El internado más antiguo de la capital
El Internado número 17 abrió sus puertas en 1911, por mandato de Francisco I. Madero, para los “huérfanos de la Revolución”. Ex alumnos cuentan la historia de este recinto
En el comedor del Internado número 17 “Francisco I. Madero” conviven, como lo hacían en su infancia, los ex alumnos de distintas generaciones; algunos ingresaron en 1952, otros en 1960 y la mayor de todos, María Izquierdo, en 1940.
Este internado, sobre Avenida Circunvalación número 87, en la colonia Morelos, es el más antiguo de la capital con 107 años de existencia, según las placas de la entrada.
Recuerdos de la infancia se avivan como una llama que rehúsa extinguirse. Los amigos de María de los Ángeles Izquierdo Ramírez sirven el desayuno y platican llenando la atmósfera de nostalgia.
Los ‘hijos de la Revolución’. Este internado abrió sus puertas el 24 de diciembre de 1911, por mandato del presidente Francisco I. Madero. “Motivado al ver una gran cantidad de niños y jóvenes huérfanos, en condición de calle, decidió construir un espacio en el que los apoyaran”, comenta Gloria Santana, responsable de las relaciones públicas del internado.
La escuela para los ‘huérfanos de la Revolución’ fue construida en la entonces colonia La Bolsa, hoy Morelos y admitían a niños desde seis años hasta jóvenes de 19.
Por las mañanas recibían educación primaria y por las tardes acudían a talleres de oficio y deportes.
En 1938, “cuando el presidente Lázaro Cárdenas decidió expropiar el petróleo pidió apoyo a todos los mexicanos para pagar a las empresas extranjeras sus inversiones en nuestro país. Los niños de la escuela Francisco I. Madero decidieron donar la mitad de su ración de comida”, comenta Gloria Santana. María recuerda que:
“Entonces, nuestro presidente Lázaro Cárdenas ofreció modernizar la escuela –la otra ya era un jacal–. Cumplió. El edificio nuevo costó un millón 100 pesos, se hizo en un año. Abarcaba una manzana.
“La segunda etapa comienza con la construcción de este edificio, o con su inauguración el 28 de noviembre de 1940, días antes de que Lázaro Cárdenas entregara la presidencia a Ávila Camacho”, dice Gloria Santana, de relaciones públicas y quien está por cumplir 14 años en la institución.
María Izquierdo, a sus 87 años, conserva en su memoria la disciplina militarizada. “En esa época eran muy estrictos. Cambiamos el color de nuestro uniforme a verde olivo; nos levantaban antes de la siete de la mañana y nos metíamos a bañar con agua fría. Hoy tienen agua caliente y a los más pequeños les ayudan a bañarse”.
“En mi época de estudiante había disciplina; mano dura por parte de los prefectos. Todos eran militares de la Revolución”, recuerda Adolfo Lobato Croda. Ingresó a este internado el primer lunes de febrero de 1952.
Aquí fue donde encontró a personas que aún frecuenta y considera “parte de su familia”.
En 1940, a lo largo del territorio nacional existían 28 instituciones de este tipo, bajo la Dirección General de Internados, cuatro en la Ciudad de México, según la gaceta “Internados” de aquellos años.
Tres siguen en pie, el Francisco I. Madero, otro en la colonia del Valle y el tercero en Azcapotzalco.
Para 1974, “las autoridades del gobierno iniciaron programas de austeridad y los internados comenzaron a desaparecer, por lo cual nació la Asociación de Exalumnos del Internado ‘Francisco I. Madero’”, relata Adolfo Lobato Croda, quien también fue presidente de aquella a partir de 2011.
El ingeniero Adolfo Lobato llegó en silla de ruedas acompañado de su esposa y su hijo, quería estar con aquellas personas a las que considera “hermanas y hermanos”.
Al terminar el desayuno, dicen algunas palabras de aliento y le entregan al ingeniero Lobato una placa para agradecer por todos los años al frente de la Asociación de exalumnos. A él le cuesta trabajo hablar, sus ojos se llenan de lágrimas.
Después, poco a poco los exalumnos se retiran del plantel.
Este internado con 107 años de existencia, tiene en la actualidad 183 alumnos, cifra menor a los 850 estudiantes en la época de Adolfo Lobato, en los años 50.
La distribución de horarios es igual que cuando la fundó el presidente Francisco I. Madero: Por las mañanas reciben educación primaria y por las tardes talleres y actividades deportivas. Los alumnos entran los lunes a las 6:45 de la mañana y salen los viernes a las 5 de la tarde y la última semana del mes no van el viernes.
Los talleres son carpintería, serigrafía, bordado, manualidades, entre otros. Los deportes: natación, lucha olímpica, levantamiento de pesas y tiro con arco, tres veces por semana.
En este espacio siguen recibiendo a niños con problemas en casa, vulnerabilidad, desintegración familiar o situación precaria