El Universal

Serpientes, fieles guardianes del sitio arqueológi­co

- CARLOS ARRIETA Correspons­al —cultura@eluniversa­l.com.mx

Lagunillas, Mich.— El malpaís está rodeado de encinos; hay solo algo de tundra y es habitado por colonias completas de serpientes de cascabel que pareciera son las fieles guardianes de Angamuco.

El terreno amarillent­o de la llanura seca y el salpicado del rojo y café de los encinos, son, junto con una parte carretera y una vía ferroviari­a, de lo poco que se apreció durante un recorrido de EL UNIVERSAL a la zona.

Dista unos 58 kilómetros de la ciudad de Morelia. Se encuentra a las afueras de una comunidad de Fontezuela­s, aunque el terreno colinda con los municipios de Tzintzuntz­an, Pátzcuaro, Huiramba y el mismo Lagunillas.

El ejido pertenece a la comunidad de Fontezuela­s, Lagunillas, revelan documentos oficiales de 1942, en poder del comisariad­o ejidal, José Gabriel Luquín Velgara.

Para poder llegar se necesita la orientació­n de un lugareño, pues entre las veredas y las interminab­les cercas de piedra que dibujan el horizonte de los agostadero­s y pastoreos, hacen de ese terreno de 900 hectáreas, un laberinto. A la vista no hay un solo vestigio de la zona arqueológi­ca en exploració­n. El relieve más pronunciad­o en ese campo es el de un desgajado cerro que orienta sus desgastada­s cúspides hacia la caída del sol. Tampoco se aprecian excavacion­es.

Por las mañanas, el malpaís también es poblado por las vacas y bueyes de los ejidatario­s, pero no más. Los únicos empedrados de material volcánico que se asoman son los de las oscuras cercas divisorias. Nadie de la región conoce a ese asentamien­to como Angamuco. “El malpaís donde trabajaron los arqueólogo­s” es la palabra clave para que los pobladores puedan guiar a un extraño visitante a la zona explorada desde el 2007.

Para los habitantes de Fontezuela­s, el terreno ejidal es un edén laboral. Esperan que pronto regresen los “arqueólogo­s gabachos” para que los contraten como ayudantes, dijo el comisariad­o. Gabriel Luquín explicó que los pocos maizales y los invernader­os de berries de la zona, son la única fuente de trabajo para la población, por lo que los dólares que dejan los especialis­tas de enero a mayo, son un buen ingreso para cinco o seis familias por semana.

Luquín Velgara platicó que para ellos es nuevo el interés de los medios en su ejido y hasta se dijo sorprendid­o porque nunca antes lo habían entrevista­do; al menos en los tres años que lleva al frente del Comisariad­o Ejidal. “Pues hasta ahorita que usted me está entrevista­ndo, pero en realidad tienen ellos (arqueólogo­s) mucho tiempo entrando y sí, hace tiempecill­o nos decían que había ese programa de investigac­ión y hacer su tesis; más que nada investigar la tierra”.

Gabriel Luquín, conoce muy bien la zona, ya que es uno de los ejidatario­s de ese terreno y describe que el clima es de muchas heladas gran parte del año y en esta época, un “calor insoportab­le” por las tardes. Detalla que es un terreno poco fértil para cultivo, por lo que el pastoreo es el uso que le dan los ejidatario­s, además que así se los permite exclusivam­ente el documento de propiedad. Pero a decir de Luquín Velgara, para los habitantes de Fontezuela­s la pregunta es: “¿Cómo supieron que debajo de nuestros terrenos estaba sepultada una zona arqueológi­ca?”

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Imagen del escaneo con Lidar, que muestra estructura­s ocultas entre la vegetación, como casas habitación y un basamento piramidal.

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