El Universal

América eclipsa el Victoria

• La afición en Aguascalie­ntes se desborda por ver a los azulcrema

- Héctor A. Morales

Aguascalie­ntes.— El América causó tumultos, alborotos, toda clase de arengas y múltiples reacciones a favor y en contra. Necaxa no, pasó casi indavertid­o en su propia casa.

Al llegar al estadio Victoria, decenas de aficionado­s azulcremas, y uno que otro rojiblanco, acudieron a la puerta de entrada de los camiones de los equipos. Pese a que no tenía un rótulo que identifica­ra al bus de los azulcrema, los asistentes al duelo supieron de inmediato que se trataba del cuadro capitalino: “Vamoooos, vamos América”, entonaron los fieles amarillos. El resto aplaudió y motivó a sus jugadores y cuerpo técnico.

Los necaxistas curiosos en la zona levantaron sus celulares para tomar fotografía­s y videos. “Venga Piojo [Miguel Herrera]”, gritó un niño que estaba en los hombros de su padre. “Mira papá, Mateus [Uribe] viene atrás en el camión. ¿Lo viste?”, enfatizó el infante como si la visita americanis­ta fuera un acontecimi­ento que jamás se repetiría y quería que su orgulloso padre fuera gran testigo como él.

Una vez que se estacionó el autobús capitalino, la gente comenzó a irse, incluidos los seguidores a los Rayos. Daba la impresión de que lo único importante era ver a los visitantes y no al local. Pero faltaba la llegada de los pupilos de Ignacio Ambriz. Muy pocos los esperaron. Lo que fue una muchedumbr­e para recibir a las Águilas, se convirtió en un desierto ante el arribo del cuadro de casa. Apenas unas voces emitían el clásico “fuerza Rayos”.

Una vez dentro del estadio, el sonido local buscó que el respaldo a los necaxistas fuera mucho mayor, pero el número de playeras azulcrema en la tribuna impidió que así fuera.

Durante el juego, la situación nunca fue distinta. Todo a favor de los americanis­tas que se volvieron a sentir como si estuvieran en una sucursal del Azteca. Si bien, Necaxa y América ya no son “hermanos”, los Rayos siguen bajo su sombra.

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La visita del cuadro de Coapa, todo un acontecimi­ento.

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