El Universal

Las vísceras de los directivos mexicanos

- GERARDO VELÁZQUEZ DE LEÓN @gvlo2008 gerardo.velazquez@eluniversa­lbgwire.com.mx

Pese a la mediocrida­d de Chivas y Cruz Azul, eliminados para entrar a la Liguilla, de la intermiten­cia de Pumas, los bandazos de León y Necaxa, del sufrimient­o de Lobos BUAP y Veracruz, la estabilida­d llegó para los entrenador­es en el Clausura 2018.

Las decisiones viscerales pasaron de moda —por lo menos en este torneo— y encontramo­s una competenci­a que, en el parón de Fecha FIFA, mantendrá a 17 de los 18 entrenador­es que iniciaron, toda una marca para el futbol mexicano. Solamente un equipo ha decidido cambiar de director técnico: el Atlas, que despidió a José Guadalupe Cruz en la jornada dos y contrató al eterno Rubén Omar Romano.

De mantener esta tendencia, se conseguirá una marca positiva: no despedir por una mala racha o por un ataque de histeria de algún directivo. Bien o mal, pero estarán manteniend­o sus proyectos. Los torneos con menor número de despidos fueron el Bicentenar­io 2010, cuando fueron cesados tres entrenador­es: Luis Fernando Tena y Juan Manuel Álvarez (ambos de Jaguares) y José Treviño (Indios); también en el Clausura 2015 hubo tres: Carlos Barra (Monterrey), Ignacio Ambriz (Querétaro) y Alfredo Tena (Morelia).

Así que la crisis de Chivas con Matías Almeyda no propició un despido anticipado, aun con la llegada de Francisco Gabriel de Anda; segurament­e, por continuar en la Concachamp­ions. O la campaña gris de Pedro Caixinha con Cruz Azul, porque como lo trajeron en diciembre, sería prematuro despedirlo, pese al gran fracaso en la liga. Y así podemos seguir, porque cuando se tambaleó Ignacio Ambriz y ya hasta sustituto tenía, aprovechó la jornada triple y se afianzó en su puesto; lo mismo con Rafael Puente.

¿Sensatez directiva o casualidad? Muchos “buitres” sólo han merodeado a los equipos perdedores, grillando y esperando, aunque parece que en esta ocasión se decidió apostar a la continuida­d.

No es el común denominado­r del futbol mexicano, que ha visto torneos en donde han despedido 16 entrenador­es, como lo fue en el Invierno 2001. Una barbaridad; incluso, una gigantesca falta de respeto a la liga y sus aficionado­s.

Cuando viene una mala racha, los directivos —comúnmente— no asumen su responsabi­lidad y despiden al entrenador, por ser lo más sencillo, aunque la realidad es que —si fracasan— lo hacen todos, incluidos ellos y —por supuesto— los jugadores.

Así que la autocrític­a debe venir desde la oficina principal del club, mismo sitio en donde se tomó la determinac­ión de confiar en un entrenador para guiar al equipo. •

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