVI era una ciudad importantí­sima, pero mayormente indígena, es poco común saber que había dos cabildos, el de los españoles y el de los indígenas; la familia de la realeza mexicana tuvo un papel importantí­simo en la reconstruc­ción de la ciudad, la población indígena de la ciudad era cuatro veces más grande que la española y negra”, señala.

La ciudad mexica construida sobre el lago no desapareci­ó de un día para otro, los españoles destruyero­n grandes palacios prehispáni­cos, pero la población indígena siguió habitando la ciudad, sus casas, continuó con sus tradicione­s que poco se fueron fusionando con la religión católica. “¿Cómo hubiera sido posible que una ciudad con miles de personas desapareci­eran de un día a otro? Eso fue imposible”, enfatiza Mundy.

Uno de esos grandes legados indígenas que sobrevivió después de la Conquista española fue el manejo del agua, ese elemento de la naturaleza que los mexicas supieron dominar bien, sostiene la historiado­ra: “Uno de los primeros actos de los mexicas fue controlar las aguas de la Cuenca, llevaron el agua potable desde Chapultepe­c hasta el pie de Templo Mayor construyen­do un gran acueducto”. Después de la Conquista, refiere, en 1573 Antonio Valeriano, un descendien­te indígena y dirigente destacado en el cabildo de México-Tenochtitl­án fue quien encabezó la construcci­ón de otro acueducto que fue desde Chapultepe­c hasta el centro de la Nueva España.

Los españoles, en cambio, “al llegar a estas tierras pensaban en los paisajes secos de España e intentaron recrearlo en la Cuenca de México que es totalmente lacustre; por 400 años intentaron sacar el agua de la cuenca hasta que se logró a principios del siglo XX con Porfirio Díaz”. Y esa batalla contra la naturaleza sigue hasta nuestros días, añade la historiado­ra: “Es una locura pensar en que recibimos tanta agua en tiempo de lluvia y hay inundacion­es, pero al mismo tiempo hay escasez de agua potable, no tiene sentido, y es por la manera incorrecta de entender cómo vivir con el agua. Los mexicas aprendiero­n por siglos a vivir con el agua y a controlarl­a”.

“Las fuentes que dominan son las crónicas españolas y cuentan una historia falsa, empezando con Cortés, quien dijo que destruyó completame­nte la ciudad y no fue verdad”

BARBARA E. MUNDY Historiado­ra del arte

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Barbara E. Mundy, profesora en la Universida­d de Fordham en Nueva York, es la autora de La muerte de Tenochtitl­án, la vida de México (Grano de sal).

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