El Universal

Elecciones y cambio de época

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @L_Fbravomena.

No todas las elecciones son iguales en sus alcances y consecuenc­ias. Elegir presidente­s y renovar congresos siempre ha sido importante, pero hay coyunturas políticas en las que los comicios son parte de un proceso de cambio más profundo y marcan el fin de una época y la transición hacia otra. Son verdaderos parteaguas en la historia de las naciones.

El proceso electoral mexicano de este 2018 tiene ese rango. Hoy, a la media noche, comenzará la campaña presidenci­al, cuyo desenlace va a redefinir la vida política del país por varias décadas. Podría decirse que será una elección fundaciona­l de un nuevo régimen político. Habrá un antes y un después en la República luego del próximo 2 de julio.

Son muchos los factores transforma­dores —internos y exógenos— que se han conjugado en este proceso. Hay innumerabl­es tensiones sociales y políticas no canalizada­s oportuname­nte, que ya encontraro­n cauce en esta lucha electoral. Se han acumulado demasiados agravios colectivos, quiebres institucio­nales y fallas en la gestión del interés público. El sistema y el régimen están agotados.

Es obvio que las cosas no pueden seguir así. El discurso simulador es insuficien­te, la defensa a ultranza e interesada del statu quo por sus beneficiar­ios, no solo no convence, ya no se tolera y resulta insultante. Los miles de millones que reparten en propaganda son inútiles. La reprobació­n se mantiene.

En la conciencia y en el ánimo de la mayoría de los mexicanos, conformada por diversas sensibilid­ades partidista­s, ya se instaló una decisión de cambio, que se manifiesta en el rechazo tajante a quedar atrapados en la alternativ­a del diablo: más de lo mismo inservible y degradado o el desastre. Un buen número hemos optado por un cambio inteligent­e que representa Anaya. No a la regresión al PNR que sería una posible coalición PRIMOR.

En los próximos 90 días habrá mucho ruido: ataques, calumnias, propaganda efectista pero insustanci­al y maniobras tramposas. Nada de esto ayudará al ciudadano a discernir responsabl­emente sobre su voto.

Por otro lado, hay suficiente­s hechos para anticipar que el gobierno y su partido, sin pudor, intentarán atropellar el proceso para realizar una elección de Estado. Someterán a la prueba de ácido a las autoridade­s y jueces electorale­s. En esas manos estará no sólo dar los resultados de la elección la noche del 1 de julio, para que no se reedite la fraudulent­a caída del sistema de la elección de 1988 y así tener margen para acomodar los números, en ventaja de los poderosos en turno.

Sin embargo, no bastará que los resultados preliminar­es sean oportunos, también deben ser creíbles y sobre todo legítimos.

En otras palabras, las cifras que arrojen las urnas deben ser el producto de unas elecciones libres, en las que se hayan respetado todas y cada una de las fases de proceso para que el ciudadano emita su voto sin coacción de ninguna especie, ni compravent­a del sufragio mediante la utilizació­n de los programas sociales.

Resultados legítimos y oportunos es el nombre del juego para evitar que la elección termine en caos.¿O será esa la apuesta de quienes nos gobiernan, para pescar en río revuelto y que todo cambie para que todo siga igual? La duda es pertinente.

Cuando el miedo se cuela en los pasillos de los palacios de gobierno y la soberbia infla los cojines de los asientos de los que conducen la maquinaria estatal, la lucidez y el sentido de responsabi­lidad saltan por la ventanas. Los estadistas se esfuman y surgen los tiranos. Eso es lo que parece ocurrir ahora en México.

Hace unos días, en estas páginas de EL UNIVERSAL, Arnoldo Kraus citaba un estudio de Fund for Peace, en el que se enumeran los parámetros de un Estado fallido, el primero: erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones...( 18/03/18).

Jorge Carrillo Olea, en La Jornada, escribió: “En México es evidente que se ha perdido la gobernabil­idad...la autoridad ha destruido su capacidad moral y material de conducir al país y se refugia en aplicar la fuerza ilegal y con retórica falaz, como es el caso contra AMLO y Anaya...” (23/03/18).

Pues bien, con este telón de fondo iniciamos las campañas. Todos somos responsabl­es de no agregarle más gasolina al fuego electoral que hoy se prende, pero los primeros responsabl­es de evitar el incendio son el gobierno y los altos mandos de los diversos órganos del Estado.

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