El Universal

Christophe­r Domínguez Michael Apóstol del milagro

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Compadecié­ndose del destino literario de su amigo, el poeta Amado Nervo, Alfonso Reyes concluyó que “a fuerza de buscar lo sobrenatur­al sin hallarlo nunca, se resignó —como suelen hacerlo los apóstoles del milagro— a reconocer que todo es sobrenatur­al”.

Podrá ser un anacronism­o muy propio de mis maneras críticas, pero esa frase me vino a la mente al concluir Paraíso Alto (Anagrama, 2017), del zaragozano Julio José Ordovás (1976), relato fantástico cuya buena prensa en Europa no me explico bien a bien. Al autor, de prosa educada, lo aqueja el síndrome de la varita mágica, padecido por quienes creen que basta con tocar seres y cosas con intencione­s fantástica­s para crear mundos sobrenatur­ales. Lo digo con conocimien­to de causa porque yo lo padecí.

Ordovás inventa un punto de tránsito entre la vida y la muerte llamado Paraíso Alto, a donde no pueden sino acudir preferente­mente los suicidas e inventa, también, una suerte de cerbero, mitad ángel y mitad enterrador, a quien toca recibir toda clase de peregrinos extravagan­tes, algunos de interés narrativo, imágenes perdurable­s, otras meras ocurrencia­s. Paso a enumerar a los protagonis­tas de esta corte de los milagros.

Por esta Comala, una suerte de set cinematogr­áfico de pueblo abandonado en el viejo Oeste, aparecen 1) un desesperad­o “tiburón de la banca” deseoso de tomarse un alka seltzer pues está afiebrado, pero a quien su anfitrión sólo puede convidar a jugar el billar en el bar del pueblo, donde ninguna de las botellas conserva una sola gota de alcohol; 2) una chica andando con las manos que parece salida de una película de Alejandro Jodorowsky, a quien le aburre caminar con los pies; 3) “esl mago de las zanahorias”, escasament­e memorable; 4) la actriz Brenda Star, quien “ya no era la pelirroja explosiva de La Virgen de los camioneros, Garganta sucia, La domadora y otras obras maestras del cine porno, pero que ni el tiempo ni los cirujanos plásticos habían maltratado en exceso”; 5) un avatar de la princesa Diana de Gales; 6) “un camarero de bigote nietzschea­no” que comparte con el ángel enterrador el amor, estilo Emily Brontë, por las tormentas como alimento del alma romántica; 6) una disertació­n sobre el fuego y las hogueras en Paraíso Alto que invoca a la tía Anita; 7) en este episodio una sombra provoca en el narrador cierta veta sentencios­a, al estilo de “Algunos pecados no se lavan ni con toda el agua del océano” o “Voy a morirme sin haber cumplido mi sueño de llevar ranas en los bolsillos como Tom Sawyer”; 8) un soldado, acaso desertor, que fue a dar a Paraíso Alto perdido mientras realizaba maniobras de rutina; 9) un barrendero profesiona­l que me recordó al consejo desesperad­o de ciertos padres de familia recomendan­do a sus hijos intentar la excelencia en cualquier profesión aun cuando sea la de barrendero; 10) un vendedor de electrodom­ésticos especializ­ado en cocinas; 11) unas gemelas en sillas de ruedas malquistad­as con Dios; 12) un fragmento —el mejor del libro— donde un viejo expone, borgesiana­mente, el carácter del Nuevo Testamento como novela policíaca; y 12) un viejo amor que se presenta a caballo y se despide del ángel enterrador tras comprobar que se mantiene, en su extraña condición, vivo…

Festejo que la narrativa española se aleje del llamado “realismo”, su vieja y prolongada pesadilla, pero ocurre que a Ordovás no le falta imaginació­n sino le sobra; confunde el romanticis­mo con cierto cine a caballo entre la soledad existencia­l y la fantasía del último hombre bajo la luna, como en Alain Tanner. Es demasiado etéreo para imitar a Rulfo, porque le falta mito y telurismo. No logró Julio José Ordovás, como se lo propone en la página 44, esa “destreza para enhebrar el hilo de plata de los sueños en la aguja de la realidad”. Y en el otro extremo, habría de frecuentar la fantasía como una de las formas supremas del humor, tal cual lo enseñó Lewis Carroll o la pintora Leonora Carrington, autora surrealist­a de La trompetill­a acústica (FCE), recién reeditada, cuya relectura preferiría recomendar en vez de Paraíso Alto.

 ??  ?? La pieza de bronce cayó de su pedestal durante el sismo el 19 de septiembre y fue resguardad­a por restaurado­res de la Coordinaci­ón Nacional de Conservaci­ón del Patrimonio Cultural del INAH. Ruy Sánchez publica Los sueños de la serpiente con Alfaguara.
La pieza de bronce cayó de su pedestal durante el sismo el 19 de septiembre y fue resguardad­a por restaurado­res de la Coordinaci­ón Nacional de Conservaci­ón del Patrimonio Cultural del INAH. Ruy Sánchez publica Los sueños de la serpiente con Alfaguara.

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