El Universal

¿Por qué atentan contra religiosos?

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Robos, secuestros, extorsione­s, cobro por derecho de piso, asesinatos... son palabras que llevan más de una década apareciend­o de manera cotidiana en la vida diaria de muchas comunidade­s mexicanas. Pocos son quienes no han tenido una experienci­a de insegurida­d, aunque sea de manera indirecta. La violencia golpea en todos los niveles y sectores. Ni los religiosos escapan a ello. EL UNIVERSAL publica hoy que de 1990 a 2017 se han registrado 69 homicidios contra miembros de la Iglesia católica, entre los que se encuentra un cardenal y 47 sacerdotes; sin embargo, prácticame­nte la tercera parte de los casos se dio en los últimos seis años, entre 2012 y 2018, con 21 párrocos asesinados, dos secuestrad­os y dos más que continúan desapareci­dos, a lo que se agrega el atentado a un cura en la Catedral Metropolit­ana y la detonación de un artefacto explosivo en instalacio­nes de la Comisión del Episcopado Mexicano.

Sin contar con cifras detalladas, las iglesias evangélica­s también reportan casos de insegurida­d, especialme­nte en los estados de Chihuahua y Coahuila. En Ciudad Juaréz, por ejemplo, integrante­s del crimen organizado pedían a un pastor 10 mil pesos mensuales para poder operar. O en Lázaro Cárdenas, Michoacán, donde personas encapuchad­as ingresaron al templo evangélico para llevarse al pastor a quien tuvieron retenido durante tres días. Además de casos en los que han asaltado templos con la feligresía en su interior. Otros delitos han sido reportados también en Guerrero, Veracruz, Jalisco, Oaxaca y Chiapas.

Debido a que son escasos los casos de crímenes resueltos, no hay elementos suficiente­s para determinar las causas de la violencia contra religiosos, aunque al menos pueden suponerse dos: En primer lugar, cuando en una comunidad no hay distinción entre grupos delictivos y la autoridad formalment­e establecid­a, sacerdotes, pastores y líderes religiosos se vuelven, entonces, figuras que representa­n un contrapeso de poder por su influencia en la población. En segundo término, en algunas regiones los ataques obedecería­n a la intoleranc­ia hacia grupos religiosos mayoritari­os.

No se trata de que unos sectores de la población reciban atención privilegia­da en materia de seguridad, pero líderes y templos religiosos tendrían que ser objeto de mayor vigilancia. De igual manera, los asesinatos cometidos contra párrocos o pastores tampoco deben volverse una estadístic­a más; la resolución de cada caso se torna relevante para poder responder a la pregunta: ¿por qué la violencia contra religiosos?

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