Museo de Cera. Reúnete con celebridades
En una antigua hacienda de la capital hay una reunión sin precedentes. No solamente artistas se encuentran en ella, políticos y la realeza europea están ahí.
Mientras Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo Del Toro se lucen en esos asientos típicos de directores, los presidentes Enrique Peña Nieto y Donald Trump dan la bienvenida a los invitados.
Si de inicio sorprende que ninguno hable, lo más inusual es que tampoco parpadean. A los curiosos eso no les asusta —todavía—, se toman selfies yde vez en vez se preguntan “¿éste quién es?”
No es fácil reconocer a algunas de las celebridades que habitan el Museo de Cera de la Ciudad de México: Shakira, por ejemplo, bien podría confundirse con cualquier chica rubia; algo que Nicole Kidman libró por poco (vista de lejos, se parece), pero Bruno Mars casi podría cantar. Es inconfundible.
La casa —construida en 1904 en la Colonia Juárez— es tan grande que reúne distintas épocas y lugares.
El recorrido por esta atracción se convierte en un viaje a través del tiempo. Apenas se cruza el lobby y aparecen artistas que en la vida real jamás hubieran convivido: Van Gogh, Leonardo Da Vinci y Frida Kahlo son algunos ejemplos.
Detrás de cada puerta espera algo desconocido: de una corrida de toros amenizada por Plácido Domingo a la reunión de Presidentes de la República.
El ambiente se vuelve más ligero al subir las escaleras revestidas con alfombra roja: la vida se convierte en un carnaval al distinguirse la voz de Celia Cruz cantando.
La gente que pasa la escucha, pero hay un hombre que la ignora. Cantinflas se mantiene impávido, en posición relajada, disfrutando de un cigarrillo. Él, como otras de las figuras del cine mexicano, esperan para ser fotografiadas más adelante: igual que en la película A toda máquina —y siempre con la compañía de Luis Aguilar— Pedro Infante se luce con su traje de policia sobre una motocicleta roja.
Podría no parecerse del todo, pero eso no evita que la mayoría se deje seducir por su porte y lo capture en una fotografía. De cerca, otro ícono causa la misma impresión: María Félix, una diva, altiva, cautiva... A más de uno le invade una duda: “si se ve tan bella aquí, imagínate cómo era cuando hablaba”.
El glamour sigue presente, sólo basta con dar unos cuantos pasos para sentirse en Las Vegas: en una sala forrada por cartas de poker y Elvis tocando la guitarra para Elton John y Michael Jackson.
Ahora sí es tiempo de asustarse. El sótano del lugar está dedicado al terror. Se advierte desde la entrada que puedes saltarte esta experiencia: sería un desperdicio. Es sitio oscuro y quizá por ello —al agudizarse los sentidos— los gritos de mujer provocan cierta ansiedad. Ahí está Hannibal Lecter con su mirada indescifrable... y hasta zombies devorando a una mujer.
El monstruo más agradable está saliendo. Con el corazón palpitando todavía, los asistentes se abrazan del Come Galletas que, junto a Elmo, esperan en el área infantil.
Ha sido mucho tiempo de poses y de no interactuar con personas reales. Las de cera son más accesibles que su versión humana, se dejan fotografiar y son atemporales. Y aunque no reaccionan, te dan la sensación de haberte invitado a su mundo.