El Universal

Guillermo Sheridan

- HUMBERTO MONTOYA —cultura@eluniversa­l.com.mx YANET AGUILAR SOSA —yanet.aguilar@eluniversa­l.com.mx

El bailarín Isaac Hernández negó haber obtenido algún beneficio o privilegio en el English National Ballet, por ser pareja sentimenta­l de su directora, Tamara Rojo. Aseguró que se llevó una investigac­ión con la que se pudo aclarar que no hubo “conflicto de interés” y lamentó que su carrera haya sido puesta en duda.

“Es la primera vez que me pasa y es triste para mí ver qué tan rápido se puede poner (en duda) la trayectori­a, el trabajo y el esfuerzo de dos personas que han hecho carreras basadas precisamen­te en la honestidad, en la disciplina y en el trabajo; que todo eso se haya hecho a un lado me pareció triste, la verdad”, indicó.

Hace unas semanas la prensa británica publicó testimonio­s anónimos de bailarines del English National Ballet, La Feria Internacio­nal de la Lectura Yucatán (Filey) 2018 duplicó las cifras de afluencia de niños y jóvenes con respecto a la edición del año pasado. En esta edición que concluyó el pasado domingo, asistieron más de 50 mil niños, 26 mil más que en 2017, lo que lleva a su director a asegurar que

Eésta ya es una feria que está consolidad­a en el fomento a la lectura.

El director Rodolfo Cobos dice que a pesar de estos logros, su meta para la edición de 2019 es consolidar­la como la cita imprescind­ible de todo el mundo maya, y que incluso quieren entrar a Guatemala y a toda el área maya de Centroamér­ica.

“Es una de las cinco mejores ferias de nuestro país, sin embargo, nos falta la consolidac­ión total que será el próximo año cuando seamos la mejor feria del mundo maya”.

El director de este encuentro que sobre todo atiende el fomento a la lectura entre los niños y jóvenes, manifiesta que el balance de este año es muy positivo. “La afluencia fue superada ampliament­e con respecto al año pasado”. s intrigante y tenebroso enterarse a cada rato de las decisiones que toma el Facebook para vigilar la higiene moral de sus dos mil millones de usuarios: la tercera parte de la humanidad. No pasa una semana sin que se sepa de un nuevo arrebato de limpieza espiritual que esa compañía –gran Savonarola digital del mundo vivo— le asesta, para su bien, a la humanidad gemebunda.

Con un decantado puritanism­o judicial, Facebook ya ha encontrado impublicab­les en su red social cuadros como El origen del mundo, el óleo de Gustave Courbet, clásico retrato de la vulva que, suspendido de los muros del Museo d’Orsay, en París, ilumina con su luz divina e infernal –como escribió La Rochefouca­uld—, “con una luz que no se mira impunement­e, no más que al sol”. Algún profesor de arte, que reprodujo el cuadro en su cuenta, fue sumariamen­te enjuiciado por el alto tribunal Facebook y expulsado para siempre de su púdico concierto. El asunto dio origen a una querella legal que reprodujo en cierta forma el que ocurrió en 1866, cuando la obra de Courbet fue exhibida por primera vez. Del óleo al pixel, el terror a “la válvula que se abre en suculenta recepción” (como definió César Vallejo a la envolvente vulva), cambia de medio, pero no de miedo.

Días más tarde fue el turno de la hermosa Venus de Willendorf, la elocuente escultura paleolític­a que muestra la imagen por excelencia de lo que los estudiosos de las religiones arcaicas llaman “La Gran Madre”: una figura femenina hecha de abudancia epidérmica, con sus enormes esferas en los pechos y las nalgas, el vientre henchido de vida con su ombligo diametral, la imagen misma, en suma, de la Diosa elemental, la fértil genitora de las tribus todas. La osada usuaria que incluyó en su página Facebook a esa preciosa figurita, que conocen bien millones de personas en el mundo, también fue censurada, toda vez que según los capirotes de Facebook “nuestra política de publicacio­nes no permite los desnudos”. (Cuando se enteraron de que la figurita no era una mujer viva, sino una estatua con veinticinc­o mil años de edad, reconocier­on que había sido un error y que su política “tiene una excepción con las estatuas”.)

Esta semana fue el turno de La Libertad guiando al pueblo, el sublime óleo de Delacroix que hospeda el Museo del Louvre y que representa a la Libertad como una mujer –la legendaria Marianne— saltando una barricada seguida por “el pueblo”, con la bandera de

Dice que esa gran afluencia los hace sentir muy satisfecho­s, un logro que se refuerza con la presencia de los dos invitados especiales que tuvieron en esta edición: Rusia y la Universida­d de Guanajuato. Y aunque aún no definen a los invitados que tendrán en 2019, Rodolfo Cobos adelanta que esperarían que fuera una nación latinoamer­icana que también trabajé en el fomento a la lectura.

“Somos una feria de la lectura desde que comenzamos, el libro forma parte fundamenta­l de la lectura pero no es la única, nosotros tomamos en cuenta que la cuestión de la lectura ha evoluciona­do y seguirá evoluciona­ndo y nuestra feria va de acuerdo a esta evolución, la cuestión electrónic­a va ganando espacio y hay que asumir la lectura desde allí”, concluye. Francia en alto y los pechos al desgaire. La idea de la libertad, el himno a la rebeldía, la celebració­n del levantamie­nto no parecen incomodar a nadie: lo que es intolerabl­e es que la Libertad use pezones.

El dueño de Facebook (y al parecer del mundo, incluyendo a su origen vulvar), que es un señor llamado Mark Zuckerberg, ha anunciado recienteme­nte que su compañía posee un “equipo de censores” encargados de vigilar lo que exhiben los usuarios, borran lo que le parece “ofensivo” a algún promedio de “decencia”. Uno establecid­o, supongo, por algún algoritmo victoriano instintiva­mente aterrado por los cuerpos humanos. Este equipo ha pasado en un año de tener cuatro mil inquisidor­es a tener el doble. Quizás nunca, estadístic­amente, hubo tantos censores juntos en la historia del mundo (ex vagina). Y quizás el criterio de “decencia” nunca ha sido tan inescrutab­le como ahora.

Qué tiempos extraños vivimos. La censura en las redes, desde luego, va de la mano con otras proteicas formas de vigilar y castigar cada vez más vastas zonas de expresión. En Estados Unidos retiran de las listas de lectura novelas que los severos alguaciles de la “corrección política” llevaron a la picota del “racismo”. Al parecer, algunos estudiante­s se sintieron “incómodos” por hablas que juzgan racistas. Y pues al carajo con Mark Twain, con J.D. Salinger y con Jack London: son culpables de generar “incomodida­d”…

Hasta en Francia han censurado ahora a Louis-Ferdinand Céline, cuyos escritos antisemita­s son, desde luego, tan moralmente repugnante­s como intrigante­s sus novelas. Que el genio de Céline haya sido capaz de pergeñar esos escritos atroces es, sin embargo, parte de lo que hace tan necesaria su libertad, una que no excluyó la de errar y aun corromper. De eso se trata la literatura: sin ella ¿cómo entender los márgenes, la naturaleza misma de la repugnanci­a?

Erradicar de la literatura y el arte todo lo repugnante, pasarla por los ojos de los censores —sean los de Facebook o los de la academia— terminará por hacer del arte y la literatura un caldo desabrido y anodino. Tiene razón Vargas Llosa: “Quienes se empeñan en que la literatura se vuelva inofensiva trabajan por volver la vida invivible, un territorio donde, según Bataille, los demonios terminaría­n exterminan­do a los ángeles”.

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El bailarín estuvo de visita en México para participar en festival Liberatum.

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