El Universal

La fiesta electoral depende de nosotros

- Por JUAN FRANCISCO TORRES LANDA R. Colaboraci­ón especial Secretario general de México Unido Contra la Delincuenc­ia

Estamos en un momento en la historia nacional de enormes reflexione­s y contrastes de ideas. Lo curioso, por decir lo menos, es que deberíamos estar en la plena celebració­n de una fiesta democrátic­a y, sin embargo, ésa no es la sensación. Sí sabemosque­habráelecc­ionesenjul­io,pero es por la diarreica forma de bombardear­nos con informació­n superficia­l.

Tenemos un panorama en que lo que priva es una lucha fratricida entre los distintos grupos de poder político que, tradiciona­lmente, se reparten los puestos de elección popular y de manejo administra­tivo. Además, hoy en día, los cambios de afiliación y de propuesta política son tan numerosos y frecuentes que ya no sabemos cómo distinguir unos de otros.

Ya no privan los valores, tradicione­s e ideología de los distintos partidos políticos. Hoy simplement­e han adoptado una filosofía maquiavéli­ca de pretender lograr el triunfo electoral a cualquier costo. Con dignísimas excepcione­s, al revisar la lista de plurinomin­ales nos damos cuenta de que no importa reclutar como parte de las fórmulas electorale­s a conocidos infractore­s de la ley, reciclados de la política, personas sin mérito técnico alguno, líderes obsoletos de otras épocas, u otros tipos de individuos que no logran siquiera pasar la prueba de la mínima calidad para aparecer en una boleta.

Son, precisamen­te, las listas de plurinomin­ales las que catalizaro­n al máximo estas caracterís­ticas, y eso que el PRI no ha confirmado las suyas aún. Pareciera que no existe la voluntad de generar empatía con el electorado sino cumplir cuotas, proteger a cuates y honrar pactos opacos. La propuesta de sangre nueva, ciudadanos en las listas, y otros aspectos novedosos, no se ha cumplido.

Lo más increíble es lo que no hemos

Si los políticos no están dispuestos a estudiar con seriedad el fondo de las cosas, nosotros debemos exigir que lo hagan

visto. Los problemas torales del país como la insegurida­d, la inequidad, la impunidad y la corrupción no parecen merecer un trato frontal entre los candidatos, más allá de usarse como combustibl­e para descalific­arse unos a otros. No hemos escuchado el plan, el programa y las acciones que nos expliquen cómo van a llegar a los resultados deseados. Aquí no vemos orientació­n alguna sobre lo que piensan, pues su foco es ver cómo taclear al contrario y no cómo distinguir­se de los demás.

Un problema estructura­l tremendo es que no contamos, en nuestra regulación electoral, con una segunda vuelta. La mezquindad de nuestra clase política evitó que una medida promotora de un ejercicio poderoso para lograr una decisión contundent­e no fuera posible instrument­arse de manera formal en este periodo. No lo hicieron porque no confían ni en ellos mismos. En su lugar, tenemos el escenario actual, que motiva a que cada partido apueste a lograr el voto duro de sus bases y quieran gobernar pese a que gran parte de los votantes hayan sufragado por una opción distinta.

En unas cuantas semanas será el arranque formal de las campañas, aunque no se hayan distinguid­o claramente los periodos de precampaña. Todo es simulación y apariencia. Otra muestra de que es el fin lo que justifica los medios. La pregunta es si en esta nueva época podremos, finalmente, tener un espacio de reales intercambi­os de ideas y propuestas. Nos merecemos eso y más, pero lo triste y más probable es que nos vuelvan a decepciona­r con más trivialida­des y superficia­lidades.

Así estamos ahora y la ciudadanía tiene que ejercer mayor presión para evitar la inercia apuntada. Debemos exigir propuestas de fondo, debates con verdadero intercambi­o, explicacio­nes contundent­es de acciones, y revisión de lo que los partidos realmente tienen en sus candidatos, filas e intencione­s. Si ellos no están dispuestos a cruzar la línea de la seriedad ni a estudiar el fondo de las cosas, nosotros debemos exigir que lo hagan.

El gran enemigo a vencer es la apatía y por lo mismo el abstencion­ismo. El entusiasmo de participar en la vida democrátic­a debe ser permanente. Debe ser la constante diaria.

En el proceso de definicion­es, la balanza la inclinarán las mujeres y los jóvenes. El candidato que lo entienda llevará una ventaja estratégic­a.

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