RITOS DE SÁBADO DE GLORIA
Antropólogos han documentado diversas costumbres de origen prehispánico que se han fundido con los ritos católicos
Conoce las costumbres para este día, una mezcla de tradiciones cristianas con indígenas.
Golpear a los niños y a los árboles que no crecen, no ensillar animales ni usar machetes, santificar las semillas y frutas, diseñar coloridos caminos de aserrín frente a los altares, ayunar, quemar Judas, levantar amarguras y danzar por el inicio del ciclo agrícola son tradiciones de muchos pueblos mexicanos, costumbres que van más allá de las ceremonias católicas que caracterizan el que muchos llaman todavía el Sábado de Gloria.
A lo largo de la Semana Santa —incluso después— se realizan rituales que combinan la religión y la agricultura, una mezcla de las tradiciones cristianas con las indígenas. Muchas de esas prácticas se concentran en el sábado santo.
Para los católicos se trata de un día de luto y silencio; es día de penitencia pero no de ayuno estricto como el viernes. Desde el papado de Pío XII dejó de llamarse sábado de Gloria.
Algunas de las tradiciones de pueblos originarios mexicanos ocurren dentro o alrededor del templo, otros en bosques, montañas, casas o zonas chinamperas. Casi todas se asocian a la agricultura y la alimentación.
Sobre estas tradiciones hablan tres maestros e investigadores de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la doctora en Antropología Catharine Good, la doctora en Historia y Etnohistoria Laura Corona, y el maestro Leonardo Vega Flores.
En el Alto Balsas, en Guerrero. En el pueblo de San Agustín Oapan, la Semana Santa se festeja a nivel regional. La doctora Catharine Good cuenta que van a celebrar la semana unos 15 pueblos de los alrededores de San Agustín Oapan, que es la vieja cabecera colonial y que era la parroquia.
“Algo que es muy importante para la gente de estos pueblos es el periodo entre la muerte de Cristo, desde el viernes a la medianoche, y su resucitación, a la media noche del sábado. Es un periodo de no hacer ninguna actividad física, de no ensillar animales, no levantar machetes… pueden cocinar, aunque lo ideal es que no se cocine porque es un periodo de inactividad y respeto porque se dice que el Señor está en la tumba”.
Todo está vinculado al mundo agrícola. Good cuenta: “Desde el viernes santo y hasta el domingo llevan ofrendas al santo entierro (representación de Cristo muerto), llevan la semilla que se va sembrar; se supone que la semilla colocada junto al santo entierro durante Semana Santa tiene más fuerza productiva, y luego lo revuelven con toda la semilla”.
El santo entierro se va a visitar en San Agustín Oapan, ahí se llevan las semillas, mientras que los niños, vestidos de ángeles, reparten agua.
Good descubrió que en uno de los pueblos vecinos, Ameyaltepec, hay una tradición muy arraigada de visitar a los padrinos: “Los niños y hasta los adultos van con sus padrinos de bautizo este día. El padrino puede pegarle al niño o al adulto si ha hecho cosas malas en el año, según su comportamiento; puede ser fuerte o muy suavecito. Y luego viene lo que se llama la consolación, cocinan un tipo de atole, de camote, y se le sirve al niño o al adulto, o lo llevan a su casa”.
Algo similar encontró la también antropóloga y doctora en Historia, Yuribia Velázquez, en sus investigaciones entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla, donde el sábado santo y el 3 de mayo es costumbre dar golpes a los árboles que no crecen.
Amarguras en Tláhuac. La doctora Laura Corona cuenta que aunque hay escenificaciones, lo que caracteriza la celebración de la Semana Santa en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, es la creación de las amarguras, que es común en viernes y sábado santos.
“Son construcciones o capillas posas con dos paredes y un techo, que pueden incluir tapetes de aserrín con colores; en lo que serían las paredes están puestas muchas plantas y flores que ellos han cultivado, algunas son maíces. Las hacen con madera y hoja de árboles, aunque algunos ya usan estructuras metálicas, de cartón o lonas. Cada barrio que participa pone su amargura, le dedican mucho al diseño, cuelgan en el techo frutas como piña, naranjas y plátanos. Y lo importante es que cuando pasan las imágenes por las amarguras quedan santificadas las frutas. Al terminar las procesiones, las frutas se reparten”.
En cada barrio de este pueblo de Tláhuac hay una amargura puesta; la procesión, al pasar, se encuentra con todas. “Es muy interesante ver cómo las van montando, la convivencia que se genera entre la gente”. La investigadora dice que el nombre de amarguras está asociado al dolor del Viacrucis y de la Virgen. Rituales al sur de la Ciudad. El maestro Leonardo Vega, que ha estudiado y retratado rituales en Xochimilco y Milpa Alta, refiere que en San Gregorio Atlapulco —que sufrió muchos daños con el temblor de 2017— tienen una organización de jóvenes, los varones, con diversas participaciones a lo largo de la Semana Santa.
“El viernes, las cruces se adornan con ramas de ahuejote, que es común de la zona chinampera; desde la madrugada, los varones cortan las ramas. Los ex varones son los que portan el ataúd de Jesús, que se llama el santo entierro; son los principales organizadores y detrás de ellos están los que participaron el año anterior (ex varones) y también son muy cercanos los chicos que en el futuro van a ser varones, los apóstoles. Eso implica toda una serie de relaciones entre ellos, por ello hablamos de un tejido social que dura años”.
Leonardo Vega relata que en la noche del viernes, los varones participan en las ceremonias de velación y descendimiento; que también se lleva a cabo una procesión en los diferentes barrios y se dan alimentos, como cocoles y agua, lo que vincula a los varones con toda la población. Termina en las primeras horas del sábado. En la mañana de ese día van a cortar ramas de tule y adornan con ellas la pila bautismal.
Otro ritual muy especial es el de Villa Milpa Alta; el investigador describe que en la escenificación participan personas junto con imágenes de bulto, algunas de las cuales son de origen colonial.
“Detrás de todo hay una organización a cargo de un personaje muy interesante que se llama el Centurión. Ese personaje, que es un mayordomo, se encarga de la escenificación de la obra de teatro y para ello recurre a un maestro de teatro”, describe el investigador Leonardo Vega.
En esta representación en Villa Milpa Alta también ocurre lo que se conoce como los ramalazos: “Cortan unas yerbas y, terminando la escenificación, les piden a los actores que se volteen y les pegan; eso es el viernes en la noche y sábado; no los dejan lesionados. Es una forma de integración del equipo”.
Junto a estas antiguas tradiciones, está la de la quema de Judas, que ha ido teniendo cambios. Vega destaca lo que pasa en el barrio La Santísima, de Xochimilco, donde en años recientes se ha hecho muy espectacular porque crean Judas de gran tamaño. “Los Judas siempre han existido, pero esta quema de Judas gigantescos es nueva. Vincula la parte del templo con la zona chinampera. Es muy festivo”.
El camino de los rarámuris. Indígenas rarámuris se reúnen en Norogachi (Chihuahua) y festejan tanto la Semana Santa como el inicio del ciclo agrícola. La danza es la base de la celebración; representa la lucha del bien contra el mal. Todo inicia el miércoles en el Cerro de la Cruz y los días siguientes continúa en el templo. El viernes santo se llevan a cabo dos procesiones, en una los hombres cargan la imagen de Cristo, y en la otra las mujeres llevan una virgen vestida con trajes indígenas. Toda la noche los llamados pintos danzan en torno de fogatas; al atardecer, todos irán al panteón cargando un Cristo envuelto en una cobija atada a un tronco. En la noche, los pintos llevan por el pueblo un Judas que representa el mal y que finalmente es quemado.