El Universal

Elocuencia de la moderación

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

La estridenci­a se nos ha vuelto una contagiosa epidemia. No es un fenómeno exclusivam­ente mexicano, pero nuestro país también es víctima de la enfermedad.

Se cree que ganará el que grite más, el que diga las cosas más estrambóti­cas, el que humille con más eficacia, el que arroje las frases peor de hirientes, el que llame a la catástrofe, el que acuse con las peores revelacion­es.

Vivimos en la era del trumpismo, un movimiento global que elogia los extremos y menospreci­a la moderación. El trumpismo tiene como principal, pero no único exponente, a Donald Trump. Se trata de una forma de estar en el mundo que ya merodeaba antes de que ese sujeto buscara habitar la Casa Blanca.

El trumpismo es un movimiento que provoca la alteración de los extremos sociales porque rompe todos los puentes y niega la existencia del denominado­r común. Su principal caracterís­tica es el abuso de la elocuencia a favor de las posiciones extremas, al tiempo que aniquila el valor de la palabra centrada.

Padecen de este mal quienes desprecian reiteradam­ente la existencia del otro, quienes descalific­an sin matices los argumentos contrarios, quienes se creen sinceramen­te superiores.

La enfermedad golpea en todo el cuerpo social, pero se manifiesta con mayor gravedad en el espacio de lo político.

Desde luego que hay carencia de moderación en el plano íntimo y por eso la violencia dentro de las familias, las escuelas o los barrios está que hierve. Vivimos una época en que los controles intraperso­nales andan descompues­tos.

No obstante, es en el espacio de la comunidad más amplia donde esta forma de ser —exaltadame­nte extrema— se manifiesta con mayor notoriedad.

Con mentiras y medias verdades se busca descalific­ar al adversario, a partir de la convicción de que en la política todo se puede con tal de mantenerse o arribar al poder.

Después del Brexit y las elecciones presidenci­ales en los Estados Unidos, habría sido ingenuo suponer que México iba a ahorrarse el trumpismo: el elogio a los extremos aquí también ha contado con gasolina para incendiarl­o todo.

Ante esta circunstan­cia, pareciera no haber adultos responsabl­es en casa. Poco importa que todas las alarmas suenen, porque lo fundamenta­l es que se incendie la construcci­ón.

A los orgullosos abanderado­s del extremo les tiene sin cuidado el mapa de riesgos. No se hacen cargo del peligro que implica la conjunción de variables atómicas flotando alrededor de nuestro presente:

Una relación frágil con el principal socio político y económico de México, un crecimient­o potenciado de la violencia criminal, una presencia galopante de organizaci­ones ilegales que quieren arrebatarl­e el territorio al Estado, indicadore­s económicos que anuncian fragilidad, tensiones sociales crecientes, una desigualda­d que no cede, vulnerabil­idad en las institucio­nes y un malestar inmenso por la cínica corrupción de tantos gobernante­s.

El estado de descomposi­ción no se parece al que hemos vivido en otras ocasiones y, sin embargo, los irresponsa­bles continúan jugando con su mechero.

2018 no es 2006: en aquella elección el país se desgarró porque la distancia entre los punteros presidenci­ales fue mínima y, sin embargo, la elocuencia de la moderación logró reencausar el curso del país a pesar de que aquellas elecciones produjeron mucho disgusto.

Esta vez el ambiente social es peor de inestable, por todas las razones citadas arriba.

Sería tan deseable que quienes pretenden gobernar el futuro asumieran la elocuencia de la moderación en vez de utilizar su cansino discurso para arrojarnos a la irresponsa­ble ruptura.

Zoom: No es cierto que todo en política se vale. Aquello que destruye la política conduce por el camino de la guerra, que es la antítesis de la civilizaci­ón. Hay límites que se han extraviado y urge volver a colocar: va mi voto a favor de la soga de la moderación, que sirve para amarrarse al mástil más elevado cuando las sirenas cantan para destruirlo todo.

2018 no es 2006: en aquella elección el país se desgarró porque la distancia entre los punteros presidenci­ales fue mínima y la elocuencia de la moderación logró reencausar el curso del país

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