Reinventan el mundo de Cri-Cri
La obra Tiliches, tambaches y cachivaches rescata temas clásicos de Cri-Cri para nuevas generaciones
Preparan el montaje Tiliches, tambaches y cachivaches.
En las calles de la capital, Francisco Gabilondo Soler se encontraba con personajes fantásticos: duendes y enanos le decían “hola” al creador del Grillito cantor. “Era un gran observador; su niño interior permaneció toda su vida porque eso le permitía salir al mundo, observarlo con curiosidad y traducirlo en canciones y cuentos”, considera Giuliana Vega, actriz del montaje Tiliches, tambaches y cachivaches. La puesta en escena, que comenzará temporada el próximo 29 de abril en el Teatro Xola Julio Prieto, tiene un objetivo claro: seguir los ideales del cantautor y conectar con el público antiguo y actual. “Quería recordarnos que hay que imaginar y crear”, dice Vega. Además de los personajes clásicos como los cochinitos y las vocales, se presentan otros que no son tan conocidos como el de doña Ardilla —que interpreta Vega—. Todos ellos representados con elementos mínimos de utilería y vestuario. “Él decía que al público no hay que darle todo completo, hay que permitirle que imagine y cree su propio universo”, comenta Vega. El montaje es dirigido por Andrea Gabilondo —hija de Soler— quien además dejó en manos de Giuliana Vega parte del diseño visual. “Los personajes tienen un vestuario negro y de ahí se parte a integrar elementos de color que sólo lo enriquecen. El público es quien termina de construir ese universo”, detalla. Vega explica que gracias al acercamiento que ha tenido con Andrea Gabilondo ha entendido que para el creador de Cri-Cri el la imaginación siempre estaba presente, algo que en la actualidad, considera, se ha perdido no solamente en los niños sino en los adultos. “Él habla de personas y seres fantásticos que tienen rasgos humanos. Habla de amor, imaginación, amistad y son cosas que permanecen. “Los niños por instinto imaginan y crean, así nacemos. Conforme nos vamos haciendo adultos se nos va perdiendo la fe en creer, construir, tener aventuras”, considera Vega. Recordando a la XEW. Así como las familias se reunían para escuchar a Cri-Cri en la radio en los años 30, uno de los objetivos de Tiliches, tambaches y cachivaches es que los asistentes conozcan la manera en la que se hacía radio en la época. “Antes no había tanta tecnología, era sentarse frente a la radio para imaginar y tener esta conexión con un amigo que les contaba historias fantásticas”, relata Vega. “Hay gente que no lo digiere porque nos enfrentamos a esta nueva generación que ya no está acostumbrada a reflexionar. Tampoco es que sea algo demasiado intenso, lo que pasa en la obra, sino que están acostumbrados a la repetición, a programas cortos, muy digeridos y saturados en imagen”, considera. En la trama de la historia —contada como si se tratara de un programa de radio. el público verá a un Soler confundido luego de perder la idea que estaba escribiendo, es entonces que comienza un paseo mágico a través de sus personajes para encontrar la inspiración. Además de vega el montaje cuenta con la participación de actores como Enrique Chi y Cecilia Cantú, quienes lejos de usar botargas y una explosión de colores recurren a otro formato: mezclando elementos de mapeo, proyecciones y música en vivo. “Son las canciones que eran de su programa de radio. Sí escuchamos y vemos las tradicionales pero principalmente son todas esas historias de los años que estuvo Cri-Cri en la XEW”, detalla Vega. “Habla de amor pero también de la vida y la muerte. Chocan todas estas polaridades del ser humano: lo bueno y malo. Por eso él ocupaba tantos personajes, y tantos géneros musicales. De la actuación al diseño. Giuliana Vega recuerda que aunque en un principio sólo estaba contemplada como actriz , durante el proceso creativo pudo experimentar con los personajes hasta tomar papel en el diseño de la imagen que aunque sencillo tomó su tiempo. “Conectamos los mundos que traíamos en la cabeza. Hay personajes que no menciona Gabilondo pero Andrea me decía cómo los describía su papá. “Queríamos elementos sencillos, que les aportaran a los personajes pero fuera como la imaginación. Como los niños que toman un zapato y lo convierten en un teléfono”, relata Vega.