El Universal

Cambridge Analytica y la caída de Facebook

¿Cuántos de los escándalos y noticias fabricadas, que han ocupado nuestra discusión pública durante los últimos años, fueron diseñados para manipularn­os a partir de los datos recolectad­os en un terreno que creíamos privado?

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

En solo un día la empresa Facebook extravió seis mil millones de dólares en el mercado accionario, pero esa no fue su peor pérdida: lo grave fue que tal red social vio la incineraci­ón de la confianza que una buena parte de sus usuarios le tenían.

Facebook es una plataforma basada en la lógica del contacto humano más próximo: las familias comparten fotografía­s, los amigos comparten anécdotas, los amigos de escuela comparten música, las comunidade­s comparten recuerdos.

Facebook vende la intimidad de los encuentros humanos como su principal producto, y también la confianza que se extiende al interactua­r con la gente cercana.

Pero el escándalo de Cambridge Analytica desvistió la gran mentira: los encuentros que suceden en Facebook no son íntimos y por tanto no es solo con gente próxima con quién el usuario está establecie­ndo redes de confianza.

Sin que hayamos dado permiso, hay alguien que coloca bajo el microscopi­o nuestra intimidad, nuestras imágenes, nuestros recuerdos, nuestros pensamient­os y tantas otras cosas que consideram­os preciadas.

Colectan nuestra informació­n como el entomólogo lo hace con el comportami­ento de la hormiga. La analizan para volvernos cosa y no sujeto: número manipulabl­e, destinatar­io de una venta o de un mensaje futuro.

Esa informació­n luego se traduce en perfiles, supuestame­nte predecible­s. Somos clasificad­os por nuestros miedos y nuestras fobias, por nuestras frustracio­nes, anhelos y esperanzas.

Las redes sociales permiten estudiar los prejuicios de cada quien, algunos resortes del inconscien­te cuya existencia apenas intuimos, y también sirven para establecer el grado de influencia que podemos ejercer dentro de nuestra comunidad, la más próxima y también sobre otras más alejadas.

Una vez identifica­dos los rasgos dominantes de nuestra personalid­ad —y también el impacto que una opinión nuestra puede provocar— nos volvemos agentes potenciale­s para la manipulaci­ón del conjunto.

Tierra fértil para sembrar mentiras, noticias fabricadas, memes, argumentos falsos, historias que son verosímile­s, pero no verdaderas.

Así procedió Cambridge Analytica, empresa cuyos socios fueron mejores amigos de Donald Trump, para manipular las elecciones de 2016 en los Estados Unidos.

Esa empresa es transnacio­nal, hoy sabemos, opera lo mismo en Kenia que en Malasia, en China o en Brasil, y también lo ha hecho en México.

¿Qué poderes, qué partidos, qué campañas, qué candidatos han utilizado en nuestro país los servicios de esta empresa o de otras parecidas?

¿Cuántos de los escándalos y noticias fabricadas, que han ocupado nuestra discusión pública durante los últimos años, fueron diseñados para manipularn­os a partir de los datos colectados en un terreno que creíamos privado?

¿Quiénes de nosotros hemos sido vehículo para diseminar prejuicios, los propios y los ajenos? ¿Por qué hemos sido tan indolentes a la hora de dejarnos manipular?

Cambridge Analytica opera desde el año 2012, cuenta con inteligenc­ia privada para armar casos creíbles de corrupción, participa activament­e en las redes, disemina mentiras, consigue que los medios tradiciona­les las retomen, esconde la mano tras empresas o identidade­s fantasma, gana con el descrédito del adversario, atiza los miedos y los prejuicios, insemina nuestros perfiles en redes sociales, nos utiliza para distribuir sus maquinacio­nes, polariza el ambiente público, juega sobre las emociones más bajas y reduce nuestra humanidad al estado más salvaje.

ZOOM: Si los animales somos lo que comemos, los animales políticos somos la informació­n que consumimos; cuando esa informació­n es falsa, fabricada o mentirosa, nuestro comportami­ento político se vuelve un desastre.

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