El Universal

José Luis Luege Ordenamien­to ecológico territoria­l

- Www.ciudadposi­ble.org @JL_Luege

En mi experienci­a, después de muchos años al frente de las institucio­nes más importante­s del país en materia ambiental, he podido constatar que lo que frena el desarrollo humano sustentabl­e del país es la falta de un ordenamien­to ecológico del territorio.

El ordenamien­to ecológico territoria­l es el instrument­o de política ambiental cuyo objetivo se dirige a regular e inducir los asentamien­tos humanos y las actividade­s productiva­s acordes a la vocación natural de los usos del suelo, con el fin de lograr la protección del medio ambiente y el aprovecham­iento sustentabl­e de los recursos naturales.

Desde la creación de la Secretaría del Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue) en 1982, el tema central ha sido la imperativa de establecer orden en el desarrollo urbano acorde al potente crecimient­o demográfic­o que ha tenido el país.

La Sedue estableció la obligación de una planeación con visión de largo plazo, elaborando el Programa de Ordenamien­to Ecológico del Territorio (POET, hoy POEGT) que respondía a una necesidad urgente en todo el país y en sus primeros años de vida cumplió el objetivo original; sin embargo, el mal diseño de políticas públicas la llevó al fracaso.

La Reforma Agraria, que debió concluir al finalizar el reparto de las propiedade­s latifundis­tas, terminó convirtién­dose en el deporte nacional donde al inicio de cada administra­ción el Presidente en turno “creaba” propiedade­s ejidales donde no se requerían.

En este contexto, hubo reparto de tierras que no tenían fines productivo­s agrícolas, como bosques, selvas, montañas, áreas naturales de inundación e incluso zonas federales de lagos, lagunas, ríos y barrancas. Esto provocó un verdadero desastre administra­tivo en el territorio, complicand­o las bases de un ordenamien­to ecológico eficaz.

A lo largo del tiempo se perdieron millones de hectáreas de terrenos que debieron estar siempre bajo la administra­ción federal. En los últimos años, gracias a un gran esfuerzo del sector ambiental federal, se han ido adquiriend­o y decretando áreas de conservaci­ón, de reserva territoria­l y áreas naturales protegidas (ANP), pero en la mayoría de los casos la propiedad sigue siendo ejidal, comunal o privada.

En 1992 desapareci­ó la Sedue para dar paso a dos nuevas dependenci­as federales: la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), ese mismo año, y la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnat) en 1994. Uno de los objetivos fue fortalecer las políticas ambientale­s y de desarrollo urbano del país.

Los dos sistemas fundamenta­les de planeación de la Sedue, el POET y la planeación del desarrollo urbano territoria­l (PDU) se dividieron entre la hoy Semarnat y la Sedesol, respectiva­mente. Esto —me parece— representó un error de graves consecuenc­ias, porque nunca ha habido una buena coordinaci­ón entre las dos secretaría­s, provocando un verdadero caos en el sistema nacional de planeación.

En la pasada administra­ción hubo la idea por parte de la oficina de la Presidenci­a de eliminar la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), dado que sus funciones podían ser incorporad­as a otras dependenci­as.

En la Dirección General de la Conagua trabajamos en un proyecto que consistía en crear la Secretaría del Ordenamien­to del Territorio (SOT). La idea consistía en usar las valiosas herramient­as de la SRA y conjuntar en esta nueva secretaría las responsabi­lidades tanto de la planeación ecológica como de desarrollo urbano.

En la actual administra­ción se creó la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano (Sedatu). Un acierto en principio, pero desafortun­adamente no se conjuntaro­n los sistemas de planeación.

Insistimos en la necesidad de concluir esta transforma­ción administra­tiva para que la planeación del ordenamien­to ecológico y urbano queden incorporad­os en una misma secretaría.

Sólo respetando el ordenamien­to ecológico territoria­l en todo el país lograremos un verdadero desarrollo sustentabl­e. Los errores de no hacerlo ya los estamos viviendo en toda la Zona Metropolit­ana de la Ciudad de México.

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