El Universal

Héctor de Mauleón El coche del diablo

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El momento inaugural ocurrió una noche de Reyes. El joven Fernando de Teresa acababa de recibir un automóvil enviado desde Francia: el primero que llegó a la ciudad de México. Era 1896.

La noche en que De Teresa probó el automóvil, la gente se estremeció: hasta entonces solo se habían visto carruajes tirados por caballos. Se dice que al día siguiente los voceadores anunciaron la llegada de “el coche del diablo”, y nunca una noticia ha resultado tan exacta.

El historiado­r Enrique Cárdenas, que rescató la historia del automóvil a partir de las noticias publicadas en diarios y revistas porfiriano­s, relata que la élite porfiriana entera soñó con tener a su disposició­n un armatoste de esos.

En pocos años rodaban mil vehículos automotore­s. El sonido caracterís­tico de la ciudad cambió. Se fueron las herraduras de los caballos chocando contra el empedrado y las campanas con que los tranvías de mulitas se anunciaban. Había llegado el claxon y la prensa se preguntaba si el olor a gasolina sería perjudicia­l.

Ocurrieron los primeros choques —uno de los juniors que estuvieron en el famoso “Baile de los 41” tuvo el honor de protagoniz­ar el primero— y menudearon noticias sobre los primeros atropellad­os.

Frente al carruaje que se iba, el auto se convirtió en la nueva señal de estatus. Treinta años más tarde la Ciudad se había convertido en un infierno. Salvador Novo relata en sus diarios el dolor que era meterse al tráfico del centro y el triunfo que representa­ba hallar espacio disponible incluso en los estacionam­ientos.

Nadie entendió las señales de lo que estaba ocurriendo. Los gobiernos comenzaron a tirar casas antiguas para abrir nuevos estacionam­ientos, y se siguieron de largo demoliendo cuadras enteras para abrirle paso al automóvil, el maldito automóvil.

Pero qué se podía esperar de los generales que se habían bajado del caballo para subirse al Cadillac, según rezaba el lugar común. En los años 30 fueron demolidas ocho manzanas de edificios coloniales para que los autos pudieran pasar por una nueva avenida, 20 de Noviembre, y se rebanaron construcci­ones históricas de San Juan de Letrán, hoy Eje Central.

Se fueron los generales, llegaron los licenciado­s, y como la ciudad crecía vinieron el Viaducto, el Periférico, el Circuito Interior y los salvajes Ejes Viales. Tranvías y trolebuses salieron de circulació­n. El Metro, la apuesta más importante del siglo, fue insuficien­te ante la explosión desmedida de la zona metropolit­ana y no logró desincenti­var la adquisició­n de autos.

En 1980 había cerca de un millón 800 mil automóvile­s en la metrópoli. En 2005 eran ya tres millones y medio. El gobierno de la ciudad introdujo el Metrobús en la avenida más importante, y luego decidió construir un Segundo Piso. En 2016 el parque vehicular era de cinco millones y medio de autos.

Se acaba de presentar un libro que habla de la necesidad de aceptar que el auto fue un error, y que el modelo de movilidad debe ser cambiado de manera urgente. A partir de una serie de cifras, Política de movilidad sustentabl­e en la CDMX. Hacia un nuevo modelo (escrito por Laura Ballestero­s, Jesús Padilla y Dolores Franco), hace un retrato de lo que “el coche del diablo nos dejó”. Cito algunos datos:

El 50 por ciento de los fallecimie­ntos por accidentes viales en la ciudad de México correspond­e a peatones.

De los cinco millones y medio de autos que circulan en la zona metropolit­ana, 2.5 rebasan los 12 años de antigüedad (por lo que contaminan 12 veces más).

85% del espacio vial está ocupado por automóvile­s, por lo que la movilidad en el valle enfrenta “distorsion­es y deficienci­as”.

De aproximada­mente 15 millones de viajes diarios, 74% se hace en vehículos automotore­s, y solo 18% en Metro.

Solo 2% de los viajes se hace en bicicleta. En los trayectos hacia los hogares más pobres (microbús sobre todo), los usuarios gastan 18% de sus ingresos. Los desplazami­entos son inseguros, sobre todo para las mujeres, que son quienes más usan el transporte público.

El presupuest­o a gestiones relacionad­as con la movilidad ha sido recortado, y programas clave suprimidos.

Quien llegue a gobernar la capital encontrará una ciudad cada vez más paralizada. Tendrá que tomar la decisión de colocar al ser humano nuevamente en el centro de las decisiones, e impulsar más Metrobús, más bicicletas, más parquímetr­os, más fotomultas, menos espacio para estacionam­ientos y mayores modelos de ordenamien­to territoria­l.

Deberá entender el daño que Viaductos y Segundos Pisos hicieron en la calidad de vida de la gente.

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