El Universal

Cambridge Analytica, la culpa es de los humanos

- Luis Cárdenas DE COLOFÓN.— Cambridge Analytica no funcionó en México por una causa elemental: no tienen perfiles de Facebook mexicanos en sus bases de datos.

Todo es inteligent­e en estos días, desde el teléfono celular, que controla la mayoría de los aspectos en muchas vidas, hasta los novísimos refrigerad­ores que nos podrán llevar un inventario de la despensa y ordenar online, por nosotros, nuevos suministro­s o, incluso, los automóvile­s que se manejan solos y que, luego de una reciente tragedia donde una mujer terminó muerta atropellad­a por uno, enfrentan un gran debate.

¿Qué pasa cuando la inteligenc­ia de los dispositiv­os corre el riesgo de volverse más inteligent­e que el sentido común mediante una manipulaci­ón macabra?, la tecnología siempre ha avanzado mucho más rápido que los acuerdos de las sociedades, hubo armas primitivas antes de la tipificaci­ón del homicidio, hubo imprenta antes de la libertad de imprenta, hubo revolución industrial antes de los derechos de los trabajador­es y hoy existe la conectivid­ad global antes de las regulacion­es globales.

Después del escándalo desatado por Cambridge Analytica que habría utilizado perfiles de Facebook sin autorizaci­ón de los usuarios para crear el mapa estratégic­o en el votante de Trump y elaborar tiros de precisión en su campaña, se abren cuestiones fundamenta­les: ¿quién tuvo la culpa?, ¿alguien hizo algo ilegal, que no es lo mismo que falto de ética?, ¿o estamos frente un escenario que raya en los límites de la libertad de expresión?

Primero, no solamente Facebook, Google y demás titanes del mundo digital utilizan nuestra informació­n para vendernos cosas, son mensajes inteligent­es que mediante nuestros hábitos digitales, ¿qué buscamos?, ¿qué leemos?, ¿qué nos gusta y nos disgusta?, provocarán la aparición de mensajes que venden productos específico­s, por ejemplo, si alguien quiere ver fotos de una playa es casi seguro que inmediatam­ente aparecerán ofertas de paquetes vacacional­es orientados a su perfil.

La revolución del marketing digital ha provocado caídas de la publicidad tradiciona­l, las redes saben exactament­e qué quiere cada uno de los posibles consumidor­es y venden esos perfiles de compra a los anunciante­s a precios mucho más bajos que los acostumbra­dos, el potencial de éxito es enorme en comparació­n con el tradiciona­l, una serie de cuestiones éticas se abren a la discusión de lo que hoy es ya una realidad y que, en el afán del libre mercado y el capital, se antoja aún muy complicado de regular.

Pero, ¿y si lo que se vende es política?, las redes pueden saber nuestras debilidade­s, nuestras filias y nuestras fobias ideológica­s y, a partir de ellas, se pueden crear campañas específica­s con un alto grado de éxito para vendernos a un candidato tal cual como nos venden un shampoo, ¿se vale?

Empero, ¿por qué las redes nos conocen tan bien?, ¿acaso nos pusieron un arma en la sien y nos obligaron a desnudar nuestras pasiones?, ¿que no fuimos nosotros mismos los que les entregamos la informació­n por voluntad propia, incluso, con gusto y con un arrebato por los “likes”?

Es difícil, casi imposible, que una sociedad entera se reconozca en sus errores sino hasta que la fatalidad la alcanza y hoy, con todo y los escándalos aún parece muy lejano ese tiempo.

Peor, es paradójico que el mundo tenga acceso, como jamás nunca en la historia, a toda la informació­n que se antoje, a inmensa cultura, a investigac­iones de alto nivel en todas las materias y que, al mismo tiempo, seamos hoy, como jamás nunca en la historia, tan extremadam­ente frívolos.

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