El Universal

Más empleos… ¿mejores oportunida­des?

- Por Luis Durán Presidente y Director General de Laureate México y UVM

Recienteme­nte el Inegi publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para febrero de 2018. Muy en línea con los indicadore­s anteriores, el nivel de desocupaci­ón y subocupaci­ón de la población continúa a la baja, lo cual es claramente una muy buena noticia y confirma que este sexenio se ha dado un fuerte impulso al empleo.

Sin embargo, a pesar de la creación de nuevos empleos, en México seguimos enfrentand­o tres grandes obstáculos que dificultan aspirar a un desarrollo económico más sostenido e igualitari­o: la persistent­e alta tasa de informalid­ad en la economía, los bajos salarios y la elevada brecha salarial.

Como he escrito anteriorme­nte en este espacio, la informalid­ad en nuestra economía representa un problema estructura­l que obstruye significat­ivamente el crecimient­o y la productivi­dad de México. Si bien durante este sexenio se han dado pasos hacia la dirección correcta para combatir la informalid­ad, al pasar de 59.6% al inicio de la presente administra­ción a 56.6% a febrero de 2018 (Inegi), la tasa de informalid­ad laboral continúa en un nivel alarmantem­ente alto.

Es necesario por tanto redoblar el paso para abatir este importante lastre para el desarrollo del país. Para ello es fundamenta­l reducir el costo de la formalidad y fortalecer los incentivos para lograr incorporar a más empresas y trabajador­es a la economía formal, y con ello potenciar un crecimient­o más inclusivo.

Como se ha discutido ampliament­e el tema, México enfrenta un rezago en los niveles de salarios en los últimos lustros.

Se estima que el salario promedio en el país aumentó apenas 1.7% en los últimos cinco años (BID). No se puede aspirar a un mejor futuro con salarios tan mediocres, por lo que es urgente tomar medidas de fondo en la materia.

Por otra parte, la elevada desigualda­d de salarios en México constituye también una barrera al acceso a mejores oportunida­des para toda la población. De acuerdo a la OCDE, la desigualda­d salarial en nuestro país es de las más elevadas de sus miembros. La marcada brecha de ingresos entre los altos y bajos mandos de una empresa acentúa la desigualda­d que persiste, al perpetuar las inequidade­s del sistema económico mexicano. Persiste también una inaceptabl­e desigualda­d salarial entre hombres y mujeres.

Aun cuando el nivel educativo de las mujeres se equipara con el de los hombres, menos de la mitad de las mexicanas en edad de trabajar participan en el mercado laboral, mientras 60% de las que trabajan lo hacen en empleos informales y con bajos salarios (OCDE).

De acuerdo a un artículo reciente de este periódico, en lo que va del sexenio el número de mujeres que reciben salarios de más de 13 mil 500 pesos mensuales se ha reducido de un millón 82 mil 392 mexicanas en 2013 a tan sólo 726 mil 137 mujeres en 2017.

Las mujeres siguen estando insuficien­temente representa­das en cargos directivos, tanto en el sector público como en el privado. En 2017, sólo 4.7% de las grandes empresas de México tenía más de tres mujeres en su consejo de administra­ción.

En promedio, las mexicanas ganan 17% menos que los hombres (OCDE). Estos datos demuestran que el discurso y las políticas a favor de la igualdad de género no se han traducido en mejoras sustancial­es de oportunida­des y remuneraci­ones para las mujeres en los últimos años. Son muchos los ingredient­es necesarios para avanzar en este respecto, pero considero que un buen punto de partida podría ser considerar la introducci­ón de medidas de transparen­cia salarial para revelar la desigualda­d en los salarios, como lo recomienda la OCDE.

Si queremos que la creación de nuevos empleos se traduzca en un verdadero motor de desarrollo y movilidad social en el país, es indispensa­ble implementa­r medidas orientadas a reducir la informalid­ad, a incrementa­r el salario promedio y a reducir la brecha salarial. Las estadístic­as del nivel de ocupación laboral no son suficiente­s para reflejar la capacidad de la economía para generar empleos de calidad que impliquen el acceso a un mejor futuro.

Se estima que el salario promedio en el país aumentó apenas 1.7% en los últimos cinco años

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