Sacerdotes, en la mira del crimen
La violencia en el territorio nacional, que no cesa, no perdona ni a los ministros de culto. Pero no solamente no hace la diferencia con ellos, como se pensaría, sino que incluso pareciera que las Iglesias y sus representantes se han convertido en blanco recurrente de la delincuencia, ya sea por su condición, aún en muchos lugares del país, de líderes sociales o por la natural exposición pública que su oficio implica.
Entre 1990 y 2017 se perpetraron en México 71 homicidios de miembros de la Iglesia Católica (un cardenal, 48 sacerdotes, el último de ellos la tarde de ayer en Jalisco, y cuatro religiosos). También, pastores evangélicos han denunciado ser víctimas de secuestro, robo, extorsión y cobro de derecho de piso a lo largo y ancho del territorio nacional, siendo Guerrero, Ciudad de México, Veracruz y Michoacán las entidades donde es mayor el riesgo al ser ministro de culto.
Esta violencia contra sacerdotes se enmarca, desde luego, en el clima de inseguridad que azota a muchos pueblos y ciudades de nuestro país, y sus perpetradores son, dependiendo del lugar en que ocurre, tanto miembros del crimen organizado —cárteles de la droga— como delincuentes comunes.
Especialmente en los últimos 5 años, de 2012 a 2017, los ataques a religiosos se han intensificado: sólo en ese periodo fueron asesinados 23 párrocos, dos más fueron secuestrados, a la fecha dos permanecen desaparecidos y se tiene registro de 850 extorsiones y amenazas de muerte. Ni la propia Catedral Metropolitana —donde un sacerdote fue apuñalado en el atrio en plena misa— ni la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano —donde fue detonado un explosivo—, ambas en la capital del país, se han salvado de esta ola de ataques.
Por todo ello, y como recientemente publicó EL UNIVERSAL, México es en la actualidad —y desde hace nueve años— el país más peligroso para ejercer el sacerdocio, de acuerdo con el Centro Católico Multimedial. En concordancia, ayer el Departamento de Estado de Estados Unidos alertó, en su informe sobre derechos humanos de 2017, sobre el incremento en nuestro país de la violencia en contra de religiosos.
Ante ello el clero se ha pronunciado en varias ocasiones para exigir a las autoridades resolver y castigar estos crímenes, así como detener esta crecida violenta contra ellos.
Aunque se desconocen las causas y por tanto no puede decirse que todos estos crímenes provengan de un mismo grupo o actor delictivo, ni obedezcan a un mismo móvil, es relevante que incluso en un país mayoritariamente religioso como el nuestro, los sacerdotes sean cada vez más objeto de violencia. Esto bien puede ser un rasgo más de la descomposición social que la sociedad mexicana atraviesa, y habla de una franca desvalorización incluso de lo que para muchos —aún para la mayoría en este país— es, o se supone que es, lo más sagrado.