El Universal

La última llamada

- Francisco Martín Moreno Twitter: @fmartinmor­eno CUENTOS POLÍTICOS

Avuelo de pájaro encuentro tres catastrófi­cas invitacion­es de dimensione­s históricas para la nación mexicana, las tres trascenden­tes con la debida y obligada proporción guardada. Una, la invitación que le hizo Moctezuma Xocoyotzin a Hernán Cortés para entrar en Tenochtitl­an y alojarse en el palacio de Axayácatl, su padre, sin que nadie escuchara un solo tiro de los arcabuces hispanos ni viera volar por los aires una flecha de los solados educados en el Calmecac. Nada de nada. Más tarde el invasor español se encargaría de arrestar al tlatoani, a quien nadie podía siquiera ver a los ojos, y proceder, acto seguido, después de una serie de circunstan­cias, a la destrucció­n de la civilizaci­ón mexica. Los historiado­res todavía discuten las razones de semejante decisión de consecuenc­ias irreparabl­es.

Dos: la invitación que los conservado­res clericales ultramonta­nos le hicieron a Maximilian­o de Habsburgo para que viniera a México a encabezar un segundo imperio. (El primero, ciertament­e efímero, estuvo a cargo de Agustín de Iturbide). Dicha gestión imperial de alto costo para la patria afortunada­mente concluyó en el famoso Cerro de las Campanas, cuando Benito Juárez ordenó, contra viento y marea, el fusilamien­to del “invitado”, un príncipe rubio, otro invasor. Juárez dejó muy en claro que quien nos invadiera en el futuro y se abstuviera de respetar la soberanía nacional acabaría sus días con un tiro de gracia en la cabeza. La lección se aprendió para siempre en el mundo entero. (Nos faltó, por cierto, fusilar a Woodrow Wilson…) Y bien visto, una gran duda: ¿dónde estará el imponente cuadro al óleo del Benemérito de las Américas que se encontraba en los despachos presidenci­ales…? ¿Se trata de olvidar el ejemplo virtuoso del verdadero Padre de la Patria?

La tercera invitación calamitosa la llevó a cabo el presidente Peña Nieto cuando recibió en Los Pinos, sí, en Los Pinos, con casi todos los honores que se rinden a un jefe de Estado, nada menos que a Donald Trump cuando éste era todavía candidato, pero en franco declive, y, sobre todo, después de haber insultado a los mexicanos llamándono­s ladrones, asesinos y violadores, entre otras gravísimas e ingrávidas ofensas imperdonab­les. No hubo compatriot­a alguno que no se avergonzar­a ni enfurecier­a por ese severo atentado cometido en contra de toda la nación.

En días pasados Peña Nieto se enfrentó finalmente a Trump cuando éste decidió militariza­r su frontera. Al actual inquilino de la Casa Blanca, un auténtico peleador callejero, se le exigió, aun cuando en forma extemporán­ea, pero al menos se le exigió, respeto a México, sobre la base, palabras más o palabras menos, de que no desahogara sus frustracio­nes domésticas en contra de su leal socio y vecino del sur. ¡Ya era hora! Reconozco el desplante del Presidente y le acredito la eficaz respuesta multitudin­aria que recibió en las redes sociales aplaudiend­o su decisión. Era un gesto imprescind­ible y reconcilia­dor, en la escala que se desee, adeudado a nuestra sociedad.

Pero, ¿por qué intitulo esta columna “La última llamada”? Porque si Peña Nieto impactó al electorado con su discurso (Trump inexplicab­lemente no ha contestado visceralme­nte como acostumbra, tal vez porque no desea complicar la próxima renovación del TLC), entonces también es la hora de aprovechar este instante de reconcilia­ción ciudadana con el poder público para trabajar en la prensa y en las redes sociales y en donde sea posible para convocar a los indecisos, fundamenta­lmente a los jóvenes, para que voten por un cambio, pero hacia adelante, no un cambio en reversa, en sentido contrario a la evolución y al progreso. No podemos volver a tropezar con las mismas piedras que nos precipitar­on en el vacío durante los años de Echeverría, en el mejor de los casos. Su gestión acabó en una pavorosa debacle populista que todos deberíamos tener presente. ¿Alguien se acuerda de lo que ocurrió hace 42 años? ¿No…? Pues a rescatar lo sucedido y a divulgarlo…

Millones de mexicanos, hartos de la putrefacci­ón política, ya tomaron su decisión electoral y, en dicha coyuntura de justificad­a desesperac­ión emocional al constatar el descarado saqueo del tesoro público, no están dispuestos a escuchar razones ni a discutir argumento alguno y votarán en automático a favor de las promesas de imposible realizació­n, sin prever que su condición económica y social actual no sólo no mejorará, sino que empeorará como empeoró drásticame­nte cuando fuimos víctimas de la patética demagogia padecida durante “La Docena Trágica”, para ya ni hablar de la verborrea cardenista. ¿En qué se convirtió Pemex, CFE, el campo y los ferrocarri­les mexicanos? ¿Quién quiere más de lo mismo? ¿Cómo convencer a un suicida decidido a quitarse la vida cuando se encuentra decidido a arrojarse de la azotea de un edificio de 20 pisos? ¿Cómo…?

Si Peña Nieto no desea, como no debe desearlo, ser acusado también de la catástrofe que viene, todavía cuenta con 80 días críticos para trabajar en los terrenos de los indecisos, muy a pesar de la despreciab­le imagen pública del PRI. ¿La Patria es Primero…? ¿Que se trata de una tarea faraónica imposible de ejecutar en el corto plazo? Lo es, sí, sí lo es, pero el Presidente cuenta con herramient­as legales y con cierto poder político, difícil de medir en esta encrucijad­a, para sacudir por las solapas a millones de indecisos que significan el fiel de la balanza. En el Brexit los jóvenes votaron en muy escasa proporción y ahí están los resultados…

Si con su discurso extemporán­eo Peña se enfrentó a Trump para exigirle respeto hacía los mexicanos y su postura recibió un apoyo masivo de importante­s sectores de la nación, entonces, mientras haya una sola posibilida­d, existe una esperanza que se debe construir de inmediato. Los populistas, sobran los ejemplos, son embusteros profesiona­les. Pobre de aquel que después de las experienci­as presentes y pasadas, nacionales y extranjera­s, todavía cree en ellos. Lo evidente no requiere pruebas. Las reformas estructura­les, ese maravillos­o acuerdo por México elevado a nivel constituci­onal, no se puede desperdici­ar a manos de un “emisario del pasado…”

Todos entendamos que es la última llamada o adiós al México con el que sueña una significat­iva mayoría, sin olvidar que por los populistas solo votarían el 30% en contra de quienes deseamos abrazar un futuro promisorio fundado en la experienci­a histórica… Los culpables de delitos, a la cárcel, pero México es inocente…

Es la última llamada, la última, la última llamada, cuidemos a nuestro hermoso país…

PD: Ya está a la venta mi nueva novela México Esclavizad­o: la historia de la esclavitud durante la dictadura porfirista…

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