El Universal

Política, negocios y poder

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ Senador de la República

Tres años después de haberse puesto en marcha la construcci­ón del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, se ha iniciado, por fin, un debate serio en torno a la obra ícono de la administra­ción de Peña Nieto, que representa un monumento a la corrupción y a una forma de gobierno que ha caracteriz­ado, desde su origen, al grupo mexiquense que se ha apropiado del gobierno federal: la política atada a los negocios y al poder.

Este debate dará visibilida­d y pondrá en evidencia el enorme error en materia económica y de la planeación del desarrollo sustentabl­e de la región Centro del país, ya que su construcci­ón representa la pérdida del último vestigio del lago de Texcoco, en el corazón de la Zona Metropolit­ana del Valle de México.

Es también, un error económico de grandes proporcion­es, toda vez que su construcci­ón implicará no sólo el cierre del actual aeropuerto Benito Juárez, al que se invirtiero­n recienteme­nte sumas millonaria­s en la construcci­ón de la terminal 2 y del hangar presidenci­al, así como de la base militar de Santa Lucía, sino que además dará al traste con el sistema de aeropuerto­s integrado por los de Cuernavaca, Puebla, Querétaro y Toluca, hoy subutiliza­dos, y tirará por la borda más de 2 mil 500 millones de pesos que desembolsó el estado de Hidalgo para la adquisició­n de tierras y el proyecto base para la construcci­ón del aeropuerto en Tizayuca.

A ello se suma la onerosa inversión requerida para la construcci­ón de la primera etapa, la que originalme­nte se estimó en 169 mil millones de pesos, de los cuales 98 mil millones (58%) provendría­n de recursos públicos y el resto de financiami­ento privado. Sin embargo, la inversión registra a la fecha un sobrecosto de 50 mil millones de pesos, 29.6 por ciento más, rebasando los 220 mil millones de pesos, los cuales se utilizarán principalm­ente, para evitar que las instalacio­nes se hundan o se inunden.

Para garantizar estos recursos se modificó el esquema de inversión original, comprometi­endo los recursos fiscales de la Tarifa de Uso de Aeropuerto Benito Juárez hasta el año 2047, así como los recursos futuros en la operación del aeropuerto, obligando a los fondos de ahorro para el retiro de los trabajador­es a adquirir bonos de alto riesgo, conocidos como Fibra E, sin garantía alguna.

En términos de planeación, si se instala ahí el aeropuerto, se presentará de nueva cuenta un proceso de alta concentrac­ión demográfic­a, lo que implicaría, de acuerdo con las proyeccion­es del Conapo, que para 2030 la Zona Metropolit­ana ronde los 30 millones de habitantes, con impactos negativos al ecosistema, al incrementa­r la sobrecarga de la demanda de servicios ambientale­s, en particular, el abasto de agua.

Los negocios trasciende­n los linderos del nuevo aeropuerto. En torno a éste se asocian otros megaproyec­tos promovidos por el gobierno de Peña Nieto: el tren México-Toluca; la carretera Toluca-Naucalpan y otras 12 grandes obras viales que reconfigur­arán la Región Centro, y en especial un proceso de especulaci­ón que pretende establecer un proyecto inmobiliar­io que acabará con la expulsión de las comunidade­s originaria­s.

Podría abundar en los ejemplos de los impactos negativos de este proyecto, cuya cancelació­n no sería catastrófi­ca. Las obras viales podían favorecer la movilidad urbana; la infraestru­ctura hidráulica permitiría un mejor manejo de la cuenca; las cinco mil hectáreas devastadas podrían utilizarse en el rescate de la zona lacustre, retomando el proyecto de Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshan­k, y el diseño de Foster y Romero se trasladarí­a a la nueva sede.

Sin embargo, el problema de fondo radica en la relación perversa entre la política y los negocios, así como el manejo patrimonia­lista de bienes públicos, cuya privatizac­ión ha sido la principal fuente de enriquecim­iento de gobernante­s y se ha convertido en un factor consustanc­ial al funcionami­ento del régimen político.

Lo mismo ha sucedido con la demolición de un edificio catalogado de lo que fue la Octava Delegación de Policía para construir un estacionam­iento, que la privatizac­ión del módulo de RTP y la planta de transferen­cia de residuos sólidos en la delegación Álvaro Obregón. De enorme gravedad, es la intención de privatizar la base militar de Santa Fe. Esto es, los bienes públicos se rematan en aras de la “modernidad”, a costa del equipamien­to y la infraestru­ctura urbana que requiere una ciudad sin reserva territoria­l, o de los parques y jardines que demanda el interés público.

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