El nuevo populismo en EU y Europa
La elección de Donald Trump sorprendió no sólo a los estadounidenses, sino a todo el mundo. En un país con tanta diversidad como Estados Unidos, ¿cómo podría elegirse a un hombre que enfocó su mensaje solamente a un público blanco? De hecho, las encuestas nos dicen que ganó una mayoría de votos sólo entre blancos sin estudios universitarios mientras carecía de apoyo entre blancos con más estudios, latinos, afroamericanos y otros grupos demográficos importantes.
Algo parecido está pasando al otro lado del Atlántico. Marine LePen ha situado su partido nacionalista y abiertamente antimigrante como la segunda fuerza en Francia, mientras que otros grupos similares ganan fuerza en Alemania, Holanda, Dinamarca y Suecia. Las elecciones de hace unos días en Italia terminaron con la posibilidad de que un partido antimigrante domine el nuevo gobierno. Mientras tanto, Reino Unido ya va saliendo de la Unión Europea gracias a la sorpresa de Brexit, que fue el resultado en parte de un voto antimigrante. En todos estos casos, es una misma demografía: nativos blancos con menos estudios que están impulsando estos movimientos contra la migración y la globalización.
Dos nuevos libros recién publicados nos ayudan a entender este fenómeno. En The New Minority (La Nueva Minoría), Justin Gest analiza cómo la clase trabajadora blanca en Reino Unido y Estados Unidos va volcándose hacia movimientos xenófobos justo en un momento en que sienten que su poder económico y social está disminuyéndose y que su futuro es incierto.
Si bien los blancos sin educación universitaria siguen formando el grupo más grande en ambos países, alrededor de 47% en EU, está cada vez menos visible en la cultura nacional, menos importante para los líderes políticos y al filo de un futuro cada vez más incierto, sobre todo con la baja de empleo en el sector manufacturero.
En otro libro, Go Back to Where You Came From (Regresa a Tu Lugar de Origen), Sasha Polakow-Suransky se pone a entrevistar a los líderes y votantes antimigrantes de Dinamarca, Holanda, Alemania y Francia para entender lo que está pasando.
Polakow-Suransky nota que los partidos antimigrantes, que normalmente se caracterizan como de “derecha”, también tienen posiciones en contra del libre comercio y a favor del estado benefactor que eran más comunes en la vieja izquierda europea. Éstos no son movimientos netamente de derecha, sino más bien enfocados en la nostalgia y la reivindicación de un pasado perdido frente a un futuro incierto.
Trump logró canalizar justamente esta nostalgia y reivindicación del pasado perdido con su lema “Make America Great Again” (“Haz que América vuelva a ser grande”), enfocado en una restauración de la manufactura estadounidense, pero también con un guiño de ojo a los reclamos culturales de los que de pronto se sienten minoría en un país que antes dominaban. Combinó ataques a la migración con escepticismo hacia el comercio y el mundo externo en general, una nueva fórmula política que confundió a sus rivales pero encontró eco en un sector de la población ávido de sentirse importante —y económicamente seguro— de nuevo.
No todos los votantes de clase obrera blanca responden bien al llamado de nacionalistas y xenófobos. Vimos en Pennsylvania, esta semana, cómo un distrito que había apoyado a Trump volcó sorpresivamente hacia los demócratas en una elección para diputado federal, rechazando lo que muchos vieron como excesos de la gestión presidencial.
Pero también existe la posibilidad de que este grupo que se siente asediado por los cambios económicos, sociales y culturales puede ser un grupo potente e influyente que determina elecciones —quizás llevando Trump a la reelección en 2020 y a otros grupos populistas al poder en Europa—. Para que no se dé eso, otros líderes políticos tendrán que descubrir cómo responder a los miedos económicos legítimos de la clase trabajadora blanca y, al mismo tiempo, construir coaliciones plurales que los incluyen al lado de los grupos minoritarios que a veces temen. No será una tarea fácil.