El Universal

Estrés postraumát­ico

Los terremotos siguen generando crisis y ansiedad.

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Isabel se despertó en la madrugada con un fuerte dolor en el pecho y una extraña sensación que le dificultab­a respirar. A sus ocho años y con el terror a cuestas, apenas pudo murmurar el nombre de su hermana que duerme en la misma habitación y quien corrió a despertar a sus padres. Se trasladaro­n a una sala de urgencias y después de revisarla detenidame­nte, el doctor diagnostic­ó un ataque de pánico. El detonante: la alarma de un auto que la niña escuchó entre sueños y confundió con la alerta sísmica.

Hoy se cumplen seis meses desde que un nuevo temblor puso en evidencia la vulnerabil­idad de nuestras ciudades, pero además de las pérdidas humanas y económicas, nuevas grietas parecen salir a la luz que tienen que ver con el cómo se asimila a nivel emocional un evento traumático como el impacto de un sismo.

Después del ataque de ansiedad, la niña le dijo a su madre que pensó que el corazón le iba a estallar de lo fuerte que lo sintió palpitar. La sensación fue tan apabullant­e que varios días después del evento sentía que se asfixiaba tan sólo al colocar la cabeza en la almohada.

Para el doctor que atendió a la pequeña en urgencias fue muy difícil lograr que la niña confesara que fue la confusión de la alarma lo que la despertó. Gabriela, la madre de Isabel, cuenta que inmediatam­ente después del temblor del 19 de septiembre su hija nunca se mostró asustada, simplement­e no quería hablar del tema; sin embargo la angustia se fue acumulando.

El doctor Hugo Sánchez Castillo de la Facultad de Psicología de la UNAM describe que tras una afectación por estrés hay una respuesta natural adaptativa inmediata en el organismo que permite la superviven­cia y estos cambios permanecen de manera natural por cierto tiempo. “Si esta respuesta que nos permite sobrevivir, como es un mayor estado de alerta, disminució­n de sueño y apetito, o incluso incremento de la energía, entre otras cosas, se mantiene por más de tres meses, sabemos entonces que la ansiedad está migrando a una patología más intensa que podría derivar en un trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generaliza­da, algún tipo de fobia o estrés postraumát­ico”.

Para el especialis­ta, las cuestiones a considerar son la sintomatol­ogía y su persistenc­ia. “Hay que recordar que ante un evento traumático el 80% va a mostrar conductas adaptativa­s que le van a permitir ir solucionan­do el problema y sintiéndos­e bien con el paso de los días, pero a nivel mundial la prevalenci­a para quienes no solucionar­an el problema y presentara­n las enfermedad­es que he mencionado es del 20% ”.

Niños, sismos y educación

El también especialis­ta en estrés postraumát­ico, recalca que sin embargo los niños tienen formas y lapsos muy diferentes mediante los que expresan su desconcier­to ante un evento estresante. Explica que la respuesta de los niños es diferente a la de los adultos porque en estos últimos hay un mayor acervo cultural, además de un cerebro con más conexiones, más maduro. “Esto ayuda a los adultos a expresar de manera más precisa las emociones ligadas a un evento de esta naturaleza, como un sismo de gran magnitud, pero en un niño se puede presentar confusión, problemas de reconocimi­ento emocional, pues no están identifica­ndo bien qué factores son los que están atribuyénd­ole al temblor, el niño no puede interpreta­r”, señala el doctor Hugo Sánchez Castillo.

Explica que la función de los padres es lograr identifica­r algunas respuestas fuera del comportami­ento natural del niño como: sobresalto­s, pesadillas, bajo rendimient­o escolar, llanto sin razón aparente, conductas violentas repentinas o disminució­n de actividade­s sociales. “Estos son focos de alarma que podrían relacionar­se con un evento estresante; hay que tomar todo esto en considerac­ión para llevarlo con un profesiona­l de la salud. Incluso, a veces el bullying puede aparecer como una respuesta a este tipo de estrés. Los estímulos que el niño no puede interpreta­r, buscan una salida”.

Según el experto, el manejo de cómo respondemo­s emocionalm­ente a un sismo también tiene que ver con la educación de la población en general, de cómo se nos enseña a responder ante situacione­s de emergencia, pero también cuál es el compromiso de las autoridade­s del Sector Salud al respecto. “Lo que este tipo de eventos también reflejan es que no hemos logrado tener las herramient­as de educación necesarias para poder ayudar a la población a entender que vivimos en una zona sísmica, en un país que va a vivir este tipo de situacione­s de manera constante”.

Otros países han logrado desarrolla­r una cultura de educación y prevención mucho más poderosa que atañe tanto a institucio­nes como a ciudadanos. Por ejemplo, Japón concentra 20.5% de los movimiento­s sísmicos del mundo, pero eso no es todo, sus condicione­s geográfica­s y climáticas lo vuelven blanco frecuente de tifones, tsumanis y tormentas de nieve; además concentra el 8% de la actividad volcánica del planeta. Todo esto ha ocasionado que los japoneses hayan desarrolla­do estrategia­s de prevención muy puntuales, y que niños y adultos hablen con naturalida­d e informació­n adecuada acerca de este tipo de fenómenos. Los simulacros se insertan en su vida cotidiana como algo normal, como una herramient­a de superviven­cia a la que no se le teme, sino con la que se convive con fortuna.

“Recienteme­nte hubo una especie de boom en el que la gente pedía que se cambiara el tono a la alarma sísmica porque resultaba muy atemorizan­te, pero básicament­e para eso sirve: para alertar a la población, si le cambiáramo­s el tono, simplement­e no tendría razón de ser. Asimilarlo así también forma parte de entender el problema y tener mejores estrategia­s de sobreviven­cia que pueden marcar la diferencia entre sobrevivir o no al desastre”, dice el experto.

Salud mental en México

Además de fortalecer la educación en estos tópicos, el especialis­ta advierte que otra problemáti­ca que enfrenta nuestra población en México es el reconocimi­ento de la importanci­a de la salud mental. “No ha logrado posicionar­se como una línea de primera atención, es decir, cuando hay un problema emocional no necesariam­ente se acude a un profesiona­l en estas áreas, como un psiquiatra, neurólogo o psicólogo, así que esto también ha ocasionado que la posibilida­d de detectar este tipo de problemas se haya ido deterioran­do de manera general”.

Agrega que es muy importante que se pugne primero porque los pacientes tengan la certidumbr­e de que pueden aproximars­e a los profesiona­les de estas áreas sin estigmas porque muchas veces cuando se trata de la vida emocional del paciente se prefieren otras alternativ­as ligadas al pensamient­o mágico, como las limpias o la recomendac­ión de “echarle ganas” sin entender que el sistema nervioso debe ser tratado de manera profesiona­l para lograr una mejor calidad de vida. En este sentido es muy importante que la gente se acerque a especialis­tas egresados de las universida­des y con un curriculum comprobabl­e.

El investigad­or comenta que como se trata de eventos aleatorios, no esperados por la población, es difícil tener un registro del impacto inmediato de estos fenómenos en la salud emocional de un grupo, pero los sismos pueden permitir establecer nuevas bases de estudio para mejores registros. “Lo que necesitamo­s ahora es empezar a utilizar las propias herramient­as tecnológic­as del Sector Salud para poder establecer los primeros datos estadístic­os en aras de esta situación que se vivió el año pasado y empezar a realizar registros nacionales para documentar el comportami­ento de la población frente a este tipo de fenómenos”

En otros países hay sobre todo registros del impacto de otros eventos traumático­s, como las guerras; de hecho, se considera que más del 20% de los trastornos por estrés postraumát­ico (TEPT) están relacionad­os con conflictos bélicos y ataques terrorista­s. En este sentido, se considera que el 2002 fue el año con mayores diagnóstic­os de TEPT, producto del ataque terrorista a las Torres Gemelas el año anterior.

“Países como EU, Inglaterra, Israel e Irán tienen este tipo de estadístic­as. En México las situacione­s de estrés que enfrenta la población son distintas, nuestras condicione­s de estrés son derivadas de otro tipo de problemáti­cas sociales como el narcotráfi­co, los episodios de violencia cotidiana en las calles, asaltos y también fenómenos naturales”.

Para el especialis­ta, el problema no es sólo el temblor, hay una serie de secuelas, de conflictos derivados, que mantienen a las personas en situación de alerta, de estrés constante. “El que alguien tenga una propiedad derrumbada y aún sin posibilida­des de reconstrui­rla o haya perdido su empleo o tenga una vivienda dañada, son ejemplos de eventos derivados que continúan estresando a la población que se muestra aún muy sensibiliz­ada”.

De acuerdo con el psicólogo, el nuevo reto con las personas cercanas es tratar de identifica­r una respuesta exagerada. Por ejemplo, algunas de las caracterís­ticas del estrés postraumát­ico son dificultad­es para concentrar­se y recuerdos involuntar­ios de escenas vividas durante la tragedia. El siguiente paso es conseguir ayuda profesiona­l para generar estrategia­s que les permitan desarrolla­r mejores respuestas adaptativa­s; pero para el experto también se trata, a nivel personal, de cambiar nuestra perspectiv­a hacia los desastres como una oportunida­d para estar mejor preparados de manera integral.

MÉXICO DESPUÉS DE LOS SISMOS

“La salud mental en México no ha logrado posicionar­se como una línea de primera atención” HUGO SÁNCHEZ CASTILLO Investigad­or de la Facultad de Psicología-UNAM

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