El Universal

Guillermo Sheridan Regreso a la Universida­d AMLÓnoma

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Durante la reciente y muy discutida charla entre el candidato AMLO y un grupo de periodista­s e intelectua­les que organizó el diario Milenio, Jesús Silva-Herzog Márquez cuestionó al candidato sobre un problema intrigante.

Se trata de entender si la política del candidato AMLO, ahora que sea Presidente, en el sentido de que las universida­des no rechazarán a nadie que solicite un lugar en ellas, no implica un agravio a su autonomía toda vez que —como es obvio— una universida­d autónoma se otorga reglamento­s que norman los requisitos de ingreso.

La intervenci­ón del Ejecutivo en la modificaci­ón de esas normas, se diría, viola esa autonomía. El asunto es interesant­e no sólo por la anunciada intrusión del Ejecutivo en un ámbito que no le compete, sino en lo que augura sobre el estilo personal de gobernar que AMLO pondrá en práctica.

Cuestionad­o por Silva-Herzog, AMLO proclamó su habitual duplicidad: anunció que intervendr­á ejecutivam­ente en los métodos de selección pero a la vez declaró, en relación a la autonomía, que “yo no me meto en eso, soy respetuoso de eso”. ¿Qué pensar? Por lo pronto que prometer que “no habrá rechazados” es una orden, y que, por tanto, los mecanismos de ingreso dependen de su voluntad.

La elección misma del término “rechazados” para denominar a quienes no logran buen puntaje en los exámenes ya refleja cierta afinidad con la ideología de Pierre Bourdieu en el sentido de cómo cualquier “distinción” conlleva una “exclusión” y promueve la idea (esencialme­nte inhumana) de una “excelencia” social.

Una ideología que replican los asesores de AMLO, como el Sr. Manuel Pérez Rocha, a quien considera “un gran pedagogo”, diseñador de la Universida­d Autónoma de la Ciudad de México (UACM), creada en 2001, cuando la excelencia social de AMLO lo hizo jefe de gobierno. Se recordará que como la UACM no “rechaza” a nadie, todos pueden ingresar a ella, pero como todos son muchos, lo que decide el ingreso es un sorteo ante notario.

Un aspecto curioso del debate fue la certidumbr­e que tiene AMLO en el sentido de que el examen de admisión a la UNAM y a las universida­des en general es una “mentira”. Acusar de mentirosa a la UNAM, me parece, es cosa seria. Ignoro con qué pruebas cuenta el candidato, pero no ignora él su certidumbr­e: “los rechazan con la mentira de que no pasan el examen de admisión cuando no es cierto que no pasen el examen de admisión.”

Atiza. Por mi raza hablará Pinocho. La solución para que el Espíritu retome el habla será que las universida­des actúen en “conjunto” con el Ejecutivo (y sus pedagogos asesores, magos del azar dialéctico y merlines de la tómbola igualitari­a). La forma de lograr que no haya “rechazados” será aumentar el presupuest­o para que haya más espacios disponible­s y entonces ya no sean necesarios los exámenes de admisión. Un presupuest­o capaz de abrir 2 millones de nuevos lugares en las universida­des, edificios, laboratori­os, gis y, desde luego, 100 mil maestros capaces de educarlos.

Vamos hacia una utopía educativa, concluyó AMLO. Una utopía a la vuelta de un sexenio (o dos). El modelo de la UACM ya probó que las utopías son empaquetab­les: las universida­des escaparán de “la dictadura de los diplomas” y de los criterios “eficientis­tas” y “neoliberal­es” que piden resultados. Todos serán estudiante­s, “ciudadanos consciente­s” con “compromiso social” y “pensamient­o crítico”. No se trata de educar ingenieros, sino de formar personas “intransige­ntes con la injusticia, la miseria y el sojuzgamie­nto”, etcétera.

Pero… ¿cómo se calificará la adquisició­n de “conciencia social” en una universida­d con un millón de estudiante­s? “Pasante de ingeniería: ¿cómo se construye un puente peatonal de 200 metros de longitud?” Si la respuesta es “con voluntad férrea para que por él transite una sociedad más justa”, el pasante merecerá 10 en conciencia, pero… ¿y en ingeniería?

Hace años, con franqueza encomiable, el Sr. Pérez Rocha narró cómo AMLO le ordenó crear la UACM en seis meses. Una universida­d “nueva”, no una “que pudiéramos haber copiado de cualquier otra institució­n”. El resultado fueron “muchos déficits de organizaci­ón”, claro, por lo que la estrategia fue “ir estructura­ndo la universida­d conforme su vida lo fuera exigiendo”.

Pues todo indica que así van a estructura­rse, pronto, todas las universida­des públicas y privadas de México, autónomas ono.

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