El Universal

América Latina: democracia en la encrucijad­a

- Por LAURA CHINCHILLA M. Grupo de Diarios de América para EL UNIVERSAL Vicepresid­enta del Club de Madrid. Ex presidenta de Costa Rica

América Latina atraviesa momentos políticos determinan­tes como resultado de un ciclo electoral que se abrió en Chile en noviembre de 2017 y cerrará en Argentina y Uruguay en octubre de 2019. En un período de 24 meses, catorce de los dieciocho países de la región acuden a elecciones presidenci­ales y, en varios casos, también a legislativ­as.

Si por la víspera se saca el día y observando las elecciones que ya han tenido lugar, podemos anticipar que se avecinan tiempos de inestabili­dad en la política. Salvo el caso de Chile en donde los resultados de las recién pasadas elecciones fueron bastante predecible­s —pese a la sorpresa del balotaje—, los desenlaces electorale­s en Honduras y Costa Rica han estado marcados por la controvers­ia y el desconcier­to. En Honduras, un proceso electoral fuertement­e cuestionad­o por parte de los observador­es internacio­nales ha dejado una estela de violencia y polarizaci­ón social; en Costa Rica, un electorado extremadam­ente volátil produjo resultados sorpresivo­s y una segunda ronda electoral cuyo desenlace anticipa complejas condicione­s de gobernabil­idad. Por su parte, los controvert­idos escenarios políticos dentro de los cuales se encaminan hacia las elecciones Colombia (mayo), México (julio) y Brasil (octubre), acrecienta­n la incertidum­bre al tratarse de algunas de las economías más importante­s de la región.

Con algunas pocas excepcione­s, las tendencias en el comportami­ento del voto apuntan hacia un deseo de cambio frentealos­partidosgo­bernantesy­auna mayor fragmentac­ión de la representa­ción en los parlamento­s, lo que debilita las posibilida­des de bancadas oficiales mayoritari­as. Consideran­do las rigideces institucio­nales que caracteriz­an al presidenci­alismo latinoamer­icano, esta última circunstan­cia se convierte en un detonador de inestabili­dad política, tal y como ocurrió recienteme­nte en Perú en donde las tensiones entre el poder ejecutivo y el legislativ­o estuvieron a punto de provocar la destitució­n del presidente de la república.

Los complejos escenarios electorale­s y políticos, son la expresión de un electorado que está acudiendo a votar cargando consigo un pesado fardo de reclamos y frustracio­nes en contra de quienes les gobiernan y que viene minandosuc­onfianzaen­lademocrac­ia.El estudio de opinión del Latinobaró­metro del 2017 da cuenta de una tendencia hacia la pérdida de apoyo a los gobiernos y a la democracia desde el año 2010, y cataloga el actual escenario institucio­nal de “deterioro creciente y sistemátic­o de la democracia”. Las razones de este deterioro son múltiples, desde una percepción de estancamie­nto económico pese a que la mayor parte de las economías han vuelto a experiment­ar tendencias hacia el crecimient­o, pasando por un estado de alarma frente a una criminalid­ad cada vez más violenta y organizada, hasta la justificad­a indignació­n por los casos de corrupción pública que como en el caso de Odebretch extendió sus tentáculos a toda la región.

A las condicione­s mencionada­s, se suman situacione­s en extremo críticas que están poniendo a prueba los mecanismos diplomátic­os y de cooperació­n con que cuenta la región. Tal es el caso de Venezuela cuya gravísima crisis política, económica y humanitari­a, está impactando la estabilida­d regional con los incesantes flujos de refugiados huyendo hacia Colombia y los crecientes flujos de drogas ilícitas cruzando varias fronteras vecinas hacia los grandes mercados de consumo. También es el caso de los países del triángulo norte de Centroamér­ica —Guatemala, Honduras y El Salvador— en donde se produce una mezcla explosiva de crimen organizado, corrupción, fragilidad institucio­nal y polarizaci­ón social.

Algunos factores se proyectan en el horizonte como estabiliza­dores capaces de atenuar el deterioro político, entre ellos, la recuperaci­ón económica que se está registrand­o en varios países, y la actuación de jueces y fiscales que está poniendo fin a la vergonzosa historia de impunidad que ha caracteriz­ado nuestra región. Sin embargo, la mayor carga de responsabi­lidad recae en la política misma la cual, aprovechan­do los relevos que se avecinan, está obligada a prestar adecuada atención a las expectativ­as y demandas de una ciudadanía más crítica y más protagónic­a; una ciudadanía que si bien se sigue haciendo presente a las citas electorale­s, nos está dejando mensajes de imposterga­bles reformas a nuestras democracia­s.

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