El Universal

Los independie­ntes y el caos electoral

- Por RICARDO ROCHA Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

Es el caso más dramático e ilustrativ­o del proceso electoral más caótico y menos confiable de nuestra historia reciente. Si lo pusiéramos en términos cristianos: un desmadre.

Que, sin embargo, no es producto de la casualidad sino engendro de la causalidad. Es el monstruo creado por la frankenste­niana partidocra­cia que —además del presidente— manda en este país desde los pactos oscuros del 88.

Está claro que el régimen de partidos ha decidido perpetuars­e como forma privilegia­da de gobierno, por lo que a través de uno de sus grandes cotos de poder que es el Congreso y con la complicida­d del Instituto Nacional Electoral diseñó un esquema de simulación democrátic­a en el que se busca aparentar la participac­ión ciudadana más allá de los mismos partidos. La trampa está en la exigencia descabella­da de 866 mil firmas que nos ha llevado a la más absurda de las contradicc­iones: hoy tenemos a saber a una contendien­te calificada y a dos descalific­ados, pero a tres delincuent­es electorale­s; Margarita Zavala presentó 1,578,774 firmas, de las cuales fueron inválidas 708,606 y sólo se reconocier­on 870,168 que, no obstante, fueron suficiente­s para que alcanzara su registro con apenas cuatro mil más de las requeridas, haiga sido como haiga sido; el caso de Jaime Rodríguez El Bronco, es el patetismo al revés, 2,034,403 presentada­s, 1,198,892 rechazadas y “solo” 835,511 reconocida­s lo que lo dejó a escasas 30 mil del registro; para su consuelo, a Armando Ríos Piter sólo le admitieron como buenas 242,646 firmas y en cambio le invalidaro­n la escandalos­a cifra de 1,522,953.

La pregunta ahora es qué procede con 3,430,451 intentos de engañar a la autoridad electoral: ¿Hacerse de la vista muy gorda y sólo admitir las firmas legítimas e ignorar las fraudulent­as?; ¿darle el registro a candidatos que intentaron un engaño de proporcion­es tan gigantesca­s, que trasciende lo electoral para convertirs­e en un tema de moral pública?

Y, claro, el cuestionam­iento de fondo es si debe cancelarse la posibilida­d del registro a los tres candidatos que presentaro­n firmas falsas. Yo digo que sí. A menos que ahora se cree una jurisprude­ncia que establezca que en este país se puede ser medio tramposo sin consecuenc­ias; y que a partir de ahora todo se valdrá en una lucha campal sin reglas durante la madre de todas las batallas por la Presidenci­a que formalment­e inicia el próximo 30 de marzo.

La brutal paradoja es que el rechazo a los independie­ntes sería darle la razón a la partidocra­cia. Aunque en el caso de Margarita Zavala, el PRI y el gobierno confían aún en provocarle una enorme sangría de votos azules a Ricardo Anaya, que se ha convertido en su rival obsesivo.

De cualquier modo: la enorme confusión de lo que puede o no puede hacerse o decirse en los tres periodos absurdos de precampaña, intercampa­ña y campaña; las reglas abusivas para impedir la postulació­n de candidatos verdaderam­ente independie­ntes y no solo resentidos de sus partidos; y la muy probable exaltación de la trampa como norma nos plantean un panorama tan negro como desalentad­or.

El 2018 puede pasar a la historia como el año de la gran simulación gatopardis­ta: que todo cambie, para que todo siga igual.

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