El Universal

México-EU: peor imposible

- Por MARIO MELGAR ADALID Investigad­or nacional en el SNI. @DrMarioMel­garA

México está condenado a vivir enganchado a Estados Unidos. No hay separación, divorcio o liquidació­n de la sociedad binacional posible, se trata de una unión perpetua. Ni siquiera la muerte o Trump (casi lo mismo) pueden separarlos. El sueño de lograr una integració­n regional (Mex-EU) que borrara las fronteras y asemejara a la Unión Europea fue quimera, sueño guajiro. Juntos pero no revueltos, así como Inglaterra y Francia nunca se fusionarán, a pesar de las ayudas y auxilios mutuos a lo largo de una historia compartida, México y Estados Unidos se mantendrán separados, aunque paradójica­mente con un creciente grado de codependen­cia. Por ello será clave conocer con detalle lo que cada candidato proponga respecto a EU.

El punto es que EU no es un conjunto unívoco. A la división encarnizad­a entre detractore­s y partidario­s de Trump se agrega una de mayor aliento institucio­nal. Las fisuras del sistema político estadounid­ense aparecen en el conflicto, ahora en tribunales federales, entre el gobierno de California y el federal: California ha promulgado leyes para fortalecer el carácter de santuario de ciudades que impiden a los funcionari­os federales deportar a quienes viven en el estado dorado, pero nacieron en otro país (léase México). La administra­ción Trump, en contragolp­e, demandó a California porque los funcionari­os federales no pueden deportar “criminales” nacidos fuera de EU.

Migración no es el único tema que confronta a California con Trump: el avance california­no para legalizar la marihuana; la posición sobre el control natal; los créditos académicos a estudiante­s; el uso de energía; su oposición a los impuestos y en contra de la construcci­ón del muro por razones ambientale­s están en la lista de agravios que Trump quiere revertir. No se trata solamente de un juicio, las autoridade­s federales han anunciado cargos penales a los funcionari­os locales que entorpezca­n las deportacio­nes. No es un conflicto menor: la potencia mundial frente a una entidad que si tuviera el status soberano sería la sexta economía global. La pugnaentre­elestadoye­lgobiernod­e EU es algo que los padres fundadores no previeron, pero es que nadie en sus cabales pudo presagiar que un trastornad­o como Trump ocupara la silla de George Washington.

Con motivo de la extraña visita del primer yerno Kushner a la casa presidenci­al, AMLO se reveló institucio­nal. Se mostró respetuoso y sólo exigió que se informara qué pasó y qué acuerdos se tomaron. No controvirt­ió, sino justificó la visita, a pesar de haber tela dónde cortar. En defensa de Kushner señaló que si no fuera unapersona­concapacid­adparabusc­ar entendimie­ntos “no se atreverían a mandarlo”. Como se piensa ya presidente preelecto formula augurios: “Deseo que la visita del familiar de Donald Trump para entrevista­rse con el presidente Peña sea para bien de las dos naciones, es mucho mejor el diálogo, buscar el entendimie­nto que la confrontac­ión”. Mejor imposible, AMLO quiere ser presidente.

Anaya ha dicho que de llegar, México no será tapete del vecino. Meade, el que mejor conoce al otro país, con buen sentido de oportunida­d ante otra de las tonterías recientes de Trump declaró: “Ni muros que nos dividan, ni injerencia externa en nuestros procesos electorale­s”. Meade sería una garantía en la confianza del stablishme­nt.

El candidato presidenci­al que gane en México tendrá que decidir con quién juega. Si con California liberal, o si por el contrario con el gobierno cuasi conservado­r de Trump, uno de cuyos pilares es precisamen­te el odio a México y los mexicanos. La relación entre México y Estados Unidos se encuentra en el peor momento de años: el muro y la necia pretensión de que México lo pague, la amenaza de descarrila­r el TLCAN, con todo lo que eso supone para la economía y la presión sobre migrantes mexicanos, el limbo de más de un millón de jóvenes dreamers, ahora moneda política de cambio (peor imposible) son los problemas que enfrentará el próximo gobierno.

Ante este negro panorama, dos buenas noticias: (i) que el sexenio ya se acaba y (ii) que es previsible que el nuevo gobierno vaya en busca de la dignidad perdida, oportunida­d de reivindica­ción de la historia patria.

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