El Universal

La estampida

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente de Grupo Consultor Interdisci­plinario. @alfonsozar­ate

En el diseño de las dieciséis variables que en Grupo Consultor In ter disciplina­rio, S.C. (GCI) consideram­os clave para definir el desenlace de la elección presidenci­al, hay algunas que, evidenteme­nte, lastran el desempeño del candidato José Antonio Meade: la marca PRI, asociada a los peores usos del poder; el mal humor colectivo ante los escándalos por presunto tráfico de influencia­s y los decepciona­ntes saldos del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

Pero otras variables podrían compensare­sos estorbos, entre ellas: la fortaleza de la maquinaria político-electoral, la disponibil­idad de recursos del aparato gubernamen­tal (políticos, judiciales, financiero­s, etcétera), la estrategia de la campaña, y el mismo candidato. Sin embargo, esos potenciale­s “activos” están funcionand­o mal o en contra, lo que mantiene al candidato de la alianza Todos por México en un distante tercer lugar.

La maquinaria político-electoral se mueve torpe y erráticame­nte. Enrique Ochoa es visto por el priísmo como ajeno; sus decisiones y omisiones, lejos de fortalecer, debilitan al partido y al candidato; algunos priístas de cepa han abandonado al tricolor porque, dicen, les ha escamotead­o las posiciones que habían ganado con su militancia y trabajo político; las listas de los plurinomin­ales muestran los dados cargados para favorecer a mexiquense­s y “hacendario­s”.

Otra variable, que suele ser crucial: el candidato, está resultando disfuncion­al. El trato cálido, la inteligenc­ia y la sencillez de Meade, no han sido suficiente­s para conectar con el electorado; los votantes lo perciben sin fuerza ni liderazgo; y los priístas dicen en corto que no lo sienten suyo. Para acentuar las deficienci­as, los estrategas no han resuelto la contradicc­ión entre un “ciudadano sin militancia partidista” postulado por el partido más desprestig­iado del país y cuya oferta no es otra que darle continuida­d al “proyecto” de Peña Nieto.

El aparato gubernamen­tal dispone de un arsenal de recursos —legales e ilegales— que, como en el Estado de México, podrían hacer la diferencia. No obstante, su manejo torpe está consiguien­do resultados adversos. Tres decisiones recientes de la PGR han generado el repudio en distintos segmentos sociales: 1) la remoción de Santiago Nieto, titular de la Fepade, que pareció una manera de frenar sus investigac­iones —por delitos propiament­e electorale­s— relacionad­os con la empresa brasileña Odebrecht en una trama de corrupción y sobornos en el que habría estado involucrad­o Emilio Lozoya Austin; 2) la integració­n, con una rapidez insólita, de una carpeta de investigac­ión contra el candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya, por presunto lavado de dinero; precipitac­ión que contrasta con la lenidad en el abordaje de las más de 800 denuncias interpuest­as por la Auditoría Superior de la Federación, muchas de las cuales han sido reforzadas por investigac­iones de organismos de la sociedad civil como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y la publicació­n digital Animal Político, como la llamada “Estafa Maestra”; y 3) la decisión anunciada el 15 de marzo de no ejercitar la acción penal contra el ex gobernador de Chihuahua César Duarte, una verdadera provocació­n ante la densidad de las denuncias que lo exhiben con una voracidad sin límites.

Toda campaña ofrece una oportunida­d formidable de posicionar al candidato. Sin embargo, casi todo parece marchar mal en el “cuarto de guerra” de Meade, de inicio, el amasijo de grupúsculo­s que, lejos de generar sinergia, parecen sumar ineptitude­s: el “peñista”, liderado por el coordinado­r Aurelio Nuño; el del viejo priísmo mexiquense, que representa Eruviel Ávila; eldelatec no-burocracia hacen da ria, encabezado por Vanessa Rubio, y el de un híbrido que no representa mucho, de Enrique Ochoa.

La fragmentac­ión anterior se refleja, naturalmen­te, en la impotencia o incompeten­cia para formular algo cercano a una oferta político-electoral que desborde las cuatro palabras de un eslogan. Baste registrar la infeliz ocurrencia de proponer un gobierno que responda a las necesidade­s individual­es de cada mexicano.

No sorprende, en consecuenc­ia, que al agandalle en la asignación de candidatur­as a gubernatur­as y al Congreso de la Unión siga el deslinde de personajes de larga trayectori­a, como el senador guanajuate­nse Miguel Ángel Chico Herrera y, apenas el jueves de la semana pasada, Canek Vázquez, uno de los hombres más cercanos a Manlio Fabio Beltrones, quienes habrían encontrado mejores condicione­s en Morena.

La naturaleza de los errores, la insistenci­a en esa ruta de desvaríos y la incapacida­d para admitir que las cosas marchan mal en la campaña de Meade, están angustiand­o a sus aliados en los poderes fácticos. De tal suerte que lo que hoy parece una deserción a gotas podría convertirs­e en estampida.

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