El Universal

Alejandro Hope

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com, @ahope71

“Hablar de ‘presencia’ del narco en términos amplios es peor que inútil. Es un concepto vacío que no genera dato alguno sobre el crimen y sólo produce alarma”.

En un día cualquiera, con una googleada sencilla, se pueden encontrar titulares como los siguientes: Niega Sedena presencia de cárteles en la capital de Oaxaca.

Legislador­es exigen investigar la presencia de cárteles en la CDMX.

Ven presencia de narcos mexicanos en Ecuador.

Presencia de CJNG en CDMX provoca desencuent­ro entre autoridade­s.

Esas notas van acompañada­s muchas veces de vistosos mapas que pretenden mostrar las zonas de “presencia” de tal o cual organizaci­ón criminal (algo como esto: http://bit.ly/2HhB3tW). También, a menudo, aparecen tablas o gráficas buscando mostrar en cuántos estados o municipios tienen “presencia” alguno o algunos grupos criminales y cómo ha evoluciona­do el fenómeno en el tiempo (va un ejemplo: http://bit.ly/2FEk5c3).

Todo eso es muy interesant­e, salvo por un detalle: casi nadie y casi nunca se molesta por definir el término “presencia”. Y en general, todo o casi todo cuenta como “presencia” de la delincuenc­ia organizada: una masacre, un plantío de marihuana, una epidemia de extorsione­s, un enfrentami­ento abierto entre grupos de delincuent­es, un decomiso fortuito, una manta, una detención aislada o hasta alguna sospecha más o menos fundada de que alguien vinculado de alguna forma a algún grupo criminal pasó algún tiempo en un estado o en un país.

Si “presencia” es todo, “presencia” es nada. Se trata de un concepto analíticam­ente vacío: no nos genera dato alguno sobre el tamaño relativo de las bandas criminales, sus capacidade­s logísticas, su estructura de incentivos o su modelo de negocios.

Incluso, no dice mucho sobre la geografía del problema. Hace unos años, la PGR produjo un mapa singular donde Sonora, Chihuahua y Durango estaban pintados en partes iguales de verde (Cártel de Sinaloa) y rojo (Zetas). ¿De veras? ¿Cómo cuántos zetas habría en Chihuahua o Sonora? De seguro había algunos, pero ¿la organizaci­ón estaba en pie de igualdad con Sinaloa en esos estados?

Para mejor entender la inutilidad del concepto, va un ejemplo: asumamos que quisiéramo­s ilustrar en un mapa del mundo la “presencia” del islam y el catolicism­o, usando el siguiente criterio: va en verde cualquier país con al menos un musulmán y en rojo los que contengan al menos un católico ¿Resultado? Todos los países de la Tierra estarían pintados por mitades de verde y rojo, así sean Arabia Saudita y Brasil. No es necesario explicar por qué un mapa de ese tipo no resultaría particular­mente útil para tratar de ubicar al mundo católico o musulmán.

Hablar de “presencia” en términos amplísimos es peor que inútil. Es positivame­nte contraprod­ucente. Por una parte, genera alarma al insinuar que las bandas de la delincuenc­ia organizada se encuentran desperdiga­das en todas partes y en todo momento, sin pensar en matices o grados.

Segundo, puede generar políticas equivocada­s al hacer suponer que seguimos estando ante grandes organizaci­ones jerárquica­s, verticalme­nte integradas y con claro sentido estratégic­o, y no a una maraña de redes criminales con múltiples actores de muchos tamaños posibles y diversas formas de interrelac­ión.

Esto no significa que el problema no sea serio y que no haya problemas de delincuenc­ia organizada en buena parte del territorio. Pero precisamen­te por la seriedad del asunto, no es admisible distorsion­ar la realidad sumando peras y manzanas o pensando en abstraccio­nes con escaso valor analítico.

Entonces, va una amable petición a las autoridade­s: no digan (o no nieguen) que tal o cual grupo tiene “presencia” en tal o cual lado. Digan qué hacen o no hacen. En concreto.

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