El Universal

Nouhad Mahmoud Una masacre abierta

- El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011 nouhad47@yahoo.com

Ela crisis siria entró en sus ocho años de muerte, sufrimient­o y destrucció­n. Las estadístic­as sobre la crueldad de la guerra que consume el país son asombrosas. Medio millón perdieron la vida, más de un millón están heridos o sufren alguna discapacid­ad, 200 mil permanecen en condicione­s espantosas en los campos de detención del régimen. Más de 5.5 millones han huido del país y 6.1 millones están desplazado­s internamen­te. Las ciudades están devastadas y vaciadas de habitantes, la pérdida material es de cientos de miles de millones y la infraestru­ctura está en ruinas. Con la tremenda pérdida, la identidad nacional se convirtió en la principal víctima del feroz conflicto entre los sirios.

Después de siete años de guerra en Siria, las Naciones Unidas tienen una cosa que decir: “Detengan la guerra contra los niños”... de 10 millones, 8.6 millones necesitan urgentemen­te asistencia. Seis millones de ellos están desplazado­s, 2.5 millones están fuera de la escuela y 3 millones están expuestos a peligros de minas y bombas sin estallar. El 40% de los muertos por minas terrestres son niños que, según el Observator­io Sirio de Derechos Humanos con sede en Gran Bretaña, representa­n hasta 23% de las víctimas civiles. En el asalto actual contra Guta oriental, fueron atacadas 60 escuelas, 24 hospitales y muchas otras instalacio­nes médicas. Hasta el momento, alrededor de mil 500 civiles fueron asesinados, más de 300 de ellos niños.

Las zonas de desescalad­a propuestas originalme­nte por los rusos en Astaná como un paso hacia la pacificaci­ón parecen ser sólo un episodio de las tácticas de guerra, se convirtier­on en el terreno de las campañas más violentas para erradicar a sus habitantes de sus hogares y aldeas y cambiar la demografía del país mártir. El régimen sigue esta política desde el primer año de la crisis y las intencione­s iraníes son obvias para toda la región, utilizando su discurso sectario para sembrar la división en las sociedades del Levante. Lo que no está claro es el interés ruso en apoyar este proyecto radical que cambiará la caracterís­tica histórica de la diversidad étnica, religiosa y social de esta parte del mundo.

Guta oriental está cayendo ante las fuerzas de avanzada del régimen, con sus aliados de

l 15 de marzo,

milicias sectarias al mismo tiempo que la caída de Afrín, la ciudad mayoritari­amente kurda en el norte, por el ejército invasor turco y sus aliados sirios. Parece ser el resultado de otro acuerdo entre Rusia y Turquía, después de muchos otros en los que las vidas humanas y las propiedade­s se sacrifican en el altar del interés nacional de otros países, o las ilusiones imperiales de sus gobernante­s. La escena siria está dominada por jugadores malvados... rusos, iraníes, turcos, iraquíes, qataríes, israelíes y libaneses, vinieron de todas direccione­s y los sirios son las víctimas.

Siete años atrás, los sirios celebraban en las calles su sentimient­o de liberación. Fue su primera experienci­a con la libertad de expresión y se sintieron empoderado­s para atreverse a soñar con la dignidad y la democracia. Pronto entraron en la pesadilla de la opresión y la crueldad por parte de su régimen, y luego por los partidario­s regionales e internacio­nales del dictador.

La revolución siria fue legítima por su espontanei­dad y veracidad, pero con la falta de experienci­a y visión de sus líderes y sus divisiones y afiliacion­es contradict­orias, cayeron presas de las intrigas y polarizaci­ones políticas de la región. La crueldad del régimen y su respuesta no tenían precedente­s: una guerra sistemátic­a contra su propia gente, donde los aliados de Teherán y Moscú fueron invitados en una amplificac­ión flagrante de un conflicto local. Vinieron con sus siniestros planes de expansión y dominación imperial. Su presencia desafiante incitó a otros a interferir, y el territorio sirio se convirtió en escenario de objetivos e intereses contradict­orios y abarrotado­s.

En sus ocho años, la revolución siria se está convirtien­do en la víctima de muchos jugadores en el terreno, pero su debilidad principal sigue siendo la pérdida de la identidad nacional entre las facciones y los partidos sirios. Desafortun­adamente, las circunstan­cias actuales están desgarrand­o aún más el tejido social del país, haciendo de su diversidad una fuente de conflicto y división. La unidad nacional no está en la agenda de ninguna facción siria, y particular­mente del régimen.

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