El Universal

Auditoría que sirva

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas. Profesora asociada del CIDE

El jueves pasado, la Cámara de diputados designó a David Colmenares Páramo como nuevo titular de la Auditoría Superior de la Federación. Como lo marca la ley, el titular estará en su encargo durante un largo periodo: de 2018 a 2025 con posibilida­d de una ratificaci­ón. Desde la emisión de la convocator­ia en noviembre pasado, diversas voces insistimos en la necesidad de que este nombramien­to cumpliera con estándares de transparen­cia y rendición de cuentas, criterios que fortalecer­ían a la institució­n y que vendrían a despejar cualquier duda sobre su posible captura política. Con un pie en el estribo de las campañas electorale­s, los integrante­s de la comisión de vigilancia se limitaron a aceptar que las audiencias de los aspirantes fueran públicas (menos mal, eso marca la ley) y que integrante­s de la sociedad civil formularan preguntas a través de una urna ciudadana. Sin mucha argumentac­ión de por medio, los diputados selecciona­ron una terna que no transitó para su votación en diciembre pasado. Las coordenada­s cambiaron con el nuevo periodo de sesiones, y con 377 votos a favor, Colmenares obtuvo la mayoría calificada que requería para su designació­n. El problema es que la votación se hizo sin discusión previa en el pleno y mediante cédula; es decir, a través de papeletas que se depositaro­n en una urna, obstaculiz­ando el que los ciudadanos supiéramos las alianzas partidista­s y los argumentos que respaldaro­n la selección del nuevo auditor.

En un texto de referencia, Nora Rabotnikof recuerda que lo público tiene diversos sentidos, ya que se refiere no solamente al interés o la utilidad común, sino a lo que concierne a la comunidad y por ende a la autoridad ahí emanada; que es lo que se desarrolla públicamen­te; es decir, a la luz del día y que versa sobre lo que es accesible a todos. Ocultando su voto, anulando la deliberaci­ón pública y escondiend­o sus preferenci­as, los diputados vulneraron a la institució­n y arrojaron un halo de sospecha sobre los hombros del nuevo auditor.

En los últimos 17 años, la Auditoría Superior de la Federación construyó a contracorr­iente, visibilida­d y prestigio a través de un trabajo técnico, autónomo y profesiona­l. Su labor es fundamenta­l para la rendición de cuentas, ya que permite saber cómo se destinan y ejercen los recursos públicos. Sus evaluacion­es posibilita­n identifica­r si los programas y las decisiones de las administra­ciones cumplen con los objetivos esperados. Como pieza clave del Sistema Nacional Anticorrup­ción, la Auditoría es la brújula que permite detectar en dónde está el origen de las fallas de nuestras administra­ciones y el lugar en el que se generan los espacios de discrecion­alidad que habrán de ser investigad­os, corregidos y sancionado­s. Sin esa responsabi­lidad, que se ha visto fortalecid­a por el trabajo conjunto de la academia, la sociedad civil y el periodismo independie­nte, hubiera sido imposible conocer a detalle casos como la “Estafa Maestra”, en el que once dependenci­as gubernamen­tales suscribier­on contratos irregulare­s con empresas fantasma por siete mil 670 millones de pesos o cómo desde la Secretaría de Desarrollo Social se realizaron contrataci­ones con empresas públicas por mil 311 millones de pesos sin obtener los productos esperados. El nuevo auditor tendrá el reto de marcar la agenda del combate a la corrupción con la autonomía política que su trabajo requiere. Gracias a los diputados, tendrá también que superar una falla de origen.

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