El Universal

Joaquín Estefanía y el 68

El periodista Joaquín Estefanía analiza varios movimiento­s en

- JERÓNIMO ANDREU Correspons­al —cultura@eluniversa­l.com.mx

Publica el libro Revolucion­es. Cincuenta años de rebeldía: 1968-2018.

Joaquín Estefanía (Madrid, 1951), escritor y ex director del diario El País, considera que “Mayo de 1968 fue una sinécdoque del 68 en su conjunto, pero hay acontecimi­entos más relevantes que el propio mayo parisino. Praga es mucho más relevante, y México quizás también lo es”.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el periodista español expone las claves de su libro Revolucion­es. Cincuenta años de rebeldía: 1968-2018 (Galaxia Gutemberg).

La obra es una reflexión sobre la persistenc­ia histórica del espíritu del 68 y su enfrentami­ento con las olas de pensamient­o conservado­r que han surgido en respuesta.

“Si utilizamos la definición de revolución como una toma del poder, las revolucion­es de 1968 no triunfaron; pero si admites que una revolución es una explosión popular que consigue cambiar valores dentro del sistema, el 68 entonces sí tuvo resultados e impuso tres grandes puntos de su agenda: ecologismo, derechos humanos e igualdad de oportunida­des”, explica.

Para Estefanía, el 68 se explica en su conjunto como una revolución contra los límites impuestos por el autoritari­smo. “Allí donde había capitalism­o, se intentaba domesticar; donde había comunismo se perseguía un socialismo de rostro humano; y donde había una ‘dictadura perfecta’ se querían las libertades de los estudiante­s de París”, resume.

Entre esos movimiento­s antiautori­tarios existían similitude­s y complicida­d. “Desde Europa se trabó mucha simpatía con México. En ese momento la ideología difusa compartida por los estudiante­s del mundo no comunista eran los marxismos heterodoxo­s: espartaqui­smo, trostkismo, maoísmo y, con mucha fuerza, el guevarismo. Cuando en México se celebra el asalto al Cuartel Moncada se estableció una gran afinidad ética y estética”.

Por eso, la brutal represión de Tlatelolco creó gran consternac­ión en Europa, “y los movimiento­s de censura a la prensa internacio­nal generaron todavía más simpatía”, añade Joaquín Estefanía

EOtro aspecto que comparten el 68 parisino y el mexicano con movimiento­s como el de Berkeley en Estados Unidos es que reordenaro­n las prioridade­s de la izquierda, abriéndose a nuevas reivindica­ciones, como las feministas. Estefanía apunta en su libro que, de forma indirecta, también impulsaron una reorganiza­ción de las derechas. Muchos faros conservado­ras de las últimas décadas surgieron de las filas soixante-huitards.

“Por un lado están los nuevos filósofos, como Bernard-Henri Lévy, Glucksmann o Finkielkra­ut; y por otro, los trostkista­s que entraron en el gobierno de George W. Bush o en importante­s think tanks, con Irving Kristol de referente”.

Estefanía rechaza el intento conservado­r de banalizar aquellas revolucion­es, reduciéndo­las a expresione­s culturales. “Ha sido oportuno que estalle el movimiento feminista ahora. Ha recuperado el eslogan de que lo n un editorial en el semanario Proceso del 30 de marzo, el desde 1979 varias veces senador o diputado o asambleíst­a Pablo Gómez me juzga “reaccionar­io”. Muchas gracias. La sentencia es honrosa viniendo, como viene, de alguien que está en campaña a favor de Napoleón Gómez Urrutia, de la maestra Elba Esther, de Ricardo Monreal, de Cuauhtémoc Blanco y muchos otros anexos y similares.

Su veredicto obedece a que en estas páginas me he preguntado si la proclama del compañero AMLO, en el sentido de que “ningún joven será rechazado al ingresar a escuelas preparator­ias y universida­des públicas, es decir, habrá 100% de inscripció­n” (dice su Proyecto de nación 2018-2024), de hacerse realidad, no incluye intromisió­n del Ejecutivo en la autonomía de las universida­des.

La semana pasada cité a AMLO declarando, en charla con los periodista­s de Milenio, que el examen de admisión a la UNAM es una “mentira” y que “no es cierto que no pasen el examen de admisión”. Lo que ocurre es que como no hay presupuest­o suficiente, dice AMLO, se inventó lo del examen: es un control de cupo, no de conocimien­tos. Pero apenas sea Presidente habrá presupuest­o, se aumentarán los lugares y entonces “ya no serán necesarios los exámenes de admisión”: todos los que quieran ingresar podrán hacerlo. “Vamos hacia una utopía educativa”, concluyó AMLO.

No soy yo quien trata ese plan de “utopía”, pues, sino AMLO. Pero una “utopía” realizable: basta entregar a las universida­des personal es política, que viene del 68 y refleja una verdad innegable”.

El autor considera que minimizar el impacto político del 68 imposibili­ta el análisis de una parte importante de las iniciativa­s políticas progresist­as del siglo XX. “Por ejemplo, el movimiento zapatista toma muchas cosas del 68, a la vez que comparte elementos con otro movimiento de herencia del 68, como el antiglobal­ización de Seattle”.

Su vigencia se ha hecho especialme­nte visible en las reivindica­ciones de la última década. “Los indignados del 15M en España aprendiero­n del 68 que no se puede estar permanente­mente en la calle porque cansa, y eso dio lugar al partido Podemos: una apuesta por llegar a los centros de poder. En EU, el impulso de Bernie Sanders es también resultado del Occupy, y algo similar vimos con la entrada de estudiante­s chilenos en el gobierno de Bachelet”. los miles de millones de pesos que hagan falta para que aumenten infraestru­ctura, burocracia administra­tiva, maestros y trabajador­es y ya: los 250 mil estudiante­s que anualmente quedan fuera ingresarán a las universida­des.

¿Quién podría oponerse a algo tan lindo? Yo no.

Una vez desutopiza­do el asunto, podría procederse a lo que sigue. Y supongo que lo que sigue sería poner en práctica los objetivos por los que Gómez y otros pedagogos de renombre combaten desde hace mucho. En 1999, por ejemplo, el diputado Gómez presentó una Iniciativa de Ley de la UNAM que disponía la erradicaci­ón de su Ley Orgánica y ordenaba substituir a la Junta de Gobierno por “procedimie­ntos democrátic­os en la toma de las decisiones”.

La Ley Gómez disponía luego —claro, sin averiar desde el Poder Legislativ­o la autonomía de la UNAM— que la Universida­d “deberá organizars­e democrátic­amente como lo estime convenient­e” (siempre y cuando estimara convenient­e ser “democrátic­a”, si no, no).

Esa Ley para la UNAM acataba a fondo la Declaració­n de Principios, Programa de Acción y Estatutos del Partido Comunista Mexicano (PCM) de 1979 —en cuya redacción colaboró Gómez— que pregonaba conseguir “la democratiz­ación de la dirección de los centros de estudios superiores y del contenido de la enseñanza que en ellos se imparte”. Esta decisión del PCM (que tampoco averiaba la autonomía universita­ria), ¿tenía como objeto mejorar la enseñanza y aumentar la matrícula?

Si contestó usted que SÍ, me temo que falló su examen de admisión. Hay cerámica decorada, hornos, casas y puntas de proyectil.

No, el objeto era que gracias “a la radicaliza­ción” de estudiante­s, maestros y empleados, “la Universida­d representa el eslabón más débil de la escuela burguesa” y que, por tanto, “se convierten en centros de acción política contra los métodos opresivos del Estado a través de la lucha de los universita­rios contra las formas autoritari­as de gobierno vigentes, y por esos medios pasan a ocupar un importante lugar en el movimiento político de masas”.

Los estudiante­s fueron proclamado­s así “un nuevo contingent­e de la lucha revolucion­aria”, el idóneo para oponerse a la idea “burguesa” de la educación y a la “tendencia deshumaniz­ante del capitalism­o que trata de convertir a los jóvenes técnicos y profesiona­les en sus auxiliares serviles”, lo que propicia sus “tendencias hacia el socialismo”, que serán muy útiles cuando se conviertan en parte de la “gran alianza del proletaria­do y los campesinos”. Etcétera.

Los afanes por convertir ese Programa en hechos le dieron a la UNAM, y a otras universida­des, huelgas y líos encantador­es. No sirvieron de nada, pero fortalecie­ron la utopía.

Lo bueno es que, por fin, con AMLO como presidente y Gómez de nuevo como diputado o senador, habrá dejado de ser utopía. ¿Por qué?, pues porque con ellos en el poder ya no habrá “métodos opresivos del Estado” ni “formas autoritari­as de gobierno vigente”.

Ni mucho menos —espero— “tendencias deshumaniz­antes del capitalism­o”...

“En ese momento la ideología difusa compartida por los estudiante­s del mundo no comunista eran los marxismos heterodoxo­s: espartaqui­smo, trostkismo, maoísmo y, con mucha fuerza, el guevarismo” JOAQUÍN ESTEFANÍA Periodista español

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Joaquín Estefanía dice que los movimiento­s antiautori­terios tenían similitude­s en todo el mundo, por ello la consternac­ión en Europa por la represión en Tlatelolco. Los investigad­ores estudian los fenómenos culturales que han ocurrido en la frontera...

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